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jueves, 25 de febrero de 2010

Una Aventura Sorprendente (XXVIII)


NUEVAS CONFIDENCIAS
Aquella tarde primaveral de fiesta, se había presentado espléndida. María y José con su Hijo Jesús salieron de la sinagoga muy animados a pasar, en familia, una hermosa tarde de campo.
Pasando por viñedos y trigales, se dirigieron hacia el Bosquecillo de los Corzos, donde había una preciosa fuente cristalina, de agua fresca y finísima que corría cantando rumorosamente por un reguero entre peñas hacia el Gran Río. Era un paraje encantador, muy frecuentado por ellos, pues todo les hablaba de la belleza de Dios en sus criaturas. El bosque lleno de verdor, de árboles y de matorrales, de plantas y de flores, era una delicia. Hasta ellos llegaba el perfume de los lirios, de las humildes violetas y de los rosales en flor, blancos y rojos, y de miles de florecitas del campo. En el ribazo de la pradera, cerca de la fuente se sentaron.
A Jesús le encantaba contemplar la naturaleza. Como que penetraban sus ojos en la creación (en ella tenía Él parte: "todo se hizo por Él y para Él"), desde la luz del sol que se iba hacia el ocaso, hasta las briznas de hierba, los trigales, las flores, la fuente que corría por el Bosquecillo... todo le llamaba la atención. En estos años de silencio en Nazaret se formaba y preparaba para su vida futura de predicador incansable...
Estando en el campo, como en esta ocasión, le servía de meditación el mismo paisaje. Siempre les acompañaba el libro de las Escrituras Santas.
José abrió el Libro y lo entregó a Jesús. Era Él, a quien siempre encargaban presidir el rezo.
Jesús dijo: Proclamaremos un himno a nuestro Padre Dios, que nos regala estas maravillas de la tierra.

"Bendito eres Señor, Dios nuestro, por los siglos de los siglos.
Tuyos son, Señor, la grandeza y el poder,
la gloria, el esplendor, la majestad,
porque tuyo es cuanto hay en cielo y tierra;
tú eres rey y soberano de todo;
en tu mano está el poder y la fuerza,
tú engrandeces y confortas a todos.
Que te sirva la creación,
porque Tú lo mandaste y existió;
enviaste tu aliento y la construiste: nada resistir a tu voz.
Por eso Dios nuestro, nosotros te damos gracias,
alabando tu nombre glorioso"

Jesús comentó:
- El sentimiento de la gratitud, tenemos que tenerle siempre muy vivo para con nuestro Padre Dios.
- Cierto, -dijo María-; al fin todo se lo debemos a Él.
José intervino diciendo:
- Háblanos, hijo, de nuestro Padre Dios. Ya sabes que tu madre y yo, no nos cansamos nunca de escucharte. ¿Cómo se puede definir a Dios?
- Claro que no se puede definir a Dios, -dijo Jesús-, porque no se puede abarcar su grandeza con palabras. Sin embargo tenemos que llegar a conocerle de algún modo por las palabras.
Hablar del Señor Dios nuestro Padre es algo sublime. Cierto que nadie puede conocer a Dios de un modo perfecto; sólo el Hijo. Pero el Hijo mismo como sabéis no lo os puede revelar tal cual es; eso es imposible. Sin embargo, de modo imperfecto es el conocimiento que se puede alcanzar de Dios en este mundo. Y es como yo os hablaré de Él, ponderando sus atributos positivos y negativos.
Pero ahora debemos regresar ya de nuestro paseo que ha sido delicioso.
Mañana, quizá podremos hablar con calma de nuestro Padre Celestial.

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