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miércoles, 8 de diciembre de 2010

SOLEMNIDAD DE LA INMACULADA CONCEPCIÓN DE LA VIRGEN MARÍA





La Inmaculada es la Patrona de la Orden Franciscana, y todos los años, tal día como hoy, nuestra Comunidad hace la consagración a la Virgen con la siguiente fórmula:

¡Oh Virgen María, Madre de Dios y Madre nuestra! Os reconocemos por legítima, perfectísima y soberana Reina de la Iglesia militante, purgante y triunfante y de todo el orden natural y sobrenatural. Y a fin de que conste siempre, que reconocemos esta vuestra Soberanía, arrodilladas en la presencia de Dios y de toda la Corte Celestial, hacemos voto de confesar y de atribuiros como a verdadera Madre de Dios, todas las excelencias, prerrogativas, gracias y todo lo más grandioso y lo mejor que, en Cristo y por Cristo, sois la Primogénita, la Obra Maestra de toda la creación y el complemento de la Beatísima Trinidad, con toda la plenitud posible de privilegios y dones; libre de la maldición de Adán y de todo pecado; Corredentora y Madre espiritual del humano linaje; exaltada en cuerpo y alma a los cielos sobre los coros de los Ángeles y Santos y con más gloria que todos ellos juntos; coronada por Reina del Universo; Mediadora Universalísima y Dispensadora de todas las gracias en todo tiempo y en toda necesidad.
Después de reconocer vuestra Regia Soberanía, y de pedir a Vos y a vuestro Hijo perdón y misericordia de todos nuestros pecados, miserias y fragilidades, y de purificar nuestra alma de toda mancha, postradas a vuestros pies, y renovando los santos votos de pobreza, obediencia, castidad y (clausura), os consagramos nuestra alma con todas las potencias y nuestro cuerpo con todos los sentidos y latidos de nuestro corazón, y os entregamos nuestras personas con todos los pensamientos, palabras y obras del orden natural y sobrenatural, para que dispongáis, según vuestro beneplácito, de todos nuestros bienes y de nuestra existencia, suplicándoos que nos reconozcáis por hijas y esclavas vuestras en la vida y en la hora de la muerte.
En reconocimiento de esta filiación y esclavitud perpetua, todas las monjas de este Convento llevaremos vuestro nombre dulcísimo de “MARÍA” y prometemos haceros todos los obsequios posibles y ser muy observantes de la Regla, las Constituciones y santas, marianas y seráficas costumbres, siendo siempre rendidas súbditas vuestras y no reconociendo en esta santa Casa otra Prelada que MARÍA INMACULADA.
En testimonio de esta nuestra voluntad renunciamos en vuestras manos nuestros oficios y ponemos a vuestras plantas la Regla, las Constituciones, los sellos, las llaves para que Vos toméis posesión completa de nosotras y de todas nuestras cosas, y os damos palabra de honor de que desempeñaremos todo lo mejor posible nuestros oficios como delegadas y esclavas vuestras. Pero como somos tan débiles y miserables, os rogamos, MADRE INMACULADA, que nos vigiléis y nos ayudéis en todos nuestros pasos, corrigiéndonos en nuestras faltas y fragilidades, a fin de que seamos dignas hijas vuestras y nunca decaiga la observancia regular en esta santa Casa, mereciendo, después de nuestros breves días, ser reconocidas por fieles esposas de vuestro Santísimo Hijo y por predilectas hijas vuestras.
Ponemos por testigos e intercesores de esta nuestra total consagración y entrega a Vos, al patriarca San José, a nuestro Padre San Francisco, a nuestra Madre Santa Clara y a todos los santos de la Orden Seráfica, con San Miguel Arcángel y todos los Ángeles y Santos de la Corte Celestial; y nos retiramos de vuestras plantas besándoos el pie y la mano como a legítima Prelada nuestra y pidiéndoos la bendición como prenda segura de nuestra salvación eterna.

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