LAS CÁRCELES
AMBIENTACIÓN
El nombre de "Cárceles" puede parecernos extraño. Entonces quería decir "eremitorio". Lugar retirado, donde moraban los eremitas en completa soledad. El eremitorio de Las Cárceles, se encuentra en un repliegue del monte Subasio, rodeado de espeso bosque de fértil vegetación, con muchas ondonadas y precipicios que adornan el paisaje. Visitemos la gruta de San Francisco donde se retiraba a orar, la cabaña donde, según la tradición venían los pájaros para cantar y escuchar al Santo, el árbol milenario donde predicó a las avecillas, las celditas de los primeros hermanos excavadas directamente en la roca. Subamos a lo alto recogidos, en contemplación. Arrodillémonos en silencio donde San Francisco escribió la Regla para los Eremitorios y pidamos al santo que nos dé el amor a la soledad para vivir el espíritu de oración y la unión con Dios.
ORACIÓN
¡Santísimo Padre nuestro: creador, redentor, consolador y salvador nuestro! Que estás en los cielos, en los ángeles y en los santos; iluminándolos para conocer, porque tú, Señor eres la luz; inflamándolos para amar, porque tú, Señor eres el amor; habitando en ellos y colmándolos para gozar, porque tú, Señor eres el bien sumo. Clarificada sea en nosotros tu noticia, para que conozcamos cuál es la anchura de tus beneficios, la largura de tus promesas, la altura de tu majestad y la hondura de tus juicios. Amén.
LECTURA (2ª Celano, 94-95; Leyenda Mayor 12, 2)
Del amor de Francisco a la oración
Buscaba siempre lugares escondidos, donde no sólo en el espíritu, sino en cada uno de los miembros, pudiera adherirse por entero a Dios. Cuando, estando en público, se sentía de pronto afectado por visitas del Señor, para no estar ni entonces fuera de la celda hacía de su mano una celdilla; a veces -cuando no llevaba el manto- cubría la cara con la manga para no poner de manifiesto el maná escondido. Siempre encontraba manera de ocultarse a la mirada de los presentes, para que no se dieran cuenta de los toques del Esposo, hasta el punto de orar entre muchos sin que lo advirtieran en la estrechez de la nave. Y cuando no podía hacer nada de esto, hacía de su corazón un templo. Pero cuando oraba en selvas y soledades, llenaba de gemidos los bosques, bañaba la tierra con lágrimas, se golpeaba el pecho y allí, enajenado, -como quien ha encontrado un santuario más recóndito- hablaba muchas veces con su Señor. Allí respondía al Juez, oraba al Padre, conversaba con el Amigo, se deleitaba con el Esposo. Y, en efecto, para convertir en formas múltiples de holocausto las intimidades todas más ricas de su corazón, reducía a suma simplicidad lo que a los ojos se presentaba múltiple. Rumiaba muchas veces en su interior sin mover los labios, e, interiorizando todo lo externo, elevaba su espíritu a los cielos. Así, hecho todo él no ya sólo orante, sino oración, enderezaba todo él -mirada interior y afectos- hacia lo único que buscaba en el Señor.
Sumido así en alta contemplación suscitose entre Francisco y sus compañeros la duda de si debían vivir en medio de la gente o más bien retirarse a lugares solitarios. Después de consultar a Fray Silvestre y a la santa virgen Clara ambos coincidieron que era voluntad de Dios que el heraldo de Cristo saliese a predicar a todos el Evangelio.
PUNTOS PARA LA REFLEXIÓN
- Las cárceles, tal y como se encuentran actualmente, quedan admirados y asombrados a cuantos las visitan. Parece increible que los hermanos pudieran vivir en esas grutas y en estos bosques. ¿Busco yo el silencio, el recogimiento, los lugares apartados para mi encuentro personal con el Señor?
- Franciso, con un profundo sentido de responsabilidad ante la vocación recibida de Dios, no se fía sólo de su opinión personal en cuanto a lo que debe hacer, sino que acude al parecer de sus hermanos y al de Clara que tanto significaba para él. Hoy podríamos reflexionar en la complementariedad de la I y la II Orden. ¿Cómo vivimos este carisma recibido de nuestros fundadores?
INVOCACIONES
Oremos confiadamente al Señor y pidámosle nos conceda tener el espíritu de oración y la oración misma, diciendo:
Gloria al Señor, por siempre
-Concédenos, como a Francisco, el amor al silencio y al retiro, donde tú te comunicas, para que vivamos en adoració y contemplación.
Gloria al Señor, por siempre
-Que nada nos arredre en el camino emprendido, ni pobreza, ni humillación, ni desprecio.
Gloria al Señor, por siempre.
-Que haya muchos, que olvidándose de sí mismos, sigan los pasos de nuestro Señor Jesucristo, como lo hizo Francisco.
Gloria al Señor, por siempre.
-Envía tu Espíritu a todos los hombres, para que venga la paz y el amor a todos los corazones.
Gloria al Señor, por siempre.
-Recibe, como ofrenda de alabanza, la fe de los justos, el dolor de los que sufren y la oblación de cuantos se han consagrdo a tu servicio.
Gloria al Señor, por siempre.
