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sábado, 27 de marzo de 2010

DOMINGO DE RAMOS (San Lucas 19, 28-40)



Jesús echó a andar delante, subiendo a Jerusalén. Al acercarse a Betfagé y Betania, junto al monte llamado de los Olivos, mandó a dos discípulos diciendoles: "Id a la aldea de enfrente: al entrar encontraréis un borrico atado, que nadie ha montado todavía. Desatadlo y traedlo. Y si alguien os pregunta: "¿Por qué lo desatáis?", contestadle: "El Señor lo necesita". Ellos fueron y lo encontraron como les había dicho. Mientras desataban el borrico, los dueños les preguntaron: "¿Por qué desatáis el borrico?". Ellos contestaron: "El Señor lo necesita". Se lo llevaron a Jesús, lo aparejaron con sus mantos, y le ayudaron a montar. Según iba avanzando, la gente alfombraba el camino con los mantos. Y cuando se acercaba ya la bajada del monte de los Olivos, la masa de los discípulos, entusiasmados, se pusieron a alabar a Dios a gritos por todos los milagros que habían visto, diciendo: "¡Bendito el que viene como rey, en nombre del Señor! Paz en el cielo y gloria en lo alto". Algunos fariseos de entre la gente le dijeron: "Maestro, reprende a tus discípulos". Él replicó: "Os digo, que si éstos callan, gritarán las piedras".

Este domingo dejamos que sea este santo quien nos introduzca en el misterio de la Palabra.

DE LOS SERMONES DE SAN ANDRÉS DE CRETA, Obispo
"Venid, y al mismo tiempo que ascendemos al monte de los Olivos, salgamos al encuentro de Cristo, que vuelve hoy de Betania y, por propia voluntad, se apresura hacia su venerable y dichosa pasión, para llevar a plenitud el misterio de la salvación de los hombres.
Porque el que va libremente hacia Jerusalén es el mismo que por nosotros, los hombres, bajó del cielo, para levantar consigo a los que yacíamos en lo más profundo y colocarnos, como dice la Escritura, por encima de todo principado, potestad, fuerza y dominación, y por encima de todo nombre conocido.
Y viene, no como quien busca su gloria por medio de la fastuosidad y de la pompa. No porfiará -dice- no gritará, no voceará por las calles, sino que será manso y humilde, y se presentará sin espectacularidad alguna.
Ea, pues, corramos a una con quien se apresura a su pasión, e imitemos a quienes salieron a su encuentro. Y no para extender por el suelo, a su paso, ramos de olivo, vestiduras o palmas, sino para prosternarnos nosotros mismos con la disposición más humillada de que seamos capaces y con el limpio propósito, de manera que acojamos al Verbo que viene, y así logremos captar a aquel Dios que nunca puede ser totalmente captado por nosotros.
Alegrémonos, pues, porque se nos ha presentado mansamente el que es manso y que asciende sobre el ocaso de nuestra ínfima vileza, para venir hasta nosotros y convivir con nosotros, de modo que pueda, por su parte, llevarnos hasta la familiaridad con él.
Así es como nosotros deberíamos prostarnos a los pies de Cristo, no poniendo bajo sus pies nuestras túnicas, o unas ramas inertes, que muy pronto perderían su verdor, su fruto y su aspecto agradable, sino revistiéndonos de su gracia, es decir, de él mismo, pues los que os habéis incorporado a Cristo por el bautismo, os habéis revestido de Cristo. Así debemos ponernos a sus pies como si fuéramos unas túnicas, y si antes, teñidos como estábamos de la escarlata del pecado, volvimos a encontrar la blancura de la lana gracias al saludable baño del bautismo, ofrezcamos ahora al vencedor de la muerte, no ya ramas de palma, sino trofeos de victoria.
Repitamos cada día aquella sagrada exclamación que los niños cantaban, mientras agitamos los ramos espirituales del alma: Bendito el que viene como rey, en nombre del Señor.

viernes, 26 de marzo de 2010

CONFIDENCIAS




Aquella noche, Jesús
se fue a orar junto a su Madre;
necesitaba decirla
los designios de Dios Padre.
Subieron a una colina
como tenían costumbre;
pero flotaba en el aire
un algo de incertidumbre.
Les envolvió en resplandores
la oscuridad estrellada
de esta noche misteriosa
tan mágica y contrastada.




