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domingo, 21 de mayo de 2023

¡FELIZ DOMINGO! SOLEMNIDAD DE LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR AL CIELO

 

SAN MATEO 28, 16-20

    “En aquel tiempo, los once discípulos se fueron a Galilea, al monte que Jesús les había indicado.  Al verlo, ellos se postraron, pero algunos vacilaban. Acercándose a ellos, Jesús les dijo: Se me hadado pleno poder en el cielo y en la tierra. Id y haced discípulos de todos los pueblos bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; y enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.”

 

Contemplamos el destino

Aprendemos el camino

 

Es siempre Pascua, Cristo resucitado está siempre con nosotros, pero hoy lo celebramos elevado más allá de nosotros, al cielo, a su Dios, a nuestro Dios.

Hoy, la nube de la divinidad aparta a Jesús de nuestra vista, que no de nuestra vida. De ahí que no nos quedemos plantados mirando al cielo, sino que volvamos con Cristo Jesús a los caminos de la vida.

Hoy la Iglesia contempla a Jesús enaltecido en Dios y lo aclama con las palabras del salmista: “Dios asciende entre aclamaciones, el Señor al son de trompetas”.

Contempla lo que celebras e imita lo que contemplas: el que ahora asciende es el mismo que ha descendido; el que ahora es enaltecido es el que antes se ha rebajado a sí mismo; aquel de quien hoy celebras con gritos de júbilo la ascensión es el mismo de quien has celebrado junto con los ángeles la encarnación.

Si quieres entender qué significa “ser levantado”, “ser enaltecido”, “subir”, has de aprender primero qué significa “bajar”, “descender”, “rebajarse a sí mismo”, “encarnarse”.

Éste es el misterio de la fe: “Cristo, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios; al contrario, se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos. Y así, actuando como un hombre cualquiera, se rebajó hasta someterse incluso a la muerte, y una muerte de cruz”.

Ese camino hacia lo hondo, hacia “lo profundo de la tierra”, ese “despojarse”, “rebajarse”, “someterse”, es el camino que lleva al “enaltecimiento”, como si no hubiese otro modo de acceder a él, como si el “vaciamiento de sí” fuese el seno natural donde se genera el señorío de Cristo Jesús.

El cántico de la fe lo expresa así: “Por eso Dios lo levantó sobre todo y le concedió el nombre sobre todo nombre, de modo que, al nombre de Jesús, toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el abismo, y toda lengua proclame: Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre”.

Cristo Jesús “fue levantado” porque “se abajó”; se le dio “un nombre sobre todo nombre” porque a sí mismo se dio un nombre bajo todo nombre; fue constituido Señor porque asumió la condición de esclavo.

Hoy contemplas y celebras al que es primero porque se hizo último, al que es rico porque se hizo pobre, al que “es Señor” de todos porque se hizo “siervo” de todos.

Tú, Iglesia de Cristo, sabes y confiesas que él “no se ha ido para desentenderse de nuestra pobreza, sino que nos precede el primero como cabeza nuestra, para que nosotros, miembros de su cuerpo, vivamos con la ardiente esperanza de seguirlo en su reino”.

Tú sabes y confiesas que el destino de Cristo Jesús es tu destino.

Y no olvidas que el camino de quien es cabeza nuestra, es también el camino de los miembros de su cuerpo; no olvidas que has de bajar con Cristo Jesús hasta los hambrientos de pan y de justicia, hasta el peregrino, el forastero y el emigrante, hasta el enfermo, hasta el encarcelado y el okupa, hasta el que no es como tú, el que no es de los tuyos, el que está en lo más hondo. No olvidas que has de bajar con Cristo Jesús hasta Cristo Jesús.

Si bajas, él te llevará consigo a lo alto, más allá de la nube que lo apartó de tu vista.

Él te llevará hasta Dios.

Feliz ascensión desde la encarnación, Iglesia cuerpo de Cristo.

Siempre en el corazón Cristo.

 

+ Fr. Santiago Agrelo

Arzobispo emérito de Tánger

 

domingo, 14 de mayo de 2023

¡FELIZ DOMINGO! 6º DE PASCUA

San Juan 14, 15-21.

    “En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: Si me amáis, guardaréis mis mandamientos. Yo le pediré al Padre que os de otro Defensor que esté siempre con vosotros, el Espíritu de la verdad. El mundo no puede recibirlo porque no lo ve ni le conoce; vosotros, en cambio, lo conocéis porque vive con vosotros y está con vosotros. No os dejaré desamparados, volveré. Dentro de poco el mundo no verá, pero vosotros me veréis y viviréis, porque yo sigo viviendo. Entonces sabréis que yo estoy con mi Padre, vosotros conmigo y yo con vosotros. El que acepta mis mandamientos y los guarda, ése me ama; al que me ama lo amará mi Padre, y yo también lo amaré y me revelaré a él.”

