ISAÍAS 58, 7-10
"Así dice el Señor:
-Parte tu pan con el hambriento, hospeda a
los pobres sin techo, viste al que ves desnudo, y no te cierres a tu
propia carne. Entonces romperá tu luz como la aurora, en seguida te
brotará la carne sana; te abrirá camino la justicia, detrás irá la
gloria del Señor. Entonces clamarás al Señor, y te responderá; gritarás,
y te dirá: "Aquí estoy". Cuando destierres de ti la opresión, el gesto
amenazador y la maledicencia, cuando partas tu pan con el hambriento y
sacies el estómago del indigente, brillará tu luz en las tinieblas, tu
oscuridad se volverá mediodía."
"Es inaceptable que a los fallecidos en las fronteras se les haga
culpables de su miseria y de su muerte"
(Santiago Agrelo, arzobispo de Tánger).-
«No hace falta que nadie lo interprete, pues está dicho
para que lo entiendan incluso los niños: "Parte tu pan con el hambriento,
hospeda a los pobres sin techo, viste al que va desnudo".Y después del
mandato al alcance de todos, por si hiciese falta, se añade la razón que lo
sostiene: "No te cierres a tu propia carne". ¡El hambriento,
el pobre sin techo, el desnudo, son "nuestra propia carne"!
"No te cierres a tu propia carne": Este único
conocimiento bastaría para que fuese otra la política de las fronteras,
otra la lógica de nuestros razonamientos, otra el motivo de nuestras
manifestaciones, otra la matriz de nuestras preocupaciones, de nuestras
aspiraciones, de nuestras quejas, de nuestras opciones.
"No te cierres a tu propia carne": Si entras por
el camino de esta sabiduría, "romperá tu luz como la aurora", delante
de ti irá la justicia, detrás irá la gloria del Señor, brillará tu luz
en las tinieblas, tu oscuridad se volverá mediodía".
"No te cierres a tu propia carne", y el pan
que compartes con el hambriento, te hará luz para el indigente, como es luz
para ti el que, con su vida en las manos como un pan, dijo: "Esto es mi
cuerpo, que se entrega por vosotros".
"No te cierres a tu propia carne": Sienta a
los pobres a la mesa de tu vida, y tú serás para ellos la luz con que Dios
los ilumina.
Y a cuantos una y otra vez me recuerdan que la Iglesia
no es una ONG, una y otra vez recordaré que los pobres son "nuestra propia
carne", y que mi pan es su propio pan, y que la Iglesia es su propia
casa.»
Ése era, queridos, el mensaje que había preparado para
acercarme con vosotros al misterio de la palabra que oiremos proclamada en la
liturgia del V domingo del tiempo ordinario; pero los acontecimientos reclaman
transformar la suavidad de la exhortación en denuncia de lo que es
inaceptable.
Lo inaceptable:
Es inaceptable que la vida de un ser humano tenga menos
valor que una supuesta seguridad o impermeabilidad de las fronteras de un
estado.
Es inaceptable que una decisión política vaya llenando
de sepulturas un camino que los pobres recorren con la fuerza de una
esperanza.
Es inaceptable que mercancías y capitales gocen de más
derechos que los pobres para entrar en un país.
Es inaceptable que las políticas migratorias de los
llamados países desarrollados, ignoren a los empobrecidos de la tierra, vulneren
sus derechos fundamentales, y se conviertan en el caldo de cultivo
necesario para multiplicar en los caminos de los emigrantes las mafias que los
explotan.
Es inaceptable que haya fronteras impermeables para los
pacíficos de la tierra, y no las haya para el dinero de la corrupción, para
el turismo sexual, para la trata de personas, para el comercio de armas.
Es inaceptable que la política obligue a las fuerzas del
orden a cargar la vida entera con la memoria de muertes que nunca quisieron
causar.
Es inaceptable que el mundo político no tenga una
palabra creíble que dar y una mano firme que ofrecer a los excluidos de una
vida digna.
Es inaceptable que a los fallecidos en las fronteras se
les haga culpables, primero de su miseria, y luego de su muerte. Ellos no
son agresores: han sido agredidos desde que sus corazones empezaron a latir al
sur del Sahara, hasta que se paran para siempre en las aguas de nuestra
indiferencia.
Es inaceptable que el negrero de ayer perviva en los
gobiernos que hoy vuelven a encadenar la libertad de los africanos,
supeditándola a los intereses económicos de un poder opresor.
Desde la impotencia a la esperanza:
Queridos: ante el drama de sufrimientos y muerte en que
el poder ha convertido los caminos de los emigrantes, es difícil que
apartemos de nuestro corazón sentimientos de frustración, de impotencia, de
tristeza, de indignación. Pero nuestro compromiso con la vida de los pobres no
nace de esos sentimientos, sino de un amor incondicional, un amor fiel, que a
todos se nos ha manifestado, y que a todos nos ha reunido para siempre en el
único cuerpo de Cristo.
"No te cierres a tu propia carne": no te
cierres al sufrimiento de Cristo.
En este camino el poder no puede seguirnos. A él sólo le pedimos que sea justo. A nosotros el amor nos pide dar incluso la vida por el bien de los demás.
En este camino el poder no puede seguirnos. A él sólo le pedimos que sea justo. A nosotros el amor nos pide dar incluso la vida por el bien de los demás.
Y son muchas las cosas que, hasta dar la vida, podemos
hacer: Tenemos la fuerza del amor y de la oración, una fuerza que es capaz de
mover el mundo. Podemos hacer que los emigrantes no estén solos en su
camino, y podemos dejar solos a quienes, gobiernos o mafias, les están robando
la vida.
Podemos compartir con
el emigrante nuestro poco de leña, nuestro poco de agua, la última harina de
nuestra vasija, el último aceite de nuestra alcuza. Podemos darles voz para
que se escuche su grito, podemos llamar a las puertas de cada conciencia para
que la sociedad reclame una nueva política de fronteras, y, con terquedad de
discípulos de Jesús, podemos recordar a cada hombre que es su propia carne,
también la de Cristo, la que, día a día, es condenada a muerte en las fronteras
del sur de Europa.
Queridos: no me dejéis sin vuestra oración(Artículo tomado de Religión digital)
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