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sábado, 25 de noviembre de 2023

¡FELIZ DOMINGO! SOLEMNIDAD DE JESUCRISTO, REY DEL UNIVERSO

 San Mateo 25, 31-46.

    “En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: Cuando venga en su gloria el Hijo del Hombre y todos los ángeles con él se sentará en el trono de su gloria y serán reunidas ante él todas las naciones. Él separará a unos de otros, como un  pastor separa las ovejas de las cabras. Y pondrá las ovejas a su derecha y las cabras a su izquierda.

    Entonces dirá el rey a los de su derecha: Venid vosotros, benditos de mi Padre; heredad el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis, estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme.

    Entonces los justos le contestarán: Señor, ¿cuándo te vimos con hambre y te alimentamos, o con sed y te dimos de beber?; ¿cuándo te vimos forastero y te hospedamos, o desnudo y te vestimos?; ¿cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a verte?

    Y el rey les dirá: Os aseguro que cada vez que lo hicisteis con uno de estos mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis.

    Y entonces dirá a los de su izquierda: Apartaos de mí, malditos; id al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre y no medisteis de comer, tuve sed y no me disteis de beber, fui forastero y no me hospedasteis, estuve desnudo y no me vestisteis, enfermo y en la cárcel y no me visitasteis.

    Entonces también estos contestarán: Señor, ¿cuándo te vimos con hambre o con sed, o forastero, o desnudo, o enfermo o en la cárcel y no te asistimos?

    Y él replicará: Os aseguro que cada vez que no lo hicisteis con uno de estos, los humildes, tampoco lo hicisteis conmigo.

    Y estos irán al castigo eterno y los justos a la vida eterna.”

 

Imita lo que has creído

 

Fíjate en las palabras de alianza de tu Dios contigo: “Yo mismo en persona buscaré a mis ovejas… Seguiré el rastro de mis ovejas y las libraré… Yo mismo apacentaré mis ovejas, yo mismo las haré sestear… Buscaré las ovejas perdidas, recogeré a las descarriadas, vendaré a las heridas, curaré a las enfermas… Voy a juzgar entre oveja y oveja…”.

Al escuchar lo que tu Dios se compromete a hacer contigo, has reconocido lo que él es para ti: “El Señor es mi pastor, nada me falta… Me conduce hacia fuentes tranquilas y repara mis fuerzas; me guía por el sendero justo… Prepara una mesa ante mí… Me unge con perfume… Su bondad y su misericordia me acompañan…”, hasta que “habite en la casa del Señor por años sin término”.

Al escuchar las palabras de la profecía, tú, Iglesia congregada para la eucaristía, habrás comprendido ya que eres un pueblo en camino “hacia la casa del Señor”, y que en ese camino tuyo es el Señor mismo quien va contigo, son su bondad y su misericordia quienes siempre te acompañan.

Al escuchar, lo dirás con toda verdad, lo pregonará tu corazón en fiesta: ¡El Señor es mi pastor!

Pero aún no te has fijado en su rostro, el de Dios pastor de su pueblo, y tal vez no sepas aún decir por qué, si él va contigo, nada te falta, qué mesa es la que él prepara ante ti, de qué modo tu Dios repara tus fuerzas.

Si quieres ver cómo te apacienta tu Dios, vuelve tus ojos a Cristo Jesús, a tu buen pastor, a tu rey y Señor: Verás que va curando enfermos, limpiando leprosos, vendando heridas, multiplicando panes, perdonando pecados, repartiendo gracia, llevando a los pobres la buena noticia que necesitan recibir.

Y si me dices que eso es lo que Cristo Jesús hizo con otros en otro tiempo, te diré que mucho más que eso es lo que ha hecho con nosotros, pues de él hemos recibido el perdón y la gracia, la reconciliación y la vida, el Espíritu Santo y la paz; con Cristo Jesús estamos junto al Padre; en Cristo Jesús somos hijos de Dios; por Cristo Jesús habitamos en la casa del Señor por años sin término.

Aun más, eso que ya has gustado en tu vida de fe, es lo que hoy se te ofrece renovado en la celebración de la eucaristía, en la que comulgas con el buen pastor de tu vida, con el evangelio de Dios para ti, con Cristo Jesús.

