SALMO 144
BENDECIRÉ TU NOMBRE POR SIEMPRE, DIOS MÍO, MI REY
Te ensalzaré, Dios mío, mi Rey,
bendeciré tu nombre por siempre jamás.
Día tras día te bendeciré,
y alabaré tu nombre por siempre jamás.
bendeciré tu nombre por siempre jamás.
Día tras día te bendeciré,
y alabaré tu nombre por siempre jamás.
El Señor es clemente y misericordioso,
lento a la cólera y rico en piedad,
el Señor es bueno con todos,
es cariñoso con todas sus criaturas.
lento a la cólera y rico en piedad,
el Señor es bueno con todos,
es cariñoso con todas sus criaturas.
Que todas tus criaturas te den gracias, Señor,
que te bendigan tus fieles;
que proclamen la gloria de tu reinado,
que hablen de tus hazañas.
que te bendigan tus fieles;
que proclamen la gloria de tu reinado,
que hablen de tus hazañas.
Te ensalzaré, Dios mío, mi Rey.
El Señor es fiel a sus palabras,
bondadoso en todas sus acciones.
El Señor sostiene a los que van a caer,
endereza a los que ya se doblan.
El Señor es fiel a sus palabras,
bondadoso en todas sus acciones.
El Señor sostiene a los que van a caer,
endereza a los que ya se doblan.
SAN LUCAS 19, 1-10
En aquel tiempo, entró Jesús en Jericó y
atravesaba la ciudad. Un hombre llamado Zaqueo, jefe de publicanos y
rico, trataba de distinguir quien era Jesús, pero la gente se lo impedía
porque era de bajo de estatura. Corrió más adelante y se subió a una
higuera para verlo, porque tenía que pasar por allí. Jesús, al llegar a
aquel sitio, levantó los ojos y dijo:
--Zaqueo, baja en seguida, porque hoy tengo que alojarme en tu casa.
Él bajó en seguida, y lo recibió muy contento. Al ver esto, todos murmuraban
diciendo:
--Ha entrado a hospedarse en casa de un pecador.
Pero Zaqueo se puso en pie, y dijo al Señor.
--Mira, la mitad de mis bienes, Señor, se la doy a los pobres; y si de alguno me he aprovechado, le restituiré cuatro veces más.
Jesús contestó:
--Hoy ha sido la salvación de esta casa;
también éste es hijo de Abrahán. Porque el Hijo del Hombre ha venido a
buscar y a salvar lo que estaba perdido.
"TENGO QUE ALOJARME EN TU CASA":
Lo llamas “Dios mío”, “mi Rey”; lo confiesas “lento a la cólera y rico en piedad”; lo aclamas “bueno con todos, cariñoso con todas sus criaturas”. Ésa es la oración de tu fe; ésa es la fe de la que nace tu oración.
Aprendiste tu credo en las rodillas de la bondad de Dios, en los brazos de su ternura, en las páginas de la historia de la salvación. Aprendiste a Dios en la escuela de su Palabra encarnada, admirando pobrezas, escuchando parábolas, siguiendo los pasos del Reino de los cielos que venia a los hombres.
Hoy, antes de hacer tuyas las palabras del Salmista,
dáselas al publicano Zaqueo, y escucha la música que tienen en sus labios: “Te
ensalzaré, Dios mío, mi Rey… El Señor es clemente misericordioso… es bueno con todos”. Escucha
también la música que el Salmo tiene si quien lo canta es Cristo resucitado:
“Que todas tus criatura te den gracias, Señor, que te bendigan tus fieles, que
proclamen la gloria de tu reinado, que hablen de tus hazañas”. Escucha la
música del Salmo en tu asamblea eucarística, y pregunta a tus hermanos por el
motivo de su canto; verás que es el mismo para ellos y para ti, pues todos
hemos oído la misma invitación: “baja en seguida, porque hoy tengo que alojarme
en tu casa”.
Cesará tu canto, pero no cesará esa música del
corazón que es la alegría por la venida de Jesús a tu casa, por la entrada de
la salvación en tu vida, porque te ha encontrado el que te ama.
Feliz domingo.
Siempre en el corazón Cristo.
+ Fr. Santiago Agrelo
Arzobispo de Tánger
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