En aquellos días dijo Amasías, sacerdote de la Casa-de-Dios, a Amós:
- Vidente, vete y refúgiate en tierra de Judá: come allí tu pan y profetiza allí. No vuelvas a profetizar en 'Casa-de-Dios', porque es el santuario real, el templo del país.
Respondió Amós:
- No soy profeta ni hijo de profeta, sino pastor y cultivador de higos. El Señor me sacó de junto al rebaño y me dijo: "Ve y profetiza a mi pueblo de Israel."
SAN MARCOS 6, 7- 13
En aquel tiempo llamó Jesús a los Doce y los fue enviando de dos en dos, dándoles autoridad sobre los espíritus inmundos. Les encargó que llevaran para el camino un bastón y nada más, pero ni pan ni alforja, ni dinero suelto en la faja; que llevasen sandalias, pero no, túnica de repuesto. Y añadió:
- Quedaos en la casa donde entréis, hasta que os vayáis de aquel sitio. Y si un lugar no os recibe ni os escucha, al marcharos sacudíos el polvo de los pies, para probar su culpa.
Ellos salieron a predicar la conversión, echaban muchos demonios, ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban.
Continuamos hablando de profetas.
Sabes que Dios te ha hablado en el hijo despreciado de un carpintero, en un rey de burlas crucificado; y has aprendido a reconocer la voz de tu Señor en los despreciados y escarnecidos.
Pero también sabes que has sido llamado a decir palabras de Dios.
Eso no es privilegio sino responsabilidad, no es prebenda sino crucifixión.
Porque eres profeta, eres un desarraigado: “El Señor me sacó de junto al rebaño y me dijo: Ve y profetiza a mi pueblo de Israel”.
Porque eres profeta, vives a la escucha de Dios: “Voy a escuchar lo que dice el Señor”.
Alguien escribió: “Las ideologías no son mutables; pueden imponerse con vigor, pueden conquistar países e idiomas, pero carecen de oído”. Me asalta la sospecha de que los llamados a ser profetas del Altísimo nos reducimos una y otra vez al papel de ideólogos de Dios y de la religión, ideólogos carentes de oído, mera apariencia de profetas.
Escucha y profetiza. No anuncies lo que no hayas oído a tu Señor. No calles lo que él te haya revelado.
Escucha y profetiza. El que te ha llamado, el que te ha desarraigado, el que te ha enviado a recorrer los caminos de los hombres, el que te ha querido libre para él y para la misión, te ha confiado un tesoro que a todos has de ofrecer. Irás sin pan ni alforja ni dinero en la faja, rico de justicia y de paz, de salvación y de gloria, de misericordia y de fidelidad.
Escucha y profetiza, porque Dios nos ha bendecido en Cristo con toda clase de bienes espirituales y celestiales. Lluvia de bendiciones es la que Dios nos ha dado, para que nuestra tierra diese una cosecha de justicia y de salvación que los pecadores nunca hubiéramos podido soñar.
Escucha y profetiza: “Dios nos eligió en la persona de Cristo para que fuésemos santos e intachables ante él por el amor. Él nos ha destinado en la persona de Cristo a ser sus hijos. Por este Hijo hemos recibido la redención… El tesoro de su gracia ha sido un derroche para con nosotros”.
Si escuchas como profeta, saldrás a los caminos de los hombres llevando la palabra del que te envía, el pan de su vida para repartir, irás con su autoridad para liberar, llevarás el aceite de su misericordia para curar.
“Dichosos los que viven en tu casa, Señor de los ejércitos, rey y Dios mío”, gorriones y golondrinas que han encontrado un nido al abrigo de tu presencia. Dichosos, Señor, los hombres y mujeres que viven a la escucha de tu palabra. Dichosos, Señor, tus profetas.
BASTÓN, SANDALIAS Y CRISTO:
El equipamiento está reducido a lo esencial, un bastón y sandalias, lo necesario para ir, conforme al mandato recibido, de pueblo en pueblo, predicando la conversión y la venida del Reino de Dios.
Se nos dice que, a sus discípulos, Jesús les dio autoridad sobre los espíritus inmundos.
En virtud de esa autoridad, echaban muchos demonios, ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban.
A los que encargó que no llevasen para el camino pan ni alforjas ni dinero, les encargó que, a los excluidos, les llevasen la misericordia de Dios y la salvación que de Dios esperaban.
Los discípulos del Resucitado, esos que no han de llevar pan para su propia necesidad, han de llevar, para los que tienen hambre y sed de la justicia, el Pan que ha bajado del cielo, y, para los que creen, han de llevar como bendición los bienes que, en la persona de Cristo, el Padre les ha ofrecido, pues en Cristo hemos sido elegidos, en Cristo hemos sido destinados a ser hijos de Dios, por Cristo hemos recibido la redención, el perdón de los pecados, con Cristo hemos heredado la gloria del cielo.
La pobreza del mensajero es condición indispensable para que brille la gracia del que lo envía.
Bastón, sandalias y un derroche de gracia; bastón, sandalias y una bendición que encierra toda clase de bienes espirituales y celestiales;
bastón, sandalias y Cristo: eso es lo que el discípulo ha de llevar por los caminos del evangelio.
Feliz domingo.
Siempre en el corazón Cristo.
+ Fr. Santiago Agrelo
Arzobispo de Tánger
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