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miércoles, 7 de diciembre de 2011

MARÍA, LUZ DE INFINITA GRACIA: POR ESO INMACULADA



Con la liturgia del día de la Inmaculada te aclamamos: “Todo es hermoso en ti, Virgen María, ni siquiera tienes la mancha del pecado original. Tú eres la gloria de Jerusalén; tú, la alegría de Israel; tú, el orgullo de nuestro pueblo”.
Si la devoción a la Inmaculada es tradición de la Orden Franciscana, y sus doctores y teólogos se distinguieron siempre en la defensa de la prerrogativa de la concepción inmaculada de la Virgen María, ¿qué mejor que dejar que sea uno de ellos, S. Lorenzo de Brindis, el que nos hable sobre este misterio de amor?
“María, tú eres joya de la humanidad. Si de la espinosa zarza nace la rosa, flor bellísima, y si del árbol insípido provienen los sabrosos frutos, ¿es de extrañar que de padres pecadores, obrando el poder de Dios, haya nacido la bienaventurada Virgen María, Madre de Dios, toda ella pura, limpia y santa, sin mancha alguna de pecado, ni actual, ni original, dotada sólo ella, después de Cristo, de este singular privilegio, como única ave fénix, Ella sola elegida para ser Madre y nutricia del Altísimo?
Cuando todo el mundo estaba cubierto de tinieblas, Dios produjo la luz, de la cual formó luego el sol. En la Sagrada Escritura algunas veces se llama a Dios “luz”. Otras veces lo dice Cristo de sí mismo. También se dice de los apóstoles y de todos los creyentes. Pero muy especialmente María ha de ser llamada luz, pues si Dios es luz, Ella es la Esposa de Dios; si Dios es Rey, Ella Reina; si Cristo es luz, María es la Madre de Cristo; si luz los apóstoles, Ella está por encima de todos ellos; si luz todos los santos, Ella es la Reina de los santos. De aquí que en las Divinas Escrituras se muestre a María toda llena de luz: “Apareció en el cielo una señal grande, una mujer vestida de sol, con la luna debajo de sus pies, y sobre la cabeza una corona de doce estrellas” (Apocalipsis).
“Y vio Dios que la luz era buena” (Génesis). María es llena de gracia, siempre la llena de gracia, concebida en la gracia del Espíritu Santo. “Y separó la luz de las tinieblas” (Génesis). María ha sido separada de todo pecado. Tres son las tinieblas que se oponen a la luz de la gracia y su perfección: las tinieblas del pecado original, las tinieblas del pecado mortal actual y las tinieblas del pecado venial. Para excluir estas tres tinieblas, María es designada con tres claros símbolos: “¿Quién es ésta que va subiendo, cual aurora naciente, bella como la luna, brillante como el sol?”(Cantar de los cantares). En la luz de la aurora se designa la gracia contra el pecado original; en la luna, la gracia contra el pecado mortal y en el sol la gracia contra el pecado venial.”
Pidamos a María, Virgen del Adviento, que sea la Estrella que ilumine nuestro camino de encuentro con el Señor.

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