ORACIÓN
Te ruego, Señor, que la fuerza abrasadora y dulcísima de tu amor absorba de tal modo mi mente, separándola de todas las cosas terrenas, que pueda morir yo por amor de tu amor, ya que Tú, por amor de mi amor te dignaste morir. Amén.
BENDICIÓN DE SAN FRANCISCO
El Señor os bendiga y os guarde.
Haga brillar su rostro sobre vosotros y os conceda su favor.
Vuelva su mirada a vosotros y os conceda la paz.
El Señor os bendiga.
ORACIÓN
¡Santísimo Padre nuestro: creador, redentor, consolador y salvador nuestro! Que estás en los cielos, en los ángeles y en los santos; iluminándolos para conocer, porque tú, Señor eres la luz; inflamándolos para amar, porque tú, Señor eres el amor; habitando en ellos y colmándolos para gozar, porque tú, Señor eres el bien sumo. Clarificada sea en nosotros tu noticia, para que conozcamos cuál es la anchura de tus beneficios, la largura de tus promesas, la altura de tu majestad y la hondura de tus juicios. Amén.
LECTURA (2ª Celano, 94-95; Leyenda Mayor 12, 2)
Del amor de Francisco a la oración
Buscaba siempre lugares escondidos, donde no sólo en el espíritu, sino en cada uno de los miembros, pudiera adherirse por entero a Dios. Cuando, estando en público, se sentía de pronto afectado por visitas del Señor, para no estar ni entonces fuera de la celda hacía de su mano una celdilla; a veces -cuando no llevaba el manto- cubría la cara con la manga para no poner de manifiesto el maná escondido. Siempre encontraba manera de ocultarse a la mirada de los presentes, para que no se dieran cuenta de los toques del Esposo, hasta el punto de orar entre muchos sin que lo advirtieran en la estrechez de la nave. Y cuando no podía hacer nada de esto, hacía de su corazón un templo. Pero cuando oraba en selvas y soledades, llenaba de gemidos los bosques, bañaba la tierra con lágrimas, se golpeaba el pecho y allí, enajenado, -como quien ha encontrado un santuario más recóndito- hablaba muchas veces con su Señor. Allí respondía al Juez, oraba al Padre, conversaba con el Amigo, se deleitaba con el Esposo. Y, en efecto, para convertir en formas múltiples de holocausto las intimidades todas más ricas de su corazón, reducía a suma simplicidad lo que a los ojos se presentaba múltiple. Rumiaba muchas veces en su interior sin mover los labios, e, interiorizando todo lo externo, elevaba su espíritu a los cielos. Así, hecho todo él no ya sólo orante, sino oración, enderezaba todo él -mirada interior y afectos- hacia lo único que buscaba en el Señor.
Sumido así en alta contemplación suscitose entre Francisco y sus compañeros la duda de si debían vivir en medio de la gente o más bien retirarse a lugares solitarios. Después de consultar a Fray Silvestre y a la santa virgen Clara ambos coincidieron que era voluntad de Dios que el heraldo de Cristo saliese a predicar a todos el Evangelio.
PUNTOS PARA LA REFLEXIÓN
- Las cárceles, tal y como se encuentran actualmente, quedan admirados y asombrados a cuantos las visitan. Parece increible que los hermanos pudieran vivir en esas grutas y en estos bosques. ¿Busco yo el silencio, el recogimiento, los lugares apartados para mi encuentro personal con el Señor?
- Franciso, con un profundo sentido de responsabilidad ante la vocación recibida de Dios, no se fía sólo de su opinión personal en cuanto a lo que debe hacer, sino que acude al parecer de sus hermanos y al de Clara que tanto significaba para él. Hoy podríamos reflexionar en la complementariedad de la I y la II Orden. ¿Cómo vivimos este carisma recibido de nuestros fundadores?
INVOCACIONES
Oremos confiadamente al Señor y pidámosle nos conceda tener el espíritu de oración y la oración misma, diciendo:
Gloria al Señor, por siempre
-Concédenos, como a Francisco, el amor al silencio y al retiro, donde tú te comunicas, para que vivamos en adoració y contemplación.
Gloria al Señor, por siempre
-Que nada nos arredre en el camino emprendido, ni pobreza, ni humillación, ni desprecio.
Gloria al Señor, por siempre.
-Que haya muchos, que olvidándose de sí mismos, sigan los pasos de nuestro Señor Jesucristo, como lo hizo Francisco.
Gloria al Señor, por siempre.
-Envía tu Espíritu a todos los hombres, para que venga la paz y el amor a todos los corazones.
Gloria al Señor, por siempre.
-Recibe, como ofrenda de alabanza, la fe de los justos, el dolor de los que sufren y la oblación de cuantos se han consagrdo a tu servicio.
Gloria al Señor, por siempre.
ORACIÓN
Te ruego, Señor, que la fuerza abrasadora y dulcísima de tu amor absorba de tal modo mi mente, separándola de todas las cosas terrenas, que pueda morir yo por amor de tu amor, ya que Tú, por amor de mi amor te dignaste morir. Amén.
BENDICIÓN DE SAN FRANCISCO
El Señor os bendiga y os guarde.
Haga brillar su rostro sobre vosotros y os conceda su favor.
Vuelva su mirada a vosotros y os conceda la paz.
El Señor os bendiga.
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