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martes, 30 de mayo de 2017

Día 2º



       
¡Ven, Llama de Amor viva! Conmueve mi corazón y hazlo humilde y sencillo, e inúndalo de mansedumbre y suavidad.
           ¡Oh Espíritu Santo que eres todo Amor! Adorna mi alma con el don exquisito de Piedad. Sana mi corazón de toda dureza y ábrelo plenamente a la dulzura de la oración. Que al llamar con este nombre a mi Padre Dios, que yo experimente la riqueza de esa dulce palabra: su Bondad, su Ternura, su Misericordia. ¡Qué incomparables atributos! En ellos descanso, en ellos me recreo, en ellos tengo yo mi oasis de paz. ¡Lléname de este don maravilloso! Extingue en mi corazón toda amargura e impaciencia, y ábrelo a la comprensión y a la mansedumbre con todos los hombres, hijos de Dios y mis hermanos. ¡Ven!


¡Ven, Espíritu Santo!
           Dame el fruto de tu paz, la paz del corazón, que es silencio interior de toda apetencia que no seas Tú.
          Quiero experimentar tu presencia divina como brisa llena de suavidad y de dulzura, vivencia inefable de oración. 
           ¡Pacifícame: aleja de mi alma los temores que me turban… y centra todo mi ser, todos mis sentidos y atención en el Amado, mi remanso permanente de paz!
Dame, Espíritu Santo, este valioso fruto de la Paz.


 

lunes, 29 de mayo de 2017

DÍA 1º





¡Ven Espíritu Consolador! Que has fijado tu tienda entre nosotros; haz que toda mi vida esté consagrada al “Amor”.
            Concédeme, Señor, el don de Temor de Dios que es “principio de sabiduría”. Un temor arraigado en el Amor que produce en el alma un hondo sentimiento de adoración ante tu Majestad infinita. Un temor filial, que huye con premura de todo cuanto sea ofensa o alejamiento de Aquel a quien adora y teme contristar.
            Infunde en mi corazón este temor suavísimo que me ha de mantener en constante cercanía de mi Dios y Señor, y en constante lejanía de todo lo que sea infidelidad o pecado.


¡Ven, Espíritu Santo!
            Adórname de la Modestia, esa rara virtud que es compuesta, cortés y delicada en todo.
            Sabe comportarse en cada situación según conviene, sin llamar la atención en nada, pues tiene el empeño solamente de agradarte a Ti, Dios mío.
            “La modestia es atrayente porque refleja la sencillez y el orden interior”.
            Ella es como una flor que crece bellísima, escondida en el bosque sólo para Dios.
            Dame, Espíritu Santo, este precioso fruto de la Modestia.

domingo, 28 de mayo de 2017

¡FELIZ DOMINGO! SOLEMNIDAD DE LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR

