SAN JUAN 16, 12-15
“En
aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: Muchas cosas me quedan por deciros,
pero no podéis cargar con ellas por ahora: cuando venga él, el Espíritu de la
Verdad, os guiará hasta la verdad plena. Pues lo que hable no será suyo:
hablará de lo que oye y os comunicará lo que está por venir. Él me glorificará,
porque recibirá de mí lo que os irá comunicando. Todo lo que tiene el Padre es
mío. Por eso os he dicho que tomará de lo mío y os lo anunciará”.
*** *** ***
En
el momento de la despedida, Jesús promete a sus discípulos, aún inmaduros para
comprenderlo todo, la asistencia del Espíritu Santo. Será el Maestro interior,
que les llevará al conocimiento de la Verdad plena, es decir, a la plenitud del
conocimiento de Jesús. Profundamente vinculado a él, el Espíritu lo glorificará
y plenificará su obra. La originalidad del Espíritu no está en la temática, que
es la de Jesús, aprendida del Padre, sino en la capacidad para ayudar a
profundizarla y a difundirla.
REFLEXIÓN PASTORAL
Celebramos
la fiesta del Misterio de la Santísima Trinidad: la verdad íntima de Dios, su
misterio. Y la verdad fundamental del cristiano. Para unos resulta prácticamente
insignificante; para otros, teóricamente incomprensible...Y así, unos y otros,
por una u otra sinrazón, “pasan” de él. ¿Tanto nos habremos insensibilizado y
distanciado de nuestros núcleos originales?
En su nombre somos bautizados; en su nombre se nos perdonan los pecados;
en su nombre iniciamos la Eucaristía; en su nombre vivimos y morimos: en el
nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Hoy
se constata una tendencia a prescindir de Dios. Insensibles, vamos
acostumbrándonos o resignándonos a eso que ha dado en llamarse “el silencio de Dios”, y que otros, más
audaces, denominaron “la muerte de
Dios”; sin percatarse de que, en esa atenuación o desaparición del sentido de
Dios, el más perjudicado es el hombre, que pierde así su referencia fundamental
(Gén 1, 26-27), hundiéndose en el caos de sus propios enigmas.
¿Quién
es Dios? Una pregunta desigualmente respondida, pero una pregunta ineludible,
inevitable, porque Dios no deja indiferente al hombre; lo lleva muy dentro para
que pueda desentenderse de Él.
Para
nosotros, ¿quién es Dios? Dios no puede
ser afirmado si, de alguna manera, no es experienciado. ¿Qué experiencia
tenemos de Dios? ¿Tenemos alguna? ¿O solo lo conocemos de oídas?
Estamos
expuestos a un grave riesgo: acostumbrarnos a Dios, un Dios cada vez más deteriorado
por nuestras rutinas. Un Dios al que llamamos “nuestro dios”, quizá porque le
hemos hecho a nuestra medida, y que sirve para justificar nuestras cómodas
posturas, sin preguntarnos si ese “dios” es el Dios verdadero.
“A Dios nadie le ha visto jamás: el Hijo
único, que está en el seno del Padre, él lo ha contado” (Jn 1 ,18). Jesús
es quien esclarece el auténtico rostro de Dios, su auténtico nombre. Y no
recurrió a un lenguaje difícil, para técnicos, sino accesible a todos: Dios con
nombres familiares: Padre, Hijo y Espíritu de Amor. Dios es familia, diálogo,
comunión. Jesús no tuvo interés en hacer una revelación teórica de Dios,
esencialista, sino concreta. Por eso Dios para nosotros más que un misterio, aunque no podemos por
menos de reconocer un porcentaje de misterio, es un modelo de vida (Mt 5, 48;
Lc 6,36).
Porque
Dios es Familia, quiere que “todos sean
uno, como Tú y Yo somos uno” (Jn
17,21); porque es Diálogo, quiere
veracidad en nuestras relaciones: “vuestro
sí sea sí...” (Mt 5,37); porque es Salvador, quiere que nadie se coloque de
espaldas a las urgencias del hermano: “Tuve
hambre...” (Mt 25,35); porque “es Amor” (8I Jn 4,), quiere que nos
amemos... A Dios hemos de traducirlo en la vida.
Esto es
creer en Dios, vivir a Dios. “Si vivimos,
vivimos para Dios” (Rom 14,8)... Ser creyente es una cuestión práctica y de
prácticas. Dejar que Dios sea Dios en la vida. Dejar que Dios sea realmente lo
Absoluto, el Primero y Principal. Lo Mejor. ¡Solo Dios!, pero no
solos con Dios, porque Dios no aísla. Quien abre su corazón a Dios de
par en par, experimenta inmediatamente que ese corazón se convierte en “casa de
acogida”.
REFLEXIÓN PERSONAL
.- ¿Qué experiencia tengo y
testimonio de Dios?
.- ¿Es un “por si acaso” en mi
vida?
.- ¿Con qué pasión busco su rostro?
DOMINGO J. MONTERO CARRIÓN,
OFMCap.
No hay comentarios:
Publicar un comentario