Juntos oraron fervientes - a su Padre Celestial,
pidiéndole luz y ayuda - en esta hora mortal.
Un salmo tdo profético - les sirve con emoción
para elevar su plegaria - brotada del corazón:

"¡Misericordia, Dios mío! - A Ti acudo, sálvame.
Tú eres mi auxilio y mi alcázar, - a tu sombra acógeme.
Me envuelven redes de muerte, - me asaltan grandes terrores,
y los lazos del abismo - me alcanzan con sus rigores.
Entre leones y fieras, - entre lenguas afiladas
que hieren y descuartizan - más que cortantes espadas,
mi alma se halla sin arrimo - muy triste y desamparada.
Pero Tú eres mi refugio: - ¡Misericordia, Dios mío!
¡Sálvame, Dios de mi vida! - ¡No caiga yo en el vacío!
pues Tú eres fidelidad, - y siempre en Ti yo confío."

Y siguieron desgranando - más súplicas y oraciones,
pues la hora se acercaba - con grandes tribulaciones.
Después bajo las estrellas - en las rocas se sentaron
y con inquietud creciente - los dos largamente hablaron.

-Hijo mío, ya me han dicho - que Caifás habló este día
como supremo pontífice - de que un hombre moriría.
Se ve que ya han decidido - tu muerte, pero hijo amado,
¿cómo puede cometerse - un tan horrendo pecado?

-Están ciegos. No han querido - ver la luz, que hasta a raudales
se les ofreció gozosa. - Rechazaron mil señales
y ahora están en las tinieblas - más oscuras y totales.
Pero en todo este proceso - tú bien sabes, Madre mía,
que es la voluntad del Padre - la que me orienta y me guía.
Tengo que entregar mi vida - para redimir al mundo,
para librarle del odio - y del abismo profundo.
Y tú tienes que ayudarme - con tu propia inmolación;
sabes que sin sacrificio - no puede haber redención.

-¡Oh, sí! Yo quiero inmolarme - y entregar también mi vida;
sin ti no puedo vivir, - estoy en el llanto hundida...
y... ¡quiero morir contigo! - ¡Dios mío! ¡Tomad mi vida!

-¡Oh, Madre mía querida! - La inmolación que Dios quiere
es que sufras en el alma - más que dolores de muerte,
y sufrirás a mi lado, - y compartirás mi suerte.
Porque después que se pase - esta tragedia increible
vendrá una luz sin ocaso, - vendrá una glora indecible.
Y tú, Madre mía amada, - serás envuelta en tal gloria
y en felicidad tan grande, - que no se ha visto en la historia,
transportada por el júbilo - al contemplar mi victoria.
Te digo, Madre, estas cosas - para que tengas valor
ante el drama que se acerca, - hostil, desafiador,
pero que será vencido - el odio por el amor.

-Sí, tú mismo eres el bien, - y has sembrado sólo amor.
Pero los hombres ingratos - te envuelven en el dolor.

-Te digo que ya mañana - será la noche más bella
de rojo-sangre adornada - a la luz de las estrellas.
Será la noche de amor, - donde verás extasiada
que puedes dar a tu Hijo - en tu corazón morada;
que mi carne y que mi sangre - será comida entregada.
Aquello que en aquel día - anuncié en Cafarnaún
va a tener su cumplimiento - en realida más aún.
Y estaré siempre contigo, - no lo dudes, Madre mía;
¡hasta el final de los siglos - estaré en la Eucaristía!

-¡Oh Misericordia inmensa! - ¡Oh audaz portento inefable!
¡Oh! ¡Cuánto puede el amor! - ¡Tu amor inconmensurable!
¡Hijo mío! Este portento - será por generaciones
y, a través de los siglos, - bálsamo en las aflicciones,
diáfana luz en la sombra, - júbilo de mil canciones.
¡Oh! ¡Tu antorcha ya llamea - tinta en sangre incandescente,
y estoy como ebria de amor, - y del dolor más vehemente
por lo que me has revelado, - tan dulce y tan sorprendente!
Es la hora que has soñado - de tu entrega generosa
que durará eternamente - ardiente, maravillosa,
pero cargada a la vez - de una angustia pavorosa.

