Padre mío
Celestial: te envío este mensaje por medio de tu Hijo dilectísimo, mi Amado
Jesús. Te doy gracias por haberme dado este tesoro infinito de los cielos. Y porque
hoy, después de haber dado su vida para salvarnos, sube Resucitado y
Triunfador, de nuevo a tus brazos de Padre. Él me ha manifestado tu ternura, tu
bondad y tu amor. En su Rostro, he visto tu Rostro, Padre mío, y en su Corazón
he visto tu infinito Amor.
¡Gracias,
Dios mío, por haberme revelado por Jesús tu Misterio insondable! Celebrando el
comienzo del tercer milenio de su venida a la tierra, participamos en este año
jubilar, del derroche de sus gracias.
Quiero agradecerte
también varios regalos singularísimos que recibí de mi Amadísimo Jesús en esta
fecha de su subida al Cielo. Y que el mismo Jesús te diga mis íntimos
sentimientos y deseos de santidad y de amor. Y también la solicitud que siento
por todos los que amo en este mundo. Te pido para todos ellos la salud, la paz
y el amor. Te pido para mi Comunidad querida el fervor de la caridad y la observancia
religiosa que nos llevará a la más alta santidad que deseamos. Y para el mundo
entero te pido el Reinado de tu Hijo Jesús.
Te pido
también que alegres a nuestros queridos difuntos y hermanas de Comunidad con la
visión de tu Rostro, enviándoles mi recuerdo lleno de afecto seráfico. Envío igualmente mi filial cariño a mi Madre, la
Virgen Santísima, a mis seráficos Padres San Francisco y Santa Clara, y mi
homenaje de veneración a toda la corte de ángeles y santos que te rodean.
En Jesús,
mi Amado, y en el Espíritu de Amor, me uno a Ti, Padre mío y espero que me
acojas entre tus brazos un día por toda la eternidad. Amén.
Sor Mª Teresa de la Inmaculada, (†)
(1 de junio de 2000)
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