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domingo, 22 de octubre de 2023

¡FELIZ DOMINGO! 29º DEL TIEMPO ORDINARIO

 


San Mateo 22,15-21.

    “En aquel tiempo, los fariseos se retiraron y llegaron a un acuerdo para comprometer a Jesús con una pregunta. Le enviaron unos discípulos, con unos partidarios de Herodes, y le dijeron: Maestro, sabemos que eres sincero y que enseñas el camino de Dios conforme a la verdad; sin que te importe nadie, porque no te fijas en las apariencias. Dinos, pues, qué opinas: ¿es lícito pagar impuestos al César o no?

   Comprendiendo su mala voluntad, les dijo Jesús: ¡Hipócritas!, ¿por qué me tentáis? Enseñadme la moneda del impuesto.

    Le presentaron un denario. Él les preguntó: ¿De quién son esta cara y esta inscripción?

    Le respondieron: Del César.

    Entonces les replicó: Pues pagadle al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios.”

 

Las gabelas de Dios

Muchas veces, para adentrarnos en el misterio de salvación que se celebra en el domingo, hemos pasado por la puerta del salmo responsorial, y hoy también pediremos al salmista que sea él quien nos guíe al misterio donde Dios habita, y a Cristo en quien Dios se nos ha manifestado.

El salmo, por ser oración, tiene la virtud y la gracia de apartarnos de tentaciones moralizantes, y de introducirnos sin demora en la presencia de Dios.

Todos guardamos en la memoria el dicho de Jesús: “Pagadle al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios”.

El mandato es claro, “pagad”, y el significado también lo es, pues todos entendemos que equivale más o menos a “dad”, “devolved”, “entregad”, “restituid”.

Lo que se ha de pagar “al César”, no es necesario que lo explique yo: hay quien se ocupa de que lo cumpláis y sin necesidad de muchas explicaciones.  Sabéis, sin embargo, que el debido cumplimiento de ese «deber con hacienda» no es para vosotros motivo de júbilo, y no suele llevar consigo gritos de aclamación ni cantos de fiesta.

Cosa bien distinta sucede con el “tributo” que pagamos a Dios.

Ahora será el salmista quien nos ayude a comprender.

Recuerda, Iglesia amada del Señor, sus palabras, que hoy son también palabras de tu oración: “Cantad al Señor, contad sus maravillas, aclamad al Señor, aclamad la gloria del nombre del Señor, postraos ante el Señor”…

A ti se te ha concedido conocer la gloria del Señor, has podido admirar sus maravillas, a ti se te ha revelado su grandeza, conoces el poder de su brazo.

Si te fijas en la creación, los cielos y la tierra, las criaturas todas te hablan de quien todo lo sostiene; y todas “pagan tributo de reconocimiento y de agradecimiento” a su Creador: “El cielo proclama la gloria de Dios, el firmamento pregona la obra de sus manos, el día al día le pasa el mensaje, la noche a la noche se lo susurra”.

Si te fijas en la historia del pueblo de Dios, en su Pascua, en la salvación de la que ha sido beneficiario, hallarás que el Señor “increpó al mar y se secó, los condujo por el abismo como por tierra firme; los salvó de la mano del adversario, los rescató del puño del enemigo… Entonces creyeron sus palabras”, y todos ellos, pagando el tributo debido a su Dios, “cantaron su alabanza”.

¿Has encontrado el camino que lleva desde la experiencia de la gracia al tributo del agradecimiento? Entonces deja ya la mano del salmista y entra, guiada por el Espíritu de Jesús, en el misterio de la Pascua cristiana. El Padre Dios te ha entregado como sacramento de su amor a su propio Hijo. En Cristo has entrado en el mundo nuevo, en el que Dios es Rey; en Cristo has conocido maravillas que nunca habrías podido siquiera soñar: que seas morada de Dios y que Dios sea tu morada; que seas hijo de Dios y, por ser hijo, seas también heredero; que seas templo del Espíritu Santo; que lleves sobre ti, como si de tu hacienda se tratase, todas las bendiciones con que el Padre Dios podía bendecirte.

