MARCOS 1, 7-11
"En aquel tiempo proclamaba Juan:
-- Detrás de mí viene el que puede más que
yo, y yo no merezco ni agacharme para desatarle las sandalias. Yo os he
bautizado con agua, pero el os bautiza con Espíritu Santo.
Por entonces llegó Jesús desde Nazaret de
Galilea a que Juan lo bautizara en el Jordán. Apenas salió del agua, vio
rasgarse el cielo y al Espíritu bajar hacia él como una paloma. Se oyó
una voz del cielo:
--Tú eres mi hijo amado, mi predilecto."
BAUTIZADOS CON
CRISTO:
Moriré sin aprender el misterio
de la cruz; moriré, Señor, sin bajar contigo a las aguas de tu bautismo. Mi día
declina sin que acierte a poner los pies en la huella de los tuyos.
La Iglesia, que celebra hoy
la fiesta de tu bautismo, la fiesta de tu inocencia bautizada entre pecadores,
vuelve los ojos del corazón a tu cuerpo levantado sobre la cruz, al misterio de
la santidad de Dios bautizada entre criminales.
No bajaste a las aguas de nuestro
río por ocultar tu justicia, sino por hacernos partícipes de ella; no entraste
en el abismo sin esperanza de los malhechores para reprocharles lo perdido de
sus vidas, sino para darles la ocasión de recuperarlo.
A donde tú bajas, a donde tú
entras, a donde tú te bautizas, el cielo se abre, el Espíritu desciende, y la
voz del cielo permite reconocer entre pecadores y criminales al Hijo de Dios, a
su preferido: “Mirad a mi siervo, a quien sostengo; mi elegido, a quien
prefiero. Sobre él he puesto mi espíritu, para que traiga el derecho a las naciones”.
Te bautizaste, Señor, para que el
cielo se abriese, para que el Espíritu descendiese, para que los pecadores
pudiesen estar contigo en el paraíso.
Hoy tu Iglesia, que en la Eucaristía escucha tu
palabra y se alimenta con sacramentos del cielo, unida a ti por la fe se
bautiza contigo, se ofrece contigo, y ve por tus ojos que el cielo se abre para
ella y que el Espíritu baja para ella. Hoy tu Iglesia, Señor, unida a ti en
santa comunión, oye contigo la palabra que el cielo pronuncia sobre ti: “Tú
eres mi Hijo amado, mi preferido”.
Pues que comulgo contigo en los
divinos misterios, enséñame, Señor, a poner mis pies en la huella de los tuyos,
enséñame a bautizarme contigo, enséñame a obedecer contigo, enséñame a tomar la
cruz de cada día y seguirte, enséñame para que aprenda tu cruz.
Siempre en el corazón Cristo.
+ Fr. Santiago Agrelo
Arzobispo de Tánger
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