¡Ven, Espíritu Santo! Tierra fecunda, finísima fragancia. Dame tu don de Sabiduría.
¡Ven con tus rayos de luz fulgurantes de conocimiento y de amor: enséñame a despojarme de tantas cosas que no me dejan gustar tu dulcedumbre infinita, Dios mío!
¡Danos la experiencia divina de tu misterio inefable!
¡Luz que vienes de lo alto, ilumina lo más hondo de nuestro ser para que aspiremos solamente a gustar tu amor sin fronteras.
¡Ven! Hazme conocer cuán suave y dulce eres Dios mío, para quien te posee como la Virgen María, “Sede de la Sabiduría” que se sintió transportada de gozo en Dios su Salvador.
¡Ven, Espíritu Santo!
Otórgame el regalo incomparable de tu amor que es el valor supremo.
¡Dame tu Amor tierno, delicado, libre, confiado y puro como el agua cristalina de una fuente!
¡Entra en mi corazón, fuego divino! ¡Quiero dejarme poseer por Ti, vivir en Ti…, abandonarme en Ti, Dios mío!, dócil siempre a tu querer divino en todo.
Dame, Espíritu Santo, este precioso fruto del Amor!.
¡Ven, Espíritu Santo!
Concédeme el gozo que se deriva de la paz y del amor; que brota del interior del alma, iluminada por los resplandores de tu luz.
Este gozo, esta alegría, ahuyenta el temor y la turbación, da luz al entendimiento, fuerza y energía al corazón.
Con esta alegría en el rostro, se muestra la belleza de la virginidad; y se da a conocer que el yugo del Señor es suave y su carga ligera.
Dame, Espíritu Santo, este precioso fruto de la alegría.
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