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miércoles, 10 de febrero de 2010

RECORDANDO

 
Nací en una familia pobre y piadosa. Después de varios años y tratando de recordar y recoger ideas y acontecimientos, no sabría decir cuando sentí mi vocación. Resumiría mi historia en la bondad de Dios, y su gran amor que me iba llamando y atrayendo hacia él
Fui una niña tímida y con tendencia a la vida familiar, poco amiga de salir y alternar; siempre me atrajo la interioridad, me sentía feliz en la familia en medio de la pobreza. Cuando tuve que dejar el domicilio familiar para venir a trabajar a León fue como si me arrancaran algo muy querido. No me gustaba salir y echaba de menos la casa de mis padres para poder estar en ella el tiempo libre, que por cierto no era mucho.
La vida de fe que me inculcaron mis padres la procuraba mantener con regularidad y tampoco descuidaba mis compromisos cristianos, pero no más que el resto de las chicas de mi edad.
En la familia existían religiosas, una de vida activa y otra clarisa. Cuando de pequeña me preguntaban si quería ser monja siempre respondía que no, pero a los 15 años quise irme con mi prima y así se lo dije a mis padres que se opusieron rotundamente. Por no contrariarles aquello quedó aparcado en el fondo del corazón. Pero Dios me quería para Él y a los 17 años alguien me dijo: “¿No te gustaría ser monja?” Contesté: “No me importaría pero, si necesito el permiso de mi madre tendré que esperar”. Yo vivía cerca del convento y asistí a la entrada de una de las hermanas de la Comunidad, y cuando pasaba el umbral de la clausura y vi a las hermanas, sin saber por qué lo decía ni quien me lo había inspirado dije a las monjas: “La siguiente, yo”.
A los tres meses, en una fiesta de la Virgen, esto se convirtió en una realidad a pesar de la oposición de mi madre que poco a poco fue cambiando de idea y también ella se sentía feliz con su hija monja.
Desde entonces aquí estoy contenta de pertenecer a la gran familia Franciscana-Clariana procurando hacer realidad esa vida de entrega a Dios y a los hermanos a través de la oración y el sacrificio. Desde mi vida escondida quiero hacer llegar a todo el mundo la Paz y el Bien que nos distinguen como franciscanos. En resumen las características particulares serían las siguientes: Predilección y llamada por parte de Dios y Maduración, crecimiento y respuesta por mi parte. LEMA: Vida escondida con Cristo en Dios
Si alguna joven se siente llamada que no tenga miedo, Dios no defrauda.
Sor Mª Azucena de Cristo Rey

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