Pero aún hemos de volver sobre la palabra proclamada hoy. Escucha lo que en la profecía dice el Señor Dios: “Voy a juzgar entre oveja y oveja”. Y escucha lo que en el evangelio dice Jesús a sus discípulos: “Cuando venga en su gloria el Hijo del hombre… se sentará en el trono de su gloria, y serán reunidas ante él todas las naciones. Él separará a unos de otros, como un pastor separa las ovejas de las cabras…”.

Aquel día no se me preguntará por lo que he recibido, sino por lo que he dado.

Aquel día se me preguntará por el amor. O lo que es lo mismo, aquel día se me preguntará por la bondad y la fidelidad con que hice camino al lado de los pobres; se me preguntará por la mesa preparada para que no falte mi pan a los pequeños del reino; aquel día se me preguntará por la suerte de mis hermanos.

Y una voz resuena en mi interior: Imita lo que has creído. Imita lo que comulgas. Busca a los pequeños para darles de comer, darles de beber, vestirlos, acogerlos, abrazarlos… Búscalos como a ti te ha buscado el Señor, y serás bendito para siempre en el reino del Padre.

Feliz comunión con el nuestro Pastor, con nuestro Rey.

Siempre en el corazón Cristo.

+ Fr. Santiago Agrelo

Arzobispo emérito de Tánger

domingo, 19 de noviembre de 2023

¡FELIZ DOMINGO! 33º DEL TIEMPO ORDINARIO

 


San Mateo 25, 14-30.

   “En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: “Un hombre, al irse de viaje, llamó a sus empleados y los dejó encargados de sus bienes: a uno le dejó cinco talentos de plata, a otro dos, a otro uno, a cada cual según su capacidad; luego se marchó. El que recibió cinco talentos fue enseguida a negociar con ellos y ganó otros cinco. El que recibió dos hizo lo mismo y ganó otros dos. En cambio, el que recibió uno hizo un hoyo en la tierra y escondió el dinero de su señor. Al cabo de mucho tiempo volvió el señor de aquellos empleados y se puso a ajustar las cuentas con ellos. Se acercó el que había recibido los cinco talentos y le presentó otros cinco, diciendo: “Señor, cinco talentos me dejaste; mira, he ganado otros cinco”. Su señor le dijo: “Muy bien. Eres un empleado fiel y cumplidor; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; pasa al banquete de tu señor”.

Se acercó luego el que había recibido dos talentos y dijo: “Señor, dos talentos me dejaste; mira, he ganado otros dos”. Su señor le dijo: “Muy bien. Eres un empleado fiel y cumplidor; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; pasa al banquete de tu señor”.

Finalmente, se acercó el que había recibido un talento y dijo: “Señor, sabía que eres exigente, que siegas donde no siembras y recoges donde no esparces, tuve miedo y fui  a esconder mi talento bajo tierra. Aquí tienes lo tuyo”. El señor le respondió: “Eres un empleado negligente y holgazán. ¿Con que sabías que siembro donde no siego y recojo donde no esparzo? Pues debías haber puesto mi dinero en el banco, para que, al volver yo, pudiera recoger lo mío con los intereses. Quitadle el talento y dádselo al que tiene diez. Porque al que tiene se le dará, pero al que no tiene, se le quitará hasta lo que tiene. Y a ese empleado inútil echadle fuera, a las tinieblas; allí será el llanto y el rechinar de dientes”.

 

Para mí lo bueno eres tú:

 

El salmista lo dijo así: “Para mí, lo bueno es estar junto a Dios, hacer del Señor mi refugio”.

Esas palabras suyas tienen para nosotros un significado nuevo: Él dice: “junto a Dios”, y nosotros entendemos “con Cristo Jesús”. Él ve en el Señor “su refugio”, y nosotros nos vemos acogidos por Cristo Jesús, refugiados en Cristo Jesús, unidos a Cristo Jesús.

El evangelista lo dijo así: “Permaneced en mí, y yo en vosotros; el que permanece en mí da fruto abundante”.

Habrás observado –lo digo a la comunidad eclesial-, que la liturgia de este domingo está toda ella centrada en tu relación con Cristo Jesús.