Si conoces lo que has recibido, conocerás lo que has de tributar: “Cantad al Señor un cántico nuevo”. Siempre nueva es la Pascua de tu liberación, Iglesia de Cristo; siempre nuevo ha de ser tu canto, siempre nuevo ha de ser tu tributo…

Deja la mano del salmista, pero no dejes la mano de aquel con quien vas a entrar en comunión sacramental… Es Cristo quien se te ofrece, es a Cristo a quien recibes, es con Cristo con quien Dios se te da por entero. Todo se te da en el que viene a ti. Ahora eres tú quien ha de decidir cuál ha de ser la cuantía de tu tributo… Un tributo de aclamaciones, un tributo de pan para Cristo pobre, el tributo de todo tu ser para quien te amó sin reservarse nada para sí…

Feliz domingo.

Siempre en el corazón Cristo.

 

+ Fr. Santiago Agrelo

Arzobispo emérito de Tánger

 

domingo, 15 de octubre de 2023

¡FELIZ DOMINGO! 28º DEL TIEMPO ORDINARIO

 


San Mateo 22, 1-14.

    “En aquel tiempo volvió Jesús a hablar en parábolas a los sumos sacerdotes y a los senadores del pueblo, diciendo:

    El Reino de los Cielos se parece a un rey que celebraba la boda de su hijo. Mandó criados para que avisaran a los convidados, pero no quisieron ir. Volvió a mandar criados encargándoles que les dijeran: tengo preparado el banquete, he matado terneros y reses cebadas y todo está a punto. Venid a la boda. Los convidados no hicieron caso; uno se marchó a sus tierras, otro a sus negocios, los demás les echaron mano a los criados y los maltrataron hasta matarlos. El rey montó en cólera, envió sus tropas, que acabaron con aquellos asesinos y prendió fuego a la ciudad.

    Luego dijo a sus criados: La boda está preparada, pero los convidados no se la merecían. Id ahora a los cruces de los caminos y a todos los que encontréis, convidadlos a la boda. Los criados salieron a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos. La sala del banquete se llenó de comensales.

    Cuando el rey entró a saludar a los comensales reparó en uno que no llevaba traje de fiesta y le dijo: Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin vestirte de fiesta? El otro no abrió la boca.

   Entonces el rey dijo a los camareros: Atadlo de pies y manos y arrojadlo fuera, a las tinieblas. Allí será el llanto y el rechinar de dientes. Porque muchos son los llamados y pocos los escogidos.”

 

Contrabandistas

 

Lo escribí hace quince años:

“Preparará el Señor para todos los pueblos un festín… El Señor Dios enjugará las lágrimas de todos los rostros”.

Escucho al profeta y miro a Cristo Jesús. Escucho la palabra de la promesa y acojo el evangelio de la gracia. Escucho, contemplo y gozo, pues todo se me ha dado en este Hijo, que viene del cielo para ser, en nuestra mesa, vida en abundancia, vida eterna.

Considera, hermano mío, cómo la promesa se ilumina desde el evangelio. Pudieras pensar que se nos promete más de lo que se nos ha dado, pero la fe te permite intuir que se nos ha dado mucho más de lo que la promesa pudiera sugerir. El pan de este banquete ha bajado del cielo, y con ese pan llegan a tu vida y se quedan en ella la gracia, los dones del Espíritu, la alegría, la luz, la salvación, el perdón, la paz.

Lágrimas enjugadas: enfermos curados, esclavos redimidos, pecadores perdonados.

Tú también te sientas a la mesa de este banquete; aquel mismo pan del cielo se te ofrece hoy en la Eucaristía que celebras; el que quiso hacerse alimento para el mundo en la mesa de la Encarnación, se hace alimento para ti en la mesa eucarística.

Ven y come, transfórmate en lo que recibes, de modo que, con Cristo, también tú seas alimento ofrecido en la mesa de los pobres y mano con la que Dios enjuga hoy las lágrimas de los que sufren.

