“¿Qué buscáis?”
“Maestro, ¿dónde vives?” “Venid y lo veréis”… Entonces fueron, vieron dónde
vivía y se quedaron con él aquel día. Eran como las cuatro de la tarde” (Jn 1, 38-39)
San Juan no cuenta qué vieron ni lo que hicieron
aquel día, pero tuvo que ser una experiencia tan fuerte, tan impresionante, que
después de tanto tiempo, aún recuerda la hora: las cuatro de la tarde. Y
Andrés, lo primero que hace al encontrarse con su hermano Simón es contarle que
han encontrado al Mesías y lo lleva a Jesús.
También a nosotros, consagrados, un día nos preguntó
Jesús: ¿Qué buscas? Y nos invitó a seguirle, y fuimos con él y nos convertimos
en “Amigos fuertes de Dios”
Amigos porque vivimos en su casa, porque hacemos
nuestras sus alegrías, sus preocupaciones, sus inquietudes, sus proyectos.
Fuertes porque lo hemos dejado todo para seguirle y
estar con Él. Porque nuestra relación con Él es íntima y cada día tratamos de
conocerle un poco más. Porque nos envía a predicar a todo el mundo, con
nuestras palabras, con nuestra vida, con nuestra oración. Porque nos
convertimos en “manos y corazón de Dios” para con todos los hombres. Porque,
como Abraham, como Moisés y todos sus amigos, intercedemos ante Dios por todos
y cada uno de nuestros hermanos. Porque queremos testimoniar al mundo su amor y
su misericordia. Porque nos fiamos plenamente de Él.
Este año, la Jornada Mundial de la Vida Consagrada,
cuyo lema es el título de este artículo, tiene un color diferente pues el 2015
es el Año de la Vida Consagrada. Nuestro querido Papa Francisco nos ha escrito
una carta por este motivo. En ella nos invita a dar gracias al Padre “que nos ha llamado a seguir a Jesús en
plena adhesión a su Evangelio y en el servicio de la Iglesia”.
Quiere que en este año de gracia miremos el pasado
con gratitud, vivamos el presente con pasión y abracemos el futuro con
esperanza. Y espera de nosotros que seamos misioneros de la “perfecta alegría”;
que “despertemos al mundo” siendo profetas como lo fue Jesús cuando vivió en
esta tierra. Además, como estamos llamados a ser “expertos en comunión”, espera
que hagamos realidad una espiritualidad que haga de la Iglesia la casa y la
escuela de la comunión. Espera también que salgamos de nosotros mismos para ir
a las periferias existenciales con gestos concretos de acogida a los hermanos,
especialmente los más desfavorecidos. Y por último espera que nos preguntemos
lo que hoy nos piden Dios y la humanidad.
Finaliza la carta señalando los horizontes de la
Vida Consagrada y dirigiéndose a todo el pueblo cristiano, a los obispos, a los
laicos que comparten con los consagrados ideales, espíritu y misión, y también
a las personas consagradas pertenecientes a Iglesias de tradición diferente a
la católica.
Por todo ello os lanzo una invitación: ¡no dejéis de
leerla! y una súplica: ¡rezad por nosotros! ¡rezad por la Vida Consagrada!
Sor
Mª Cristina de la Eucaristía, osc
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