SAN MARCOS 12, 38-44
"En aquel tiempo enseñaba Jesús a la
multitud y les decía: ¡Cuidado con los letrados! Les encanta pasearse con
amplio ropaje y que les hagan reverencias en la plaza, buscan los asientos de
honor en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes; y devoran los
bienes de las viudas con pretexto de largos rezos. Esos recibirán una sentencia
más rigurosa.
Estando sentado enfrente del cepillo del
templo, observaba a la gente que iba echando dinero: muchos ricos echaban en
cantidad; se acercó una viuda pobre y echó dos reales.
Llamando a sus discípulos les dijo: Os
aseguro que esa pobre viuda ha echado en el cepillo más que nadie. Porque los
demás han echado de lo que les sobra, pero esta, que pasa necesidad, ha echado
de lo que tenía para vivir."
*** *** ***
Jesús pone en evidencia dos comportamientos
radicalmente opuestos: el de los escribas, mostrando cómo la vanidad y la
avaricia son comportamientos repugnantes, sobre todo cuando se arropan con
“argumentos religiosos”. Y el de la pobre viuda, subrayando lo que marca la
calidad de los comportamientos: el corazón. La escala de valores del Reino de
Dios no coincide con la mundana. ¡Y existe el peligro de olvidarlo!
La verdadera
maestra de vida es la pobre viuda, no los sabios letrados.
REFLEXIÓN
PASTORAL
El evangelio de este domingo presenta dos
escenas diametralmente opuestas: la de la ostentación de los escribas y
fariseos, y la de la ofrenda humilde y silenciosa de la pobre viuda. La de la
extorsión en nombre de la religión, y la de la humildad y sinceridad de
corazón. A la primera, Jesús la denuncia severamente; a la segunda la eleva a
la categoría de la ejemplaridad. Vamos a detenernos en la segunda escena.
En
el templo de Jerusalén había una gran arca donde la gente depositaba sus
ofrendas. Y Jesús, un día, tuvo la feliz ocurrencia de sentarse frente a él.
¡Buen puesto para observar no tanto el bolsillo cuanto el corazón! “Pues donde está tu tesoro, allí estará tu corazón” (Mt 6,21).
Y “muchos
ricos echaban mucho; se acercó una pobre viuda y echó dos monedillas, es decir,
un cuadrante. Llamando a los discípulos les dijo: En verdad os digo que esta
pobre viuda ha echado en el arca de las ofrendas más que nadie. Porque los
demás han echado de los que les sobra, pero esta, que pasa necesidad, ha echado
todo lo que tenía para vivir”.
Las conclusiones a extraer pueden ser
variadas. Sugiero una: Jesús no criticó a los que dieron mucho por lo que dieron,
sino porque no se dieron; ni alabó a la viuda por lo poco que dio, sino porque
se dio. Jesús advirtió, sencilla y claramente, de la insuficiencia de las
donaciones superfluas.
La primera lectura, por su parte, abunda
en la misma idea, destacando cómo la ofrenda de la viuda a favor de Elías no la
empobreció a ella ni a su familia, sino que les enriqueció: “Ni la orza de harina se vació, ni alcuza de
aceite se agotó”. Y es que, como dice un proverbio chino: “El que espera a
tener lo superfluo para darlo a los otros, nunca les dará nada”. Cuando no se
es desprendido y generoso, resulta imposible distinguir entre lo necesario y lo
superfluo, porque todo nos parece necesario…, incluso lo de los otros.
Pero hay algo más; junto a esta lección
práctica, la segunda lectura, tomada de la Carta a los Hebreos, nos hace una
revelación: nuestra salvación, no se ha producido con “excedentes”, con "sobras",
sino con la entrega más radical de Dios, la de su Hijo, convertido en mediador
e intercesor ante el Padre.
Cristo es la ofrenda de Dios en favor
nuestro; una ofrenda nada extrínseca sino íntima, en la que Dios entregó a su
Hijo y se entregó en su Hijo, quien “se
ha manifestado al final de los tiempos para destruir el pecado con el
sacrificio de sí mismo…, y para
ponerse ante Dios, intercediendo por nosotros”. Nada extraño que san Pablo nos invite a
presentarnos “como sacrificio agradable a Dios, porque este es vuestro culto
espiritual” (Rom 12,1).
Hoy
se pretende, pretendemos, arreglar los problemas y carencias del mundo
distribuyendo “excedentes”… Olvidando que el pan que realmente sacia el hambre
no es el que se reparte sino el que se comparte.
Mientras solo demos de lo que nos sobra,
aunque sea mucho, los problemas no se arreglarán. Una construcción levantada
con materiales de derribo, de desecho, no será más que una mala chabola.
Aprendamos de la generosidad de Dios a
ser generosos; apropiémonos los sentimientos de Jesús que se entregó y se hizo
pobre para enriquecernos con su pobreza (2 Cor 8,9). Y aprendamos, también, de estas dos viudas
pobres, la de Sarepta y la de Jerusalén, no escribieron libros ni predicaron,
pero con su gesto silencioso y humilde nos dan una lección con la que entrarían
en vías de solución tantos problemas que los más sesudos economistas parecen no
saber solucionar, porque la cuestión no está en dar sino en darse; el problema
no es solo de cartera sino de corazón.
REFLEXIÓN
PERSONAL
.-
¿Dónde está mi corazón?
.-
¿Me doy de mí mismo o solo doy de mis excedentes?
.-
¿Hasta dónde me inquieta el dolor del prójimo?
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