-Sí, Madre, esta es "mi hora": - la hora en que mi destino
va a tener su cumplimiento, - el final de mi camino.
Mi misión de redentor - en esta hora añorada
y de otorgar a mi Padre - la mayor gloria colmada,
¡se cumple! Por eso mismo - es "mi hora" deseada.
Tengo que ir al encuentro - de esta hora, Madre mía.
¡Vayamos! ¡es ya la aurora - del más memorable día,
y el poder de las tinieblas - está alerta y nos espía!

Callaron. En su interior - toda luz se había extinguido,
y todo sobre la tierra - parecía detenido.
Se funden en un abrazo - madre e hijo, emocionante.
Y nada más se dirán: - comienza el fin agobiante.
Es esta una despedida - de una tristeza indecible,
pues no hay palabras humanas - que digan lo indefinible.

(Del libro "El poema de Jesús")

miércoles, 24 de marzo de 2010

Una Aventura Sorprendente (XXXI)

¿LLEGA LA "HORA"?
Pasaron algunos años.
Jesús sabía que se acercaba la "hora" en que debía de salir de su retiro nazaretano. A María la habían llegado los rumores de que se había visto en el río Jordán un gran profeta, como los antiguos, de los que hablan los Libros Santos.
Se llamaba Juan, que había empezado a predicar en el desierto; y en el Jordán impartía un bautismo de penitencia. María, cuando oyó estas cosas, recordó enseguida al hijo de su pariente Isabel. Ella sabía que Juan tenía algún encargo importante de su Dios y Señor. Bien se acordaba de los tres meses que había pasado en Ain-Karen, en compañía de sus parientes, hasta el nacimiento de aquel niño predestinado. Ahora en el desierto, decían que, hablaba de preparar el camino al que había de venir... Recordando estas cosas, su corazón sufría y latía con cierta zozobra. ¿La dejaría ya su Hijo? Esto no lo podía pensar sin que las lágrimas vinieran a sus ojos.
En efecto, Jesús en aquellos días, quiso hablar con su Madre confidencialmente una vez más, para comunicarle la voluntad del Padre que Él tenía que cumplir. Fue buena ocasión, porque aquella tarde al llegar a casa, la encontró sola, pues ya se había marchado Salomé, la de Santiago, que muchos días tenía costumbre de ir a acompañar a María en sus tareas.
Entonces la habló así:
- Madre mía, sabes muy bien que los signos más próximos a la llegada del Mesías, según las Escrituras Santas, se están cumpliendo. Son como sabes profecías muy lejanas que hablaban ya de lo que había de venir ahora. Recuerda por ejemplo, lo que dice Isaías en un párrafo precioso:
"Consolad... consolad a mi pueblo, dice nuestro Dios... una voz grita en el desierto: preparadle un camino al Señor; allanad en la estepa una calzada para nuestro Dios: los valles se levanten, los montes y las colinas se abajen..."
Ya sabemos que el lenguaje de los profetas es simbólico, y lleno de alegorías pero muy bello. Y todo esto se refería a mi propia venida para salvar a los hombres. Y como sé que te preocupa mucho el asunto de mi ausencia, debo prepararte Madre, y te lo tengo que decir, que va llegando la "hora" que el Padre había señalado para que su Hijo anuncie la llegada del Reino de Dios a todo el mundo.
María se había entristecido mucho y sus ojos estaban llenos de lágrimas. Jesús trató de consolarla diciendo:
- No temas Madre mía, que no me alejaré demasiado de ti. No saldré de nuestra patria y podrás seguirme bastante de cerca en mis trabajos. Tienes que se tú mi apoyo más eficaz en la tarea de la predicación. Tendré que salir de tu casa, de nuestra casa; y vivir de otro modo con los discípulos que he de formar, pero estaré siempre cerca de ti.
- ¡Oh!¡Cómo me consuela esto!, -dijo María-. Poder verte y oírte, seguir tus pasos será el único consuelo de tu vida.
- Pues ya te digo que esto sí lo vas a poder hacer, -contestó Jesús-.
Y María prosiguió:
- Una cosa quiero confiarte, que nunca te he dicho y ahora necesito decirte Hijo amadísimo. He tenido toda mi vida una espina que me ha hecho sufrir lo indecible. Ha sido una especie de sobresalto por tu suerte. Cuando acompañada por José te llevaba en brazos al presentar en el Templo, un anciano salió a nuestro encuentro y nos dijo profecías hermosísimas de tu vida. Pero también me dijo a mí algo que quedó impreso en mi corazón. Y aunque lo quisiera alejar de mí no podía; me dijo: "Mira, este Niño está puesto para caída y levantamiento de muchos en Israel; y como signo de contradicción, o como una bandera discutida. Y una espada atravesará tu alma". Pienso que te va a pasar algo grave...
- Mira Madre; como vas a seguir mis pasos tienes que pensar que tendrás penas, pero también alegrías. Nuestro Padre celestial nos va a sostener siempre a ti y a mí. No sufras más ahora. Cuando llegue la hora del sufrimiento, sufriremos los dos. Ahora tienes que tener paz y alegría.
- Acepto tus palabras plenamente, Hijo mío -dijo María-. ¡Gracias por tanto amor! Me dejas consolada.

