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jueves, 11 de agosto de 2011

CLARA, ICONO DE MARÍA



Santa Clara, siempre tan llena de belleza, también ha sido comparada con la Virgen María con el título de “Icono de María”: ¡el más alto elogio!
Clara no puede separar a la Virgen Santísima del misterio de Cristo, considerándola el medio indispensable que escogió el Eterno Padre para darnos a su Hijo Santísimo. Se manifiesta perfecta discípula de la escuela de María. Se fija en la Virgen para seguir sus pasos en el camino del amor a Cristo, tanto en Belén como en Nazaret, y en toda su vida.
El mismo San Francisco ve en Clara el ideal de la “cristiana” perfecta de la Esposa del Espíritu Santo, imagen de la Santísima Virgen María.
Como Ella es también santa Clara “la virgen orante”. ¡Con qué desbordante gozo festejaba, como Francisco, “al Niño de Belén”! Y al mismo tiempo lo adoraba como a Hijo del Altísimo y de la Virgen María, que lo acogió “en el estrecho claustro de su vientre virginal”. Santa Clara quedaba embelesada ante “Aquel santísimo y amadísimo Niño, envuelto en pobrísimos pañales y reclinado en un pesebre, y de su Santísima Madre”. “¡Oh admirable humildad! ¡Oh asombrosa pobreza! –exclamaba- el Rey de los ángeles, Señor del cielo y de la tierra, reclinado en un pesebre!”.
Y así ve a la Santísima Virgen asociada íntimamente a todos los misterios de su Hijo.
Santa Clara se muestra “virgen creyente y oferente”, al entregarse generosamente e incondicionalmente al Señor, a ejemplo de María, a quien contemplaba siempre abierta a los planes de Dios. Y así la proponía a sus hijas (a la Virgen María) como modelo de entrega a Dios y fidelidad a Cristo, siendo ella, Santa Clara, imitadora perfecta de esta “Madre dulcísima” María.
“Llégate a esta dulcísima Madre –aconsejaba-, que engendró a un Hijo que los cielos no podrían contener…”
Y la invoca como protectora e intercesora para sus Hermanas Pobres en el Testamento y en su última Bendición. En todos sus escritos tiene la Virgen María un puesto muy destacado. Y la Virgen correspondió siempre a este amor.
Por fin, Santa Clara tuvo el gran consuelo de ser visitada por la Santísima Virgen, que la besó dulcemente y la llenó de alegría en los últimos momentos antes de su tránsito al cielo.

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