Tú eres “la mujer hacendosa” que “trabaja con la destreza de sus manos”, “trae ganancias y no pérdidas”, “abre sus manos al necesitado y extiende el brazo al pobre”.

Él, “el hombre que teme al Señor”, es Cristo Jesús.

Por el amor, ese hombre permanece en ti y tú en él. Por el amor, los dos sois una sola carne, los dos sois uno solo. En Cristo Jesús, en comunión con él, darás fruto abundante.

Cuando vuelva el Señor y se ponga a ajustar cuentas con nosotros, “nos examinará en el amor”, o lo que es lo mismo, examinará nuestra comunión con Cristo Jesús.

Y si me preguntas de qué comunión se trata, he de recordar las que a mí se me reclaman como necesarias antes de que llegue a la comunión con el cuerpo eucarístico del Señor.

Esa última, la eucarística, no es posible sin la comunión con el cuerpo eclesial de Cristo Jesús: comunión en la fe, en la esperanza, en el amor, que hace de todos nosotros un solo cuerpo, un solo espíritu.

Y si no queremos que la comunión eucarística sea para nosotros motivo de juicio y de condena, habrá de ir acompañada necesariamente de nuestra comunión con los pobres en los que Cristo Jesús nos sale al encuentro.

Dichosos nosotros, si aquel día el Señor nos revelará la verdad de nuestra comunión con él, la verdad de su comunión con nosotros, y nos dirá: “Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre y me disteis de comer…”. Venid y heredad el reino, porque fuisteis evangelio para los pobres. Venid para ser siempre uno conmigo.

Entonces habrás sido, Iglesia esposa de Cristo, “la mujer hacendosa”, la que “adquiere lana y lino, y los trabaja con la destreza de sus manos”, la que “abre sus manos al necesitado y extiende el brazo al pobre”.

Vuelve a hacer tuyas las palabras del salmista: “Para mí, lo bueno es estar junto a Dios, hacer del Señor mi refugio”. Para mí lo bueno es estar en la comunidad de fe y celebrar con ella la eucaristía. Para mí lo bueno es estar junto a los pobres y ser para ellos sacramento de la cercanía de Dios a sus vidas. Para mí lo bueno es estar en comunión con Cristo Jesús, y en él estar junto a Dios, en él hacer de Dios mi refugio.

Para mí lo bueno eres tú, Cristo Jesús, en quien pido permanecer para que permanezca siempre lo bueno.

Siempre en el corazón Cristo.

+ Fr. Santiago Agrelo

Arzobispo emérito de Tánger

domingo, 12 de noviembre de 2023

¡FELIZ DOMINGO! 32º DEL TIEMPO ORDINARIO


 

San Mateo 25, 1-13.

    “En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: El Reino de los Cielos se parecerá a diez doncellas que tomaron sus lámparas y salieron a esperar al esposo. Cinco de ellas eran necias y cinco eran sensatas. Las necias, al tomar las lámparas, se dejaron el aceite; en cambio, las sensatas se llevaron alcuzas de aceite con las lámparas. El esposo tardaba, les entró sueño a todas y se durmieron.

    A media noche se oyó una voz: “¡Que llega el esposo, salid a recibirlo!”        

    Entonces se despertaron todas aquellas doncellas y se pusieron a preparar sus lámparas. Y las necias dijeron a las sensatas: “Dadnos un poco de vuestro aceite, que se nos apagan las lámparas”. Pero las sensatas contestaron: “Por si acaso no hay bastante para vosotras y nosotras, mejor es que vayáis a la tienda y os lo compréis”.

    Mientras iban a comprarlo llegó el esposo y las que estaban preparadas entraron con él al banquete de bodas y se cerró la puerta. Más tarde llegaron también las otras doncellas, diciendo: “Señor, señor, ábrenos”. Pero él respondió: “Os lo aseguro: no os conozco”.

     Por tanto, velad, porque no sabéis el día ni la hora.”