sábado, 20 de marzo de 2010

5º Domingo de Cuaresma: EL ENCUENTRO ENTRE JESÚS Y LA MUJER (San Juan 8, 1-11)



"Jesús se retiró al monte de los Olivos. Al amanecer se presentó de nuevo en el templo, y todo el pueblo acudía a él, y, sentándose, les enseñaba. Los escribas y los fariseos le traen una mujer sorprendida en adulterio y, colocándola en medio, le dijeron: "Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. La ley de Moisés nos manda apedrear a las adúlteras; tú, ¿qué dices?". Le preguntaban esto para comprometerlo y poder acusarlo. Pero Jesús, inclinándose, escribía con el dedo en el suelo. Como insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo: "El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra". E inclinándose otra vez, siguió escribiendo. Ellos, al oirlo, se fueron escabullendo uno a uno, empezando por los más viejos. Y quedó solo Jesús, con la mujer, que seguía allí delante. Jesús se incorporó y le preguntó: "Mujer, ¿dónde están tus acusadores?; ¿ninguno te ha condenado?". Ella contestó: "Ninguno, Señor". Jesús dijo: "Tampoco yo te condeno. Anda y en adelante no peques más".

1.- LEE / ESCUCHA: ¿QUÉ TE DICE EL TEXTO?
Al amanecer, después de pasar la noche orando, escribas y fariseos someten a juicio de Jesús a una mujer sorprendida públicamente en adulterio, para tenderle una trampa: obligándole a pronunciarse o contra la ley de Moisés o contra el derecho romano. Jesús no dice nada. Ante la insistencia de los judíos, Jesús apela a la conciencia de los acusadores, que terminan por marcharse. Cuando quedan solos, Jesús perdona a la mujer y la invita a no pecar más.

2.- MEDITA / ASIMILA: ¿QUÉ TE DICE HOY LA PALABRA?
La bondad, la misericordia, el perdón y el amor de Jesús brillan en esta escena en contraste con la severidad, la crueldad y el odio de los acusadores que exigen se cumpla la condena. Jesús se compadece de la desgracia de esta mujer difamada, desprestigiada, cogida vergonzosamente en el pecado; y su bondad infinita la acoge y la libra de una muerte cruel. Se compadece de su inmensa miseria y soledad, de su arrepentimiento y de sus lágrimas y la perdona con misericordia infinita, levantándola con todo amor y animándola a emprender una vida nueva lejos del pecado.


3.- ORA /CONTEMPLA: ¿QUÉ LE DICES AL SEÑOR CON LA PALABRA?
¡Oh Jesús! Me conmueve profundamente tu postura de indulgencia, perdón y comprensión sin límites; me abandono una vez más a ti con ilimitada confianza, dejando en tus manos toda mi vida. Sólo tú eres mi juez y mi liberación.
¡Gracias, Señor! Por tu Palabra llena de vida, que yo quiero tener presente en mis oídos y en mi corazón, Palabra llena de fuerza, que me alienta, que me ilumina, y me llena de alegría, perdón y paz.