  SAN MATEO 28, 16-20

    "En aquel tiempo, los once discípulos se fueron a Galilea, al monte que Jesús les había indicado. Al verlo ellos se postraron, pero algunos vacilaban.
    Acercándose a ellos les dijo: Se me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra. Id y haced discípulos de todos los pueblos bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; y enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo."
                                      ***             ***             ***
    Nos hallamos ante el final del Evangelio de san Mateo. Jesús reúne a los Once en Galilea (lugar del inicio de su misión) y en un monte (lugar preferido por Jesús para dictar sus enseñanzas más importantes). Todavía es vacilante la fe de los discípulos. Jesús les descubre su “entidad e identidad” (depositario universal del poder del Padre), y los envía definitivamente a la misión. No estarán solos, Él les acompañará siempre. La misión de la Iglesia es hacer discípulos de Jesús, siguiendo sus enseñanzas, e introduciéndolos por el bautismo en el misterio de la familia de Dios.
REFLEXIÓN PASTORAL
    El triunfo de Cristo gira en torno a tres celebraciones: la Resurrección, la Ascensión y Pentecostés.  Hoy celebramos la Ascensión.
     La 1ª lectura  narra la Ascensión de una manera plástica y visual; la 2ª lectura y el Evangelio nos hablan de sus implicaciones: lo que supuso para Jesús, y lo que supone para nosotros.
     La Ascensión de Jesús es el primer paso de nuestra ascensión, y un paso seguro, porque lo ha dado El. Ya tenemos un pie en el cielo (Ef 2,6).  Pero  ese primer paso de Jesús hay que seguirlo con nuestros propios pasos, porque se trata de seguirle en esa ascensión personal.
     La obra de Jesús: su vida para los demás, su amor preferencial por los menos favorecidos, su vocación por la verdad..., su ser y su hacer, han sido rubricados por el Padre. Y, cumplida su misión, retorna al Padre, su punto de partida (Jn 16,28). Per no es un adiós definitivo, sino un hasta luego, porque “voy a prepararos un lugar, para que donde esté Yo estéis también vosotros” (Jn 14,2.3).
     La Ascensión no significa la ausencia de Jesús (Mt 28,20), sino un nuevo modo de presencia entre nosotros. Él continúa presente donde dos o más estén reunidos en su nombre (cf. Mt 18,20), en la fracción del pan eucarístico (cf. Lc 22,19 y par), en el detalle del  vaso de agua fresca dado en su nombre (cf. Mt 10,42), en la urgencia de cada hombre  (Mt 25,31-46).
      Pero ya no será Él quien multiplique los panes, sino nuestra solidaridad fundamentada en Él. Ya no recorrerá los caminos del mundo para anunciar la buena noticia, sino que hemos de ser nosotros, sus discípulos, los que hemos de ir por el mundo anunciando y, sobre todo, viviendo su Evangelio...
      Desde la Ascensión del Señor, sobre la Iglesia ha caído la responsabilidad de encarnar la presencia y el mensaje de Cristo. Se le ha asignado una tarea inmensa: ¡que no se note la ausencia del Señor! Jesús nos ha encargado ser su rostro: que cuantos  nos vean, le vean. ¿Tenemos esta transparencia? ¡La fe nos hace creyentes; el amor, la vida nos hacen creíbles!
       La fiesta de hoy nos invita a levantar nuestros ojos, a mirar al cielo para recuperar para nuestra vida la dosis de trascendencia y esperanza necesaria para no sucumbir a la tentación de un horizontalismo materialista; para dotar a la existencia de motivos válidos y permanentes más allá de la provisoriedad y el oportunismo utilitarista. 
      Vivir mirando al cielo es no perder nunca de vista la huella del Señor; no es una evasión sino una toma de conciencia crítica. Elevar nuestros ojos a lo alto es reivindicar altura y profundidad para nuestra mirada, para inyectar en la vida la luz y la esperanza que nos vienen de Dios; para “comprender cuál es la esperanza a la que nos llama, cuál la riqueza de gloria que da en heredad a los santos y cuál la extraordinaria grandeza de su poder para nosotros” (Ef 1,18-19).
REFLEXIÓN PERSONAL
.- ¿Cómo asumo la tarea de hacer presente al Señor?
.- ¿Soy conciente de la herencia y la riqueza recibida por la fe en Cristo?
.- ¿Vivo en ascensión o en depresión?
DOMINGO J. MONTERO CARRIÓN, OFMCap.

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¡ASCENSIÓN!
"Estoy con vosotros"

  Te pierdes, allá en la altura
en una nube dichosa
apacible y amorosa
que te envuelve en su Ventura.

  Admirando tu hermosura,
en un éxtasis de amor,
hemos quedado, Señor,
añorando tu presencia
pues rogamos con vehemencia:
¡Vuelve, dulce Salvador!... 

  ¡Con vosotros me he quedado!
-ya os lo dije, mis queridos:
no desmayéis afligidos,
que estoy siempre a vuestro lado.

  Y con gozo emocionado,
esta fiesta de alegría,
recibid mi cercanía
en mi más gran bendición:
¡os la da mi Corazón,
también en mi Eucaristía!

  "Mi Padre os va a enviar,
y Yo os envío gozoso,
un Defensor Poderoso
que es el que os va a consolar. 

  Él os ha de recordar
la Palabra esclarecida
que Yo enseñé sin medida.
   María estará a vuestro lado:
cuando Él, cual viento arreciado,
¡os colme de fuego y de Vida!

                        (Sor Mª Teresa de la Inmaculada)


 