 

Sedientos de Cristo

A dar unidad a la liturgia de este domingo, pueden ayudarnos los títulos que el Leccionario asigna a la primera lectura y al evangelio –“encuentran sabiduría los que la buscan”, “¡que llega el esposo, salid a recibirlo!”-, y también el estribillo del Salmo responsorial –“mi alma está sedienta de ti, Dios mío”-: Expresan la inquietud y el esfuerzo de la búsqueda, las expectativas del deseo, la fuerza de una pasión que pone en movimiento todo el ser.

Tú, Iglesia de Cristo, eres hoy la esposa del Cantar: “Ya me he levantado a abrir a mi amado: mis manos gotean perfume de mirra, mis dedos mirra que fluye por la manilla de la cerradura. Yo misma abro a mi amado; abro, y mi amado se ha marchado ya. Lo busco y no lo encuentro; lo llamo y no responde… Muchachas de Jerusalén, os conjuro que si encontráis a mi amado le digáis… que estoy enferma de amor”. 

Buscas la sabiduría. Tienes sed de Dios. Esperas al esposo. ¡Estás enferma de amor! La fe te dice que es Cristo Jesús la sabiduría que deseas encontrar. La fe te enseña que es Cristo el esposo a quien esperas en la noche para entrar con él al banquete de bodas.

Si amas la sabiduría, fácilmente la verás; si la buscas, ella ya habrá salido a tu encuentro; si velas por ella, entrarás con ella a su banquete; si madrugas por ella, la hallarás esperándote a la puerta de tu casa. ¡Si buscas a Cristo, descubrirás que habita dentro de ti, en tu corazón!

Amar la sabiduría, buscar a Dios, esperar la llegada del esposo, pensar en quien amamos, velar por aquel a quien buscamos, madrugar por hallar a quien deseamos, estar dispuestos para salir al encuentro de aquel a quien esperamos, ésa es cada día nuestra vida de creyentes, y ése es el misterio que vivimos en nuestra eucaristía: Hoy velamos por Cristo, madrugamos por Cristo, salimos al encuentro de Cristo.

Ya sé que necesitamos siempre aprender a amar, a buscar, a esperar. Si contemplamos lo que deseamos, guardaremos en el corazón lo que hemos contemplado, y amaremos lo que hemos guardado en el corazón.

Si contemplas la sabiduría, la hallarás “radiante e inmarcesible”, amiga y compañera de camino de quienes la buscan, madre de la prudencia y de la paz. Si contemplas a Dios, conocerás en su santuario su fuerza y su gloria, su gracia y su auxilio. Si contemplas el misterio de Cristo, admirarás la humildad y pobreza en que se te acerca, la gloria del Hijo de Dios que en aquella pobreza se te oculta, la gracia que en aquella humildad te visita, la misericordia que tan suavemente te envuelve, la justicia que en Cristo te penetra, la alegría que por Cristo te alcanza. Si contemplas el misterio de Cristo, conocerás la vida divina que Cristo ha hecho tuya, y te iluminará el Espíritu de Dios que de Cristo has recibido para ser hijo. Cristo es el esposo que esperas, suyo es el banquete que para ti está preparado. Contempla, guarda en el corazón lo contemplado, ama con todo el corazón lo que has guardado.

La vida de la Iglesia, la vida de cada uno de sus hijos, está hecha de búsqueda y de encuentro, de deseo y de experiencia, de recuerdos y de abrazos. Buscas a Cristo, y él te sale al encuentro en la comunidad orante; buscas a Cristo, y él te ha invitado a escuchar hoy su palabra; tú buscas a Cristo, y él “atisba por las ventanas”, y os encontraréis tras el velo del misterio del amor; tú buscas a Cristo, y él “mira por las celosías”, y os amaréis y os abrazaréis en el misterio de los pobres.

Mañana será la eternidad, y allí, a los que han muerto en Jesús, Dios los llevará con él.

 

Siempre en el corazón Cristo.

+ Fr. Santiago Agrelo

Arzobispo emérito de Tánger

domingo, 5 de noviembre de 2023

¡FELIZ DOMINGO! 31º DEL TIEMPO ORDINARIO

 


San Mateo 23, 1-12.