Al comentar hoy la misma profecía, tengo que preguntarme aún sobre “las lágrimas” del rostro de los pobres que no han sido enjugadas: ¿Es que acaso el Señor no ha cumplido su promesa? ¿Es que el Hijo no ha llegado todavía para ofrecer a todos la gracia y la vida, la libertad y la paz? ¿Acaso Dios ha dejado de ser el pastor que nos hace recostar en verdes praderas, nos conduce a fuentes tranquiles y repara nuestras fuerzas?

Todo mi ser va diciendo que el Señor ha cumplido su promesa. Es más, mi corazón sabe que, también para los innumerables pobres que yacen en la muerte, también para ellos, sobre todo para ellos, se ha dispuesto aquel banquete, y ellos, con asombro y sin lágrimas, se sentarán gozosos a la mesa de los bienes de Dios.

Pero algo me dice que, más acá de la muerte de los pobres, más acá de aquel reino en que Dios hará justicia a los oprimidos, más acá del más allá, está nuestra responsabilidad personal y social con los hambrientos de justicia.

 Algo me dice que, en ese más acá, la compasión de Dios sólo puede mirar por nuestros ojos, sólo puede curar con nuestras manos, y para enjugar lágrimas encontrará nuestros pobres trapos –lo de los trapos es un decir, pues las lágrimas se secan con la fiesta del pan y la ternura-.

Algo me dice que Dios anda buscando ojos, manos y trapos.

Y mientras no se los ofrezcan las leyes, que se los pase de contrabando el amor.

Es tiempo de contrabandistas.

Ya sabéis de qué: Ojos, manos y trapos.

¡Y corazón!

Dios nos espera.

 

Siempre en el corazón Cristo.

+ Fr. Santiago Agrelo

Arzobispo emérito de Tánger

 

domingo, 8 de octubre de 2023

¡FELIZ DOMINGO! 27º DEL TIEMPO ORDINARIO

 


San Mateo 21, 33-43.

    “En aquel tiempo dijo Jesús a los sumos sacerdotes y a los senadores del pueblo: Escuchad otra parábola: Había un propietario que plantó una viña, la rodeó con una cerca, cavó en ella un lagar, construyó la casa del guarda, la arrendó a unos labradores y se marchó de viaje.

    Llegado el tiempo de la vendimia, envió sus criados a los labradores para percibir los frutos que le correspondían. Pero los labradores, agarrando a los criados, apalearon a uno, mataron a otro, y a otro lo apedrearon. Envió de nuevo otros criados, más que la primera vez, e hicieron con ellos lo mismo. Por último, les mandó a su hijo diciéndose: “Tendrán respeto de mi hijo”. Pero los labradores, al ver al hijo se dijeron: “Este es el heredero: venid, lo matamos y nos quedamos con su herencia”. Y agarrándolo, lo empujaron fuera de la viña y lo mataron. Y ahora, cuando vuelva el dueño de la viña, ¿qué hará con aquellos ladrones?

    Le contestaron: Hará morir de mala muerte a esos malvados y arrendará la viña a otros labradores que le entreguen los frutos a sus tiempos.

    Y Jesús les dice: ¿No habéis leído nunca en la Escritura: “La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular. Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente”? Por eso os digo que se os quitará a vosotros el Reino de los Cielos y se dará a un pueblo que produzca sus frutos.”

 

Solo: Sin Dios y sin hermanos

Tentación permanente del pueblo de Dios ha sido la idolatría: llamar Dios a la obra de nuestras manos, poner lo que no es Dios en el lugar que sólo a Dios le corresponde.

Nuestra fe establece una relación de pertenencia mutua entre Dios y su pueblo, relación que tiene en el amor su origen, su razón de ser, y que sólo en el amor se puede vivir.

Esa relación de amor, filial y probada, gozosa y penosa, luminosa y oscura, la vivió en fidelidad Jesús de Nazaret: Hacer la voluntad del Padre fue para el Mesías Jesús norma de vida, alimento de cada día. Él es el que, entrando en el mundo, dice: “Tú no quisiste sacrificios ni ofrendas, pero me formaste un cuerpo; no aceptaste holocaustos ni víctimas expiatorias. Entonces yo dije: He aquí que vengo, oh Dios, para hacer tu voluntad”.