domingo, 14 de mayo de 2017

¡FELIZ DOMINGO! 5º DE PASCUA

  SAN JUAN 14,1-12

                                                            
   " En aquel tiempo dijo a Jesús a sus discípulos: No perdáis la calma, creed en Dios y creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas estancias, si no os lo había dicho, y me voy a prepararos sitio. Cuando vaya y os prepare sitio volveré y os llevaré conmigo, para que donde estoy yo estéis también vosotros. Y adonde yo voy, ya sabéis el camino.
    Tomás le dice: Señor, no sabemos a dónde vas. ¿Cómo podemos saber el camino?
    Jesús le responde: Yo soy el camino y la verdad y la vida. Nadie va al Padre sino por mí. Si me conocierais a mí, conoceríais también a mi Padre. Ahora ya lo conocéis y lo habéis visto.
     Felipe le dice: Señor, muéstranos al Padre y nos basta.
     Jesús le replica: hace tanto tiempo que estoy con vosotros, ¿y no me conoces, Felipe? Quien me ha visto a mí ha visto al Padre. ¿Cómo dice tú: Muéstranos  al Padre? ¿No crees que yo estoy en el Padre y el Padre en mí? Lo que yo os digo no lo digo por mi cuenta propia. El Padre que permanece en mí, él mismo hace las obras. Creedme: yo estoy en el Padre y el Padre en mí. Si no, creed a las obras. Os lo aseguro: el que cree en mí, también el hará las obras que yo hago, y aún mayores. Porque yo me voy al Padre."
                                  ***             ***             ***
    En “el discurso de despedida” Jesús intenta serenar el espíritu de los discípulos ante su inminente y dramático final. Su ausencia no será definitiva. La vocación de Jesús es vivir con los suyos para siempre.
    Va al Padre, que es su hogar original y el de los que le sigan. Jesús descubre a los suyos su secreto: el Padre. Y nos descubre que “su” Padre es “nuestro” Padre. El es el Camino para ir al Padre y el Camino por el que el Padre viene a nosotros; es la Verdad  y la Vida del Padre; una Verdad y una Vida que se nos entrega abundantemente (Jn 10,10) a través de su persona. Jesús no va por libre, sigue y sirve el diseño amoroso del Padre. Su ser y su proyecto se generan en el seno del Padre y conducen al Padre.
    La pregunta de Jesús a Felipe sigue teniendo vigencia: Tanto tiempo y ¿aún lo conocemos de verdad?  
REFLEXIÓN PASTORAL
    La tarde del Jueves Santo, a la pregunta de Tomás, Jesús responde con una afirmación sin precedentes ni analogías: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida” (Jn 14,6).
    En un mundo sumido en el escepticismo, acostumbrado o resignado a tonos mediocres; donde parece no haber verdades programáticas sólidas, sino solo verdades estadísticas; donde se nos ha acostumbrado a lo de “caminante, no hay camino…”; donde de la vida se tiene una visión epidérmica y materialista, aparece Jesús, reclamando y encarnando esa función fundamental para la existencia del hombre.
     Jesús es el Camino. Para quien no tiene destino, ni interés por llegar a parte alguna, cualquier camino sirve; pero a quien busca la Verdad y la Vida no le sirve cualquier camino.  En la peregrinación del hombre hacia Dios, y en el acercamiento de Dios hacia el hombre, Cristo es el Camino. Porque no solo vamos a Dios por Él, sino que por Él viene Dios a nosotros.  
      Jesús es la Verdad. La Verdad no es algo (Jn 18, 38); la Verdad es Alguien…, lleno de verdad, que ha venido a dar testimonio de la verdad, y que ora al Padre para que nos santifique, nos consagre en la verdad, porque solo la verdad hace libres (Gál 5,1).
      Jesús es la Vida (Jn 10,10). No solo para la otra vida; también para esta vida. Por eso es agua viva, pan de vida, palabra de vida… Una vida que se ofrece y que cada uno ha de personalizar, al estilo de Pablo, para quien: “Mi vivir es Cristo; para mí la vida es Cristo” (Ga 5,6).
       En esas palabras de Jesús se fundamenta la vida de la Iglesia. Una Iglesia que, como sugiere la primera lectura, ha de priorizar sin renunciar. Ha de saber delegar funciones para no ralentizar la misión, para “no descuidar la Palabra de Dios” (Hch 6,2).
       Una Iglesia consciente de su condición: raza elegida (pero no racista), sacerdocio real (pero no clericalista), nación consagrada (pero no elitista), y de su misión: “proclamar las hazañas del que nos llamó a salir de las tinieblas y a entrar en su luz maravillosa” (1 Pe 2,9).
       Una Iglesia, construcción viva, asentada sobre Cristo (1 Cor 10,4),  “piedra angular” (1 Pe 2,6) y “roca espiritual” de la que brota el agua que nos permite saciar la sed en el largo camino del éxodo de la vida (cf. Ex 17,5-6; Jn 7,37-38).
        Jesús es el Camino para ser andado; la Verdad para ser creída, la Vida para ser vivida, y la Piedra fundamental que sustenta, como apoyo y fuerza vital, la vida de la Iglesia.
REFLEXIÓN PERSONAL
.- ¿Es el discernimiento fraterno la metodología en el “debate” eclesial?
.- ¿Cómo siento y actúo mi responsabilidad eclesial?
.- ¿Es Cristo el Camino, la Verdad y la Vida?

DOMINGO J. MONTERO CARRIÓN, OFMcap.

viernes, 12 de mayo de 2017

SOR Mª TERESA DE LA INMACULADA



El día  5 de Mayo de 2017, fue llamada por el Divino Jesús, al cual ella había consagrado su vida,  nuestra querida Hermana

            Sor Mª Teresa de la Inmaculada
                (Mª Concepción Reyero Pérez),

para pasar de la tribulación de este mundo a la Pascua eterna con el Señor.

      Tenía 90 años de edad  y  66 de vida religiosa.