    “En aquel tiempo, Jesús habló a la gente y a sus discípulos diciendo: En la cátedra de Moisés se han sentado los letrados y los fariseos: haced y cumplid lo que ellos os digan; pero no hagáis lo que ellos hacen, porque ellos no hacen lo que dicen. Ellos lían fardos pesados e insoportables y se los cargan a la gente en los hombros; pero no están dispuestos a mover un dedo para empujar. Todo lo que hacen es para que los vea la gente: alargan las filacterias y ensanchan las franjas del manto; les gustan los primeros puestos en los banquetes y los asientos de honor en las sinagogas; que les hagan reverencia por la calle y que la gente los llame “maestro”. Vosotros, en cambio, no os dejéis llamar maestro, porque uno solo es vuestro maestro y todos vosotros sois hermanos. Y no llaméis padre vuestro a nadie en la tierra, porque uno solo es vuestro padre, el del cielo. No os dejéis llamar jefes, porque uno solo es Señor, Cristo. El primero entre vosotros será vuestro servidor. El que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.”

 

Aprender a ser hermanos

Guarda mi alma en la paz, junto a ti, Señor”: Decimos: “guarda  mi alma”, y supongo que queremos decir algo así como “guarda mi vida”, o simplemente “guárdame” en la paz. Decimos: “en la paz”, y supongo que queremos decir lejos de la crueldad, lejos de la violencia, lejos de la opresión, lejos de la esclavitud, lejos del hambre... Pero mientras yo imagino una paz “lejos de” toda forma de mal, la oración me la muestra cumplida “junto a ti, Señor”, cerca de ti, a tu lado, contigo. Y el corazón intuye que la paz está siempre y sólo “junto a ti, Señor”.

Guarda mi alma en la paz, junto a ti, Señor”: Ahora no soy yo quien lo dice, ni es tampoco la comunidad eucarística a la que pertenezco; ahora lo grita quien padece el terror de la guerra en Ucrania y en Palestina, en Sudán y en el África subsahariana; ahora lo gritan quienes padecen el terror de una violencia sin rostro en el infierno del desierto, en pueblos de moradores sin alma, en cayucos y pateras; ahora lo gritan hombres, mujeres y niños a quienes la hipocresía llama “rescatados” cuando son interceptados, apresados y devueltos al infierno del que intentaban salir.

Guarda mi alma en la paz, junto a ti, Señor”: Tal vez la respuesta del Señor nuestro Dios al grito de los pobres ya sólo se pueda dar desde el corazón de los fieles, desde la vida de los creyentes, desde la obediencia de los hijos a la palabra del Padre.

El grito de los pobres se vuelve pregunta que Dios me hace a mí: “¿Por qué el hombre despoja a su prójimo, profanando la alianza de nuestros padres?” ¿Por qué los pobres son sacrificados a la crueldad del poder, a los intereses del dinero, al mito del bienestar, a la seducción de la seguridad?

Entonces la palabra de Jesús en el evangelio me devuelve a lo esencial de la fe: “Uno solo es vuestro Padre, el del cielo, y uno solo es vuestro Consejero, Cristo. El primero entre vosotros será vuestro servidor”.

Ése es el mundo de Jesús, ése es el mundo que Dios ha puesto en nuestras manos: la familia de Dios, un mundo de hermanos… una responsabilidad nuestra.

Matar es siempre un fratricidio

El fratricida no es Dios sino Caín. El fratricida soy yo.

En Ucrania y en Palestina, en Sudán y en el África subsahariana, en el infierno del desierto, en cayucos y pateras, fratricida es “el corazón ambicioso”, fratricida es “la pretensión de grandezas que superan nuestra capacidad”, fratricida es “el deseo inmoderado”, al fratricidio te llevan “los ojos altaneros”...

Enséñame, Padre, a acallar mis deseos, “como un niño en brazos de su madre”, como un hijo en tus brazos. Enséñame a vivir en comunión con Cristo Jesús, a sentir con Cristo Jesús, a ser el servidor de todos al modo de Cristo Jesús.

Guárdame en la paz, guárdame junto a ti, guárdame en Cristo Jesús.

Guárdame y, en Cristo, aprenderé a ser hermano de todos.

 

Siempre en el corazón Cristo.

+ Fr. Santiago Agrelo

Arzobispo emérito de Tánger