4.- PON EN PRÁCTICA / ANUNCIA: ¿QUÉ HACER CON LA PALABRA?
Quedan muy pocos días para la Pascua. Acudir al Sacramento de la Reconciliación (Penitencia), confesar nuestras faltas y pecados, dejarnos animar por Cristo, abrirnos a su Gracia, perdón y misericordia, y comenzar una nueva vida resucitada con Cristo Resucitado.

viernes, 19 de marzo de 2010

Una Aventura Sorprendente (XXX)



DOLOROSA AUSENCIA
Aquel día María se levantó como siempre, temprano para orar. En su oración expuso al Señor Dios una gran preocupación. No obtuvo respuesta del Señor; sin embargo, quedó su alma un tanto consolada después de haberle confiado a su Dios todo su agobio.
Y es que José llevaba varios días algo enfermo. La tarde de ayer no había podido ir al trabajo porque se encontraba muy fatigado y tenía sensación de mareo.
Ahora, por la mañana, le preguntó con inquietud:
- ¿Cómo te encuentras José?, ¿le has dicho a Jesús algo de tu malestar?
- No es necesario esposa mía -dijo José-; ya sabes que Él se entera de todo antes que nosotros mismos. Quiero ahora contarte un sueño que he tenido esta noche, que me ha dejado muy consolado.
María escuchó con creciente atención. Continuó José:
- Soñé con el cielo; allí estaba nuestro Padre celestial rodeado de ángeles bellísimos. Y escuchando sus cantos de alabanza a nuestro Dios me sentía feliz. Hicieron un silencio y escuché la voz del Padre celestial que decía: "Mirad al justo José ¡con qué amor y solicitud está cumpliendo el importantísimo encargo que le he encomendado! Me está representando muy bien, como podéis ver. El mundo sin embargo, está lleno de espinas; el pecado de los hombres ha llenado de maldades y abrojos el universo entero. Quiero evitarle a mi amado José muchos sufrimientos y sinsabores, muchas contrariedades y dificultades que, de seguir viviendo sin duda llegarían para él. Por eso he determinado traérmelo a mi lado". Los ángeles alabaron la sabiduría de su Dios y Señor y entonaron nuevos himnos y cantos celestiales que llenaron mi alma de dulzura. Mi amda María, ¿qué te parece de mi sueño?
María contestó:
- Que ha sido maravilloso, José. Sin embargo, privarnos de tu presencia, sería para nosotros de grandísima amargura...
Unas lágrimas se escaparon de los ojos de María; y José también lloró.
Llegó Jesús y entrando en la habitación dijo:
- ¿Qué ocurre, Madre?
- Ya sabes, hijo mío -dijo María-, que ayer tu padre se encontraba mal y no pudo ir al taller, por eso hoy no he querido que se levantara del lecho, hasta ver si se pone mejor.
- Yo, por mi gusto -dijo Jesús-, le devolvería la salud inmediatamente, pero debemos esperar un poquito para que se manifieste la voluntad de nuestro Padre celestial.
Y dirigiéndose a José dijo:
- Dime, querido padre, ¿te encuentras muy mal?
- No, hijo mío -dijo José-; tengo mucho calor.
María aclaró:
- Es que le ha subido bastante la fiebre...
Entonces Jesús dijo:
- Bien, Madre mía, yo le aliviaré toda molestia.
Y en efecto: José se encontró sin fiebre mucho mejor. Y aunque la fatiga persistía, María y José hablaron a Jesús del sueño que había tenido aquella noche el enfermo, por lo que Jesús hizo esta reflexión:
- Nuestro Padre celestial quiere siempre lo mejor para nosotros. Eso no impide que nuestro sentimiento, al experimentar las ausencias de nuestros seres más queridos, pasemos por grandes angustias. Todas las pruebas de la vida contribuirán a la salvación del mundo, pues tanta injusticia y pecado como existe, han de ser purificados con nuestras lágrimas...
José dijo entonces:
- Ha quedado en mi alma una dulzura tan grande por todo lo que pude escuchar en sueños esta noche, que no la puedo describir; pero, ¿cómo podré dejaros? Me parece imposible.
- No nos dejarás padre mío -dijo Jesús-. Estarás siempre con nosotros, pero de otro modo.
José contestó con voz más débil:
- Toda mi vida está en las manos de mi Dios y Señor, no quiero otra cosa si no que se haga su voluntad.
María cogió las manos de José entre las suyas y puso un beso en su frente. También Jesús le abrazó y le besó, añadiendo en voz alta una ferviente oración:
- Dios y Padre nuestro santísimo: ya has visto la dedicación solícita que este siervo amado tuyo ha tenido para con su esposa y para conmigo, tu Hijo y suyo. Has visto su desvelo, sus trabajos y fatigas; has visto su fe, su piedad y su amor. Y a ésta, mi Madre querida, y a mí mismo tu Hijo, cobíjanos a la sombra de tus alas, Padre mío, e infúndenos la fuerza del Espíritu Consolador, para aceptar tu santísima voluntad en todo lo que dispongas de nosotros.
José se había ido durmiendo suavemente. Y quedó profundamente dormido.
No había tenido agonía, pero no despertó.
María se abrazó a Jesús y ambos lloraron largamente en silencio.
¡Dichosa muerte la de José, en brazos de Jesús y de María! ¡Dichoso él!