En Cristo Jesús, en comunión con él, formando un cuerpo con él, también nosotros seremos fieles al amor del que hemos nacido.

Esa comunión es gracia, pues gracia es la encarnación de la Palabra, gracia el abajamiento del Hijo de Dios, gracia su obediencia hasta la muerte y muerte de Cruz. Gracia es nuestra redención, nuestra liberación, nuestra incorporación a la familia de Dios. Gracia es la revelación del amor de Dios en ese Hijo que se nos ha dado.

Por gracia hemos escuchado la enseñanza de Cristo Jesús, por gracia hemos aceptado el don de su vida, por gracia nos hemos asombrado de su gloria y esperamos participar en ella.

Somos tierra agraciada, tierra que el Señor entrecavó y descantó, y en la que plantó buenas cepas, injertándolas todas en la vid que es Cristo Jesús, de cuya plenitud “todos hemos recibido gracia tras gracia”.

A cada uno de nosotros corresponde añadir estrofas personales al canto de amor de Dios por su viña: Me dio su Espíritu, que me ungió como ungió a Jesús. Me hizo uno con su Unigénito, con su amado, con su predilecto, para poder amar en mí lo que amaba en él, para que pueda yo ser amado como es amado él. Me hizo Iglesia, cuerpo de Cristo, y me envió a los pobres, para que les lleve la buena noticia.

Somos labranza de Dios, obra de sus manos, gracia de su amor. Somos la viña del Señor. Él  nos ha elegido para que vayamos y demos fruto, y nuestro fruto permanezca.

Y éste es el fruto que se espera encontrar en la viña que Dios ha trabajado: Se espera que produzca derecho y justicia, que sea evangelio para los pobres, que sea sacramento del amor que es Dios, que sea reflejo de la bondad del labrador, de su justicia, de su fidelidad.

Se espera buen fruto, pero… la viña puede dar agrazones en vez de uvas.

Aquí he de volver a la idolatría, a esa seducción que nos incita a matar para quedarnos con la herencia. La idolatría es traición al amor de Dios y negación de la fraternidad humana. Con ella se hacen de casa el asesinato y los lamentos, y con toda naturalidad los endiosados se pondrán de acuerdo para asesinar al heredero.

Se cumplen ahora diez años de aquel naufragio frente a Lampedusa en el que perecieron 368 personas. Desde aquellos días a estos nuestros, el Mar Mediterráneo se ha quedado con la vida de 28.000 personas. Todas esas vidas estuvieron en nuestras manos. De todas pudimos hacernos cargo, pero pensamos que sólo habíamos de hacerlo de nosotros mismos, y en nombre de nuestro interés hicimos legal la tortura y el asesinato, y echamos un velo de silencio sobre el dolor de las víctimas.

Con asombro para la tierra y el cielo, hemos aprendido a celebrar eucaristías idolátricas que nos permiten reverenciar un pan mientras matamos a Cristo.

Vivimos tan atentos a nosotros mismos, que nos hicimos indiferentes al dolor de los demás. En realidad, la idolatría nos ha dejado solos, solos, sin Dios y sin hermanos.

Necesitamos recuperar el corazón de nuestra fe. Necesitamos recuperar la verdad de la eucaristía. Necesitamos recuperar la memoria de las obras de Dios a favor de su pueblo. Necesitamos aprender a Jesús.

Si así lo hacemos, volveremos a tener en cuenta todo lo que es verdadero, noble, justo, puro, amable, laudable. “Y la paz de Dios, que sobrepasa todo juicio, custodiará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús”.

 

Siempre en el corazón Cristo.

+ Fr. Santiago Agrelo

Arzobispo emérito de Tánger

 

domingo, 1 de octubre de 2023

¡FELIZ DOMINGO! 26º DEL TIEMPO ORDINARIO

 


San Mateo 21, 28-32.

