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sábado, 19 de diciembre de 2009

Una Aventura Sorprendente (XV)


GUIADOS POR LA FE

Se pasaron los meses de espera en el hogar de Nazaret demasiado deprisa.
María y José, muy felices bajo la mirada de Dios, veían con ilusión que la venida del acontecimiento que esperaban, iba llegando a su fin.
Una mañana nebulosa salió José hacia su taller de trabajo, cuando notó algo extraño. Había un grupo de gente en la plaza que hablaba con gran animación. Entonces se enteró de que el emperador César Augusto en el poder del trono de Roma, había decretado un EDICTO de empadronamiento general de todos sus súbditos: cada cual tenía que empadronarse en la ciudad de su origen.
José se turbó pensando que él, siendo de la casa de David, su ciudad era Belén. Enseguida quiso enterar a María de la orden del emperador.
Entró en su casa y disimulando su contrariedad dijo a María:

- La paz del Señor nos acompañe, María.

- Así lo deseo José.

- Pues tengo que darte una noticia.

María leyó en el rostro de su esposo un algo de preocupación.

-Ha llegado un EDICTO de Roma que ordena a todos ir a empadronarse en la ciudad de su origen. Pienso que nosotros tendremos que ir a Belén, que como sabes, es nuestra ciudad, la ciudad de David.
José en efecto, como esposo de María y padre legal de Jesús, es el que transmitía a Jesús el título de "hijo de David".

María comprendió el contratiempo tan grande que este viaje suponía en la circunstancia en que ella se hallaba, muy próxima a dar a luz, por lo cual trató de tranquilizar a su esposo.

- Ya sabes José que los designios del Señor son desconocidos y tenemos que guiarnos por la fe. No te desanimes ni te preocupes esposo mío; todo ha de ser para nuestro bien, pues es el mismo Señor el que nos habla por los acontecimientos. ¡Iremos a Belén! Acabaremos de preparar la ropita de nuestro niño divino que esperamos y le dedicaremos los mayores cuidados posibles y todo nuestro amor. José, no te aflijas que esto es la voluntad de nuestro Dios, y aceptándola nos debemos sentir dichosos. Prepararemos ya todo lo necesario para nuestro viaje.

Oyendo a María José se siente ya renovado. Las palabras de su esposa son para él un bálsamo de suavidad y dulzura inefable. Sosegado así su espíritu, se encuentra con fuerza para todo y así se lo comunica a María.

- Mi querida esposa iré ya disponiendo todo lo necesario.

Y salió muy animoso a preparar el asnillo, los alimentos, los mantos y tantas otras cosas necesarias para un viaje a la ciudad de Belén, que llevaría varios días de camino. No era demasiado fácil, pero ¡guiados por la fe...! adelante.

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