miércoles, 17 de marzo de 2010

LA LUZ DE CRISTO ILUMINÓ MI CAMINO


Mi vocación religiosa se inició en el ambiente familiar. Mis padres, muy creyentes, practicantes y piadosos, me inculcaron sus vivencias, las cuales procuré asimilar con docilidad; y mi inclinación desde niña a la piedad la tenía en mi interior, o sea me gustaba mucho.
Me hice de Acción Católica, y allí en las charlas y círculos se fue desarrollando mi formación cristiana. Tuvimos, entre otras muchas cosas, unos ejercicios espirituales sobre el Santo Evangelio aplicado a nuestra vida.
Un día nos explicaron el Evangelio que nos habla muy claramente sobre el camino ancho, en que caminan muchos, con peligro de errar en la vida y correr hacia la perdición, y el camino estrecho, muy estrecho, en el que hay muchos trabajos y dificultades para caminar por él, pero que nos conduce a la Vida, la Vida que es el mismo Jesús. Esta fue la clave que a mí me hizo pensar mucho sobre ello, y luego escoger el camino estrecho para seguir a Jesús, en la Vida Consagrada Contemplativa.
La experiencia eucarística que más tengo impresa se realizó en mí a los 17 años: un primer viernes de mes que coincidía con la fiesta patronal, San Salvador. Como estaba haciendo los primeros viernes de mes junto con otras jóvenes y señoras mayores, el párroco, enemigo implacable de los bailes, que quería quitar a toda costa. Días antes nos reunió a las jóvenes de Acción Católica y nos dijo: “Bueno, el día de San Salvador es viernes, os aconsejo que si pensáis bailar no debéis comulgar, y si comulgáis no debéis bailar”.
Me costó un poco, pero me decidí ir a comulgar. Fue un sacrificio renunciar a aquella diversión, pero esto era lo mejor para Jesús y para mí. Con decisión y toda contenta fui a recibir a Jesús Eucaristía. Esto supuso la incomprensión de algunas personas, pero todo ello me sirvió para afianzarme más en la decisión de ser toda del Señor. A partir de ese día tomé en serio mi vocación, y fui dando los pasos precisos, hasta llegar a este convento de León.
Un sacerdote de la zona, me puso en contacto con esta comunidad de clarisas, a las que apreciaba mucho, y comencé a escribirlas contándoles mi decisión.
Cuando entré y las conocí me parecieron maravillosas, me sentí contenta, a gusto, agradecida por la buena acogida. Pronto me persuadí de que este era el lugar preferido, lo que buscaba...ante todo el rostro de Dios, que vamos descubriendo día a día, por la oración y también a través de las mediaciones humanas. Es tarea de toda la vida el ir realizando mi vocación, viviendo el carisma que me legaron mis seráficos padres, Francisco y Clara: la fraternidad universal.
Con mi vida de amor, sacrificio y oración, ofreciéndolo todo al Señor en reparación por los pecados de la humanidad y pidiendo para todos la paz, la justicia y la salvación: desde aquí puedo ser misionera, dando gloria a Dios nuestro Padre, en Jesús, con Jesús y por Jesús, siendo alabanza de su gloria, intercediendo para que todos lleguemos al conocimiento de la Verdad y la eterna salvación.
Esta es mi misión y mi ideal.