    “En aquel tiempo dijo Jesús a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo: ¿Qué os parece? Un hombre tenía dos hijos. Se acercó al primero y le dijo: “Hijo, ve hoy a trabajar en la viña”. Él le contesto: “No quiero”. Pero después se arrepintió y fue. Se acercó al segundo y le dijo lo mismo. Él le contestó: “Voy, señor”. Pero no fue. ¿Quién de los dos hizo lo que quería el padre? Contestaron: El primero. Jesús les dijo: Os aseguro que los publicanos y las prostitutas os llevan la delantera en el camino del Reino de Dios. Porque vino Juan a vosotros enseñándoos el camino de la justicia y no le creísteis. En cambio, los publicanos y las prostitutas lo creyeron. Y aun después de ver esto vosotros no os arrepentisteis ni le creísteis.” 

 

Aprender el camino

 

Después de escuchar la palabra del profeta, desde lo hondo del corazón dijiste: “Señor, enséñame tus caminos, instrúyeme en tus sendas”. Y él te dijo: “Hijo, ve hoy a trabajar en la viña”.

Atraído por el Señor, dijiste: “Haz que camine con lealtad”. Y él insistió: “Hijo, ve hoy a trabajar en la viña”.

Y aún añadiste en tu oración: “Enséñame, porque tú eres mi Dios y salvador, y  todo el día te estoy esperando”. Y él volvió a recordarte lo que ya te había dicho: “Hijo, ve hoy a trabajar en la viña”.

Te dije: “Enséñame”; y no lo dije para saber sino para vivir.

Te dije: “Enséñame”; y no lo pedí para saber sobre el camino que lleva a la vida sino para ponerme a caminar por él.

Te dije: “Enséñame”. Y tú, diciéndome: “ve hoy a trabajar en la viña”, me pediste que fuese a Jesús, me indicaste a tu Hijo, me mostraste a tu amado, lo pusiste delante de mí, y me dijiste: Ve a él, “escúchalo”, apréndelo, síguelo, pues él es “el camino y la verdad y la vida”.

Fíjate en él: “Con ser de condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios, al contrario, se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos”.

Fíjate y aprende el camino: “Se rebajó hasta someterse incluso a la muerte y una muerte de cruz”.

Ve a la viña, sigue el camino.

No temas, no te eches atrás, no dejes de ir aunque presientas fatigosa la tarea que te espera, pues el camino que es Jesús, el camino del evangelio, el camino del reino, el camino de los pobres, el camino de la cruz, es arduo, pero ése y no otro es el camino de la vida.

Si te apartas de Jesús, te apartas de la vida: “Cuando el justo se aparta de su justicia, comete la maldad y muere, muere por la maldad que cometió”.

Si caminas en Jesús, vas a tu salvación: “Cuando el malvado se convierte de la maldad que hizo y practica el derecho y la justicia, él mismo salva su vida”.

Si escuchas la palabra del Hijo, si bajas con él hasta lo hondo del misterio de la cruz, entonces se hace posible el deseo del apóstol, deseo que es también el de Jesús: “Manteneos unánimes y concordes con un mismo amor y un mismo sentir” –“que todos sean uno”-.

Y sé que eso no es posible si no sigo a Jesús en su abajamiento, si no me despojo de mí mismo, si no aprendo de Jesús a considerar que los demás son todos superiores a mí mismo.

El que es de Cristo Jesús, escuchará su voz y lo seguirá; y, siguiéndolo, aprenderá el camino.

Apréndelo escuchando a Jesús. Apréndelo bajando con Jesús. Apréndelo haciéndote con Jesús evangelio para los pobres. Apréndelo comulgando con Jesús. Apréndelo amándolo todo y a todos en Jesús. Apréndelo hasta que seas Jesús.  

Aunque sólo sea para aprender el camino, “ve hoy a trabajar en la viña”...

Feliz domingo.

Siempre en el corazón Cristo.

 

+ Fr. Santiago Agrelo

Arzobispo emérito de Tánger