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miércoles, 29 de septiembre de 2010

NOVENA PEREGRINACIÓN A ASÍS (DÍA 4º)



LAS LEPROSERÍAS

AMBIENTACIÓN
En el valle de Espoleto que mira a Asís había toda una red de leproserías y asilos para los leprosos. La lepra estaba muy difundida en la región de la Umbría. Los leprosos constituían un verdadero problema social. El leproso estaba considerado como un muerto en vida y la lepra, una maldición. El que contraía esta enfermedad debía tocar una campanilla por donde iba a pasar para que nadie se arrimase a él. Se esparcía ceniza sobre su cabeza comenzando a vivir en solitario. No podía cruzar las puertas de la ciudad, no podía beber en las fuentes públicas, para no contaminarlas...
En cambio, en la vida de San Francisco encontramos todo lo contrario. Para el Santo significaron mucho los leprosos. El contacto con ellos era lo primero que exigía a quiénes pedían ingresar en la Orden. Visitemos este lugar con toda reverencia. Volvamos la mirada al contexto de su época, a las varias leproserías que él frecuentaba, y descubramos las escenas idílicas de amor que Francisco vivió entre nuestros hermanos los leprosos.

ORACIÓN
"Padre, hágase tu voluntad, como en el cielo, también en la tierra: para que te amemos con todo el corazón, pensando siempre en ti; con toda el alma, deseándote siempre a ti; buscando en todo tu honor; y con todas nuestras fuerzas, empleando todas nuestras energías y los sentidos del alma y del cuerpo en servicio, no de otra cosa, sino del amor a ti; y para que amemos a nuestros prójimos como a nosotros mismos, atrayendo a todos, según podamos, a tu amor, alegrándonos de los bienes ajenos como de los nuestros y compadeciéndolos en los males y no ofendiendo a nadie. Amén."
(Paráfrasis del Padrenuestro)

LECTURA (2ª Celano, 1ª Celano y Leyenda Mayor)
De cómo San Francisco vivía con los leprosos

Si de algunos -entre todos los seres deformes e infortunados del mundo- se apartaba instintivamente con horror Francisco, era de los leprosos. En efecto, tan repugnante le había sido la visión de estos, como él decía, que en sus años de vanidades, al divisar de lejos, a unas dos millas, sus casetas, se tapaba la nariz con las manos.
Mas, un día que paseaba a caballo por las cercanías de Asís le salió al paso uno. Y por más que le causara no poca repugnancia y horror, para no faltar, como transgresor del mandato, a la palabra dada, saltando del caballo, corrió a besarlo. Y, al extenderle el leproso la mano en además de recibir algo, Francisco, besándosela, le dio dinero. Volvió a montar al caballo, miró luego a un lado y a otro lado, y aunque era aquel un campo abierto sin estorbos a la vista, ya no vio al leproso. Desde este momento comenzó a tenerse más y más en menos, hasta que por la misericordia del Redentor, consiguió la total victoria sobre sí mismo.
Lleno de admiración y de gozo por lo acaecido, pocos días después trata de repetir la misma acción. Se va al lugar donde moran los leprosos y según va dando dinero a cada uno, les llena de besos. Así toma lo amargo por dulce y se prepara varonilmente para realizar lo que le espera.
Después el Santo enamorado de la perfecta humildad, se fue a donde estaban los leprosos. Vivía con ellos y servía a todos por Dios con extrema delicadeza. Les lavaba los pies, vendaba sus heridas, y hasta con admirable devoción las llagas ulcerosas, el que había de ser después el médico evangélico. Por lo cual, consiguió del Señor el poder de curar prodigiosamente las enfermedades espirituales y corporales.

PUNTO PARA LA REFLEXIÓN
- La experiencia de Francisco con los leprosos tiene una estrecha relación del encuentro con Cristo crucificado. Fue a partir del dolor cuando entendió mejor el significado de la cruz. Jesucristo dejó de ser para él una idea y se convirtió en Alguien con rostro sangrante. Y yo que veo a tantos y tantos, cómo viven en la miseria, pobres, enfermos, ¿qué hago por ellos?

INVOCACIONES
Demos gracias al Señor que, muriendo en la cruz nos ha devuelto la vida y pidamos perdón por nuestras deficiencias,

- Francisco se sentía dichoso en medio de los leprosos. Por no vivir en fidelidad el amor hacia los pobres y más necesitados que nos legó el santo.
Perdónanos, Señor.

- Francisco, que despreciaba el dinero, lo permite en su Regla no bulada para ayuda de los leprosos. Por no privarnos nosotros de algo de nuestra mesa en favor de aquellos que se mueren de hambre.
Perdónanos, Señor.

Francisco, buscaba ser despreciado, humillado y tenido en nada. Por no someter nuestras mentes orgullosas y rebeldes, y no tener un corazón grande y generoso, como el de Francisco.
Perdónanos, Señor.

BENDICIÓN DE SAN FRANCISCO
El Señor os bendiga y os guarde.
Haga brillar su rostro sobre vosotros y os conceda su favor.
Vuelva su mirada a vosotros y os conceda la paz.

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