Navidad, nacimiento del Hijo de Dios. El Hijo de
Dios que es Dios mismo, Todopoderoso… Omnipotente… Altísimo… Infinito…
Eterno…Que es la Vida… la Verdad… la Belleza… Con palabras de San Francisco de
Asís en sus “Alabanzas al Dios Altísimo”: que es el Bien, todo Bien, sumo Bien.
Que es el Amor… la Sabiduría… la Humildad… la Paciencia… la Hermosura… la
Mansedumbre… la Quietud… el Gozo… la Esperanza… la Alegría… la Justicia… la
Fortaleza…” Con palabras de San Gregorio Nacianceno: “Aquel que existe desde
toda la eternidad, Aquel que es invisible, incomprensible, incorpóreo,
principio de principio, luz de luz, fuente de vida e inmortalidad, expresión
del supremo arquetipo, sello inmutable, imagen fidelísima, palabra y
pensamiento del Padre…”
Dios
se hace hombre, y por obra y gracia del Espíritu Santo es concebido en el seno
de María, una joven de Nazaret, a quien antes Dios ha pedido su consentimiento.
El grande se hace pequeño. El infinito se hace finito. El inmortal se hace
mortal. El Todopoderoso se hace indefenso, dependiente de otros para
sobrevivir. El invisible se hace visible. El incorpóreo toma carne humana… Dios
se hace hombre, se hace niño…y nace en unas circunstancias que ninguno de
nosotros hubiéramos elegido: lejos de su hogar, en una cueva de animales. Y lo
hace en el silencio de la noche, sin meter ruido, de manera desapercibida… tan
solo María, su madre y José, y unos pastores, los marginados de la sociedad de
su tiempo, se enteran de este acontecimiento que cambiará la historia de la
humanidad. “¡Oh admirable humildad, oh asombrosa pobreza: el Rey de los
ángeles, Señor del cielo y de la tierra, reclinado en un pesebre!” (Santa Clara
de Asís)
Pero
¿por qué…? Por Amor… tan solo por Amor: “Tanto amó Dios al hombre, que envió a
su Hijo único… para que (el mundo) se salve por él” (Cfr. Juan 3, 16.17). Ante
este misterio tan sublime sólo cabe arrodillarse y adorar. Y sólo una palabra
me viene a los labios: ¡Gracias! Esta Navidad, miremos hacia dentro y
contemplemos el Misterio de Belén, postrados, adorando a Dios, agradecidos por
tanto Amor como derrama sobre la humanidad; y vayamos gozosos en busca de
nuestros hermanos, los hombres para comunicarles y compartir con ellos la
alegría del Evangelio.
¡Feliz
Navidad! ¡Feliz encuentro con Dios!
Sor Mª Cristina de la Eucaristía, OSC
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