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miércoles, 19 de octubre de 2011

BREVE HISTORIA DE NUESTRO CONVENTO (VII)



LA INMACULADA VIRGEN MARÍA PATRONA DE
LA ORDEN FRANCISCANA


¡MADRE...! ¡Que no nos cansemos! ¡MADRE INMACULADA! ¡Que no nos cansemos!
DE SER FIELES COMO TÚ, A DIOS Y A NUESTRAS HERMANAS

Así oraban a la Virgen María, aquel grupito reducido de Clarisas en su claustro de León, que el Gobierno de aquella trágica época había hecho disminuir con su decreto gubernamental: la prohibición de ingreso de novicias. El 29 de diciembre de 1854 sólo existían en el monasterio de la Santa Cruz, siete religiosas ancianas. Habían fallecido las restantes, y las últimas muy seguidas y no pudieron ser sepultadas en clausura a causa de las leyes que regían la nación, recibiendo sepultura en el cementerio de la ciudad; estas monjas fueron las siguientes: Sor Jacinta Antonia de la Cruz de 55 años; Sor Isidora María del Rosario a los 38 años; Sor Gabriela Francisca de San Antonio a los 48 años; Sor Micaela de la Stma. Trinidad a los 57 años; Sor Clara Inés de San Antonio de 49 años.
Pero a pesar de tener el convento de las Descalzas tan poquitas moradoras y tiempo difícil en España, la ciudad de León cuidaba de su pequeñito grupo de Hermanas como su mejor tesoro... El Señor nunca se deja ganar en generosidad y escuchó las súplicas y oraciones de las siete monjitas ancianas que, con fe, esperanza y mucho amor, pedían insistentemente al Señor: “Envía operarios a tu mies”... ¡Eran dignas de admiración estas pobres Clarisas Descalzas! que diariamente se reunían en el coro para repasar y meditar juntas la primera Regla de Santa Clara, que con tanto fervor habían profesado y se detenían largamente en este punto: “Las hermanas no se apropien de nada: ni casa, ni lugar ni cosa alguna... Y como peregrinas y advenedizas en este mundo, sirvan al Señor en pobreza y humildad”... Estas loables hermanas ponían siempre su oración, contemplación y peticiones en manos de la Inmaculada Virgen María, nuestra tierna Madre y Señora, y así en poco tiempo fueron llegando nuevas y numerosas vocaciones hasta llegar a ser más novicias que profesas, formando una comunidad muy fervorosa y observante. León podía seguir teniendo su casa de oración abierta y manos de almas selectas que se alzaban cada día en presencia del Dios, Uno y Trino, para cantar sus alabanzas e interceder a favor de la querida ciudad y de todo el mundo... “Todo pasa, sólo Dios permanece”... Restablecida y repuesta la Comunidad del Convento de la Santa Cruz, sigue caminando hacia la meta de la perfección evangélica, repitiendo cada día a la Virgen Inmaculada: ¡Madre! ¡que no nos cansemos nunca jamás de ser como Tú!

¡SORPRESA ADMIRABLE! - DOLOR Y ALEGRÍA
Y es la Virgen Inmaculada, la que asocia a las Hermanas Concepcionistas Franciscanas a la Comunidad de Clarisas Descalzas, con motivo de la revolución de septiembre de 1868, en la que fueron arrojadas de su convento. Era el 29 de noviembre de este mismo año, cuando a las 6 de la mañana llegaron a esta santa casa nuestras queridas hermanas; a la primera que se recibió fue a Doña Manuela Melendreras que era cadáver y se le dio sepultura en nuestro cementerio de clausura (d.e.p.), completaban la comunidad de Concepcionistas 16 monjas que venían escoltadas: por su capellán, el secretario del Señor Obispo, el Gobernador civil y el Alcalde... Las Franciscanas Clarisas Descalzas no sólo abrieron a las Concepcionistas Franciscanas las puertas del Monasterio de par en par, los brazos y el corazón de cada monja de la Comunidad se convirtieron en alcázar amoroso que llenaba a la vez de pena y alegría: de pena por el desprecio y la humillación que hicieron en ellas los revolucionarios, sin respetar una porción escogida de Dios y a unas personas que reparten el bien con su oración y sacrificios...; de alegría de tener con nosotras a estas hermanas queridas de nuestra misma familia franciscana y poderlas dar todo nuestro cariño, compartiendo con ellas cuanto las afligía y preocupaba, poniendo a sus disposición todo el monasterio... El encuentro de estas dos comunidades fue de lo más impresionante y emotivo; dos de las hermanas, además de la fallecida venían enfermas, muy graves; a una de ellas se le puso la Santa Unción... Vivieron con nosotras las Concepcionistas seis años y tres meses en mutua armonía, unión, paz y amor fraterno. Volvieron a su Convento el 1 de marzo de 1875, formaban una comunidad de 13 monjas; una tomó aquí el hábito y profesó; fallecieron cuatro y quedaron aquí sepultadas con la primera... Las Clarisas y Concepcionistas se otorgaron CARTA DE HERMANDAD.

(Continuará)

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