 

Defiéndenos de nuestras invenciones

Sin él no hay profecía. Sin él no hay encarnación. Sin él no hay Iglesia. Sin él no hay eucaristía. Sin él no hay misión a los pobres. Sin él no hay historia de la salvación.

Y, sin embargo, él resulta ser el olvidado, el desconocido, el desfigurado.

Estamos hablando del Espíritu Santo.

En el evangelio de hoy oiremos que Jesús dice: “Si me amáis, guardaréis mis mandamientos. Y yo le pediré al Padre que os dé otro Paráclito, que esté siempre con vosotros, el Espíritu de la verdad”.

Nadie piense que, al decir “otro Paráclito”, se le está dando un nombre propio al Espíritu de la verdad –como se da a entender al escribirlo con la mayúscula-; Jesús sólo está desvelando la función que el Espíritu va a desempeñar en la comunidad de los discípulos.

Esa función es la de abogado, la de “llamado” a interceder por los discípulos, la de  defensor de los discípulos; y si queremos decirlo con la palabra griega que eso significa, entonces decimos que esa función es la de paráclito o paracleto, aunque mucho me temo que esas palabras necesiten explicación, y eso sería razón más que suficiente para evitarlas en la liturgia-.

Como lo fue Jesús, también el Espíritu de la verdad es “don del Padre”.

Jesús lo dijo de sí mismo a Nicodemo: “Tanto amó Dios al mundo que le dio a su Unigénito”. Y se lo dio a entender a la mujer samaritana, cuando le dijo: “Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te pide de beber, tú le pedirías a él, y él te daría agua viva”.

Ahora, a sus discípulos, Jesús lo dice del Espíritu Santo: “Yo le pediré al Padre que os dé otro defensor”.

Como lo había sido Jesús, también el Espíritu será en la comunidad de los discípulos un “defensor”.

Jesús los había defendido llamándolos a su seguimiento, haciéndose para ellos compañero de camino y maestro, curando dolencias y expulsando espíritus inmundos, resucitando muertos, haciéndose siervo de todos, siendo para ellos buen pastor que da la vida por su rebaño, amándolos hasta el fin, hasta el extremo.

Ahora tendrán otro defensor, al que Jesús llama “el Espíritu de la verdad”.

El mundo no puede recibirlo, porque no lo percibe ni lo conoce; pero los discípulos ya lo conocen, porque vive con ellos y está entre ellos.

El Espíritu les enseñará todo y les irá recordando todo lo que Jesús ha dicho.

Y tú, Iglesia templo del Espíritu, sabes de esa presencia divina en tu vida, en la vida de tus hijos. Sabes de ese don, de esa luz, de esa fuerza que te defiende haciéndote de Cristo, ungiéndote para que seas evangelio de los pobres, santificando los dones de tu eucaristía y congregando en la unidad a cuantos participamos del cuerpo y la sangre de Cristo. Tú sabes que nadie es de Cristo Jesús sin el Espíritu de Cristo Jesús, que nadie es de Cristo Jesús si no es evangelio para los pobres, que nadie es de Cristo Jesús sin comunión con los hermanos, sin que el Espíritu de Jesús nos congregue en la unidad.

Y sabes también, lo sabes por experiencia, que podemos inventarnos un Dios al servicio de nuestros egoísmos, una religión que garantice nuestra tranquilidad, una Iglesia sin pobres y sin hermanos, un Dios, una religión, una Iglesia que nada tendrían que ver con el Dios de Jesús de Nazaret, con el reino de Dios, con la Iglesia de Cristo.

Ven, Espíritu Santo, defiéndenos de nuestras invenciones. Ven, y llena los corazones de tus fieles, para que formemos en Cristo un solo cuerpo, un solo espíritu, y no nos inventemos Iglesias sin Cristo y sin ti.

 

Siempre en el corazón Cristo.

+ Fr. Santiago Agrelo

Arzobispo emérito de Tánger

 

 

domingo, 7 de mayo de 2023

¡FELIZ DOMINGO! 5º DE PASCUA


 

San Juan 14, 1-12.

   “ En aquel tiempo dijo a Jesús a sus discípulos: No perdáis la calma, creed en Dios y creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas estancias, si no os lo había dicho, y me voy a prepararos sitio. Cuando vaya y os prepare sitio volveré y os llevaré conmigo, para que donde estoy yo estéis también vosotros. Y adonde yo voy, ya sabéis el camino.

    Tomás le dice: Señor, no sabemos a dónde vas. ¿Cómo podemos saber el camino? Jesús le responde: Yo soy el camino y la verdad y la vida. Nadie va al Padre sino por mí. Si me conocierais a mí, conoceríais también a mi Padre. Ahora ya lo conocéis y lo habéis visto.

     Felipe le dice: Señor, muéstranos al Padre y nos basta. Jesús le replica: hace tanto tiempo que estoy con vosotros, ¿y no me conoces, Felipe? Quien me ha visto a mí ha visto al Padre. ¿Cómo dice tú: Muéstranos  al Padre? ¿No crees que yo estoy en el Padre y el Padre en mí? Lo que yo os digo no lo digo por mi cuenta propia. El Padre que permanece en mí, él mismo hace las obras. Creedme: yo estoy en el Padre y el Padre en mí. Si no, creed a las obras. Os lo aseguro: el que cree en mí, también el hará las obras que yo hago, y aún mayores. Porque yo me voy al Padre.”

 

Que los muertos entierren a sus muertos

 

Está dicho desde el principio, aunque, puede que también desde el principio, a tus hijos se les haya ocultado la luz de este misterio: “Acercándoos al Señor”, es decir: creyendo en Cristo Jesús, “piedra viva rechazada por los hombres, pero elegida y preciosa para Dios”, por vuestra fe, “también vosotros, como piedras vivas, entráis en la construcción de una casa espiritual para un sacerdocio santo, a fin de ofrecer sacrificios espirituales agradables a Dios por medio de Jesucristo”.

Está dicho desde el principio: Formáis con Cristo Jesús un todo, una construcción, una casa espiritual, un espacio sagrado en el que se ofrece a Dios un culto en espíritu y en verdad. En esa casa de Dios que somos los que nos hemos acercado a Cristo Jesús, resuena ininterrumpido un cántico nuevo al Señor nuestro Dios, porque ha hecho maravillas, porque nos ha revelado su salvación, porque nos ha dado a conocer nuestra condición de hijos, nuestra comunión con su Hijo.

Está dicho desde el principio: En ese espacio sagrado que formáis los que sois de Cristo Jesús, en esa construcción de la que sois piedras vivas los bautizados en Cristo Jesús, junto con Cristo Jesús, “piedra angular, elegida y preciosa”, vosotros ejercéis un sacerdocio santo, un sacerdocio real, por el que todo en vuestra vida es ofrecido como sacrificio espiritual agradable a Dios.

No pienses, hermano mío, hermana mía, que en esta hora de la salvación hay lugar para templos de piedra con altares de piedra sobre los que hacer a Dios ofrendas substitutivas de la propia vida. En esta hora sólo hay lugar para un templo espiritual, para la comunión con Cristo Jesús, “piedra viva rechazada por los hombres”; sólo hay lugar para el ofrecimiento de nosotros mismos con Cristo Jesús, para nuestra obediencia de hijos con Cristo Jesús, para que ofrezcamos un culto espiritual con Cristo Jesús.

Por eso Jesús dijo de sí mismo: “Yo soy el camino y la verdad y la vida”; pues no tenemos otro camino para ir a Dios si no es Cristo Jesús, no tenemos otro modo de ofrecer culto agradable a Dios si no es entrando en la construcción de la que Cristo Jesús es la piedra angular, no tenemos otro modo de andar en verdad si no es ofreciéndonos con Cristo Jesús, no tenemos otro modo de entrar en la vida si no es obedeciendo con Cristo Jesús, si no es siendo uno con Cristo Jesús.

Sólo entonces, cuando tu vida es el culto que ofreces a Dios por medio de Jesucristo en la unidad del Espíritu Santo, sólo entonces se te llena de verdad el culto que ofreces con todos los hermanos en el sacramento de la Eucaristía.

Allí, presididos en la caridad por el presbítero o por el obispo, resonará el cántico nuevo de la fe, aclamaremos al Señor, le daremos gracias, sentiremos sobre nosotros la mirada de su misericordia. Allí, la comunidad reunida será sacramento de la casa espiritual que con Cristo formamos todos los que creemos en él. Allí, en la comunidad reunida, en el ministro que la preside, en la palabra de Dios, en el pan y el vino de la eucaristía, nos encontraremos con Cristo Jesús, comulgaremos con Cristo Jesús, nos haremos uno con Cristo Jesús, y así, con Cristo Jesús y en comunión con los hermanos, volveremos a nuestra tarea –a nuestro sacrificio espiritual- de cada día.

Me pregunto si no hemos suplantado la casa espiritual de piedras vivas por edificios de piedras muertas. Me pregunto si no hemos olvidado el sacerdocio real y santo del pueblo de Dios tras el velo tupido del sacerdocio clerical –digo clerical, que no ministerial-. Me pregunto si lo que hacemos en nuestras celebraciones eucarísticas es ofrecernos con Cristo o es más bien ofrecer a Cristo sin nosotros.

Está dicho desde el principio: “Vosotros sois un linaje escogido, un sacerdocio real, una nación santa, un pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las proezas del que os llamó de las tinieblas a su luz admirable”. Somos una comunidad en oración, a la escucha de la palabra de Dios y al servicio de los pobres. Ésa es nuestra vocación. No volváis la vista atrás: Dejad que los muertos entierren a sus muertos.

 

Siempre en el corazón Cristo.

 

 

+ Fr. Santiago Agrelo

Arzobispo emérito de Tánger

 

miércoles, 3 de mayo de 2023

VIGILIA DE ORACIÓN

 

                             

                             ¡¡Te esperamos!!