Sor Mª Luz de la Santa Cruz

sábado, 13 de marzo de 2010

4º Domingo de Cuaresma: LA PARÁBOLA DEL "PADRE-MADRE" MISERICORDIOSO (San Lucas 15, 1-3. 11-32)


"Solían acercarse a Jesús todos los publicanos y pecadores a escucharle. Y los fariseos y los escribas murmuraban entre ellos: "Ése acoge a los pecadores y come con ellos". Jesús le dijo esta parábola: "Un hombre tenía dos hijos; el menor de ellos dijo a su padre: "Padre, dame la parte que me toca de la fortuna". El padre les repartió los bienes. No muchos días después, el hijo menor, juntando todo lo suyo, emigró a un país lejano, y allí derrochó su fortuna viviendo perdidamente. Cuando lo había gastado todo, vino por aquella tierra un hambre terrible, y empezó él a pasar necesidad. Fue entonces y tanto le insistió a un habitante de aquel país que lo mandó a sus campos a guardar cerdos. Le entraban ganas de saciarse de las algarrobas que comían los cerdos; y nadie le daba de comer. Recapacitando entonces, se dijo: "Cuántos jornaleros de mi padre tienen abundancia de pan, mientras yo aquí me muero de hambre. Me pondré en camino a donde está mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo: trátame como a uno de tus jornaleros". Se puso en camino a donde estaba su padre; cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió; y, echando a correr, se le echó al cuello y se puso a besarlo. Su hijo le dijo: "Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo". Pero el padre dijo a sus criados: "Sacad en seguida el mejor traje y vestidlo; ponedle un anillo en la mano y sandalias en los pies; traed el ternero cebado y matadlo; celebremos un banquete, porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido; estaba perdido y lo hemos encontrado". Y empezaron el banquete.
Su hijo mayor estaba en el campo. Cuando al volver se acercaba a la casa, oyó la música y el baile, y, llamando a uno de los mozos, le preguntó qué pasaba. Éste le contestó: "Ha vuelto tu hermano; y tu padre ha matado el ternero cebado, porque lo ha recobrado con salud". Él se indignó y se negaba a entrar; pero su padre salió e intentaba persuadirlo y él replicó a su padre: "Mira: en tantos años como te sirvo, sin desobedecer nunca una orden tuya, a mí nunca me has dado un cabrito para tener un banquete con mis amigos; y cuando ha venido este hijo tuyo, que se ha comido sus bienes con malas mujeres, le matas el ternero cebado". El padre le dijo: "Hijo, tú siempre estás conmigo y todo lo mío es tuyo: deberías alegrarte porque este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido; estaba perdido y lo hemos encontrado".

1.- LEE / ESCUCHA: ¿QUÉ DICE EL TEXTO?
Este Padre-Madre tiene dos hijos. ¿Por qué sólo dos? Porque en ellos están reflejadas las actitudes fundamentales de todos sus hijos: los hijos pródigos y los hijos odebientes a las leyes; los hijos disciplinados y los indisciplinados; los hijos despilfarradores y los egoístas sin alegria; los hijos que se alejan en busca de nuevas aventuras y experiencias y los hijos que no han salido nunca de la casa del padre, pero viven encerrados en su "yo". Dos hijos que en definitiva, no han descubierto el Corazón de su "Padre-Madre" y por lo mismo no saben amar, porque los dos no miran, no contemplan el amor, la ternura y la entrega del "Padre-Madre". Un amor que nos hace libres.
El uno, libertino, se va, y derrocha, malgasta. El otro, por un sentido de responsabilidad, se queda. Ninguno de los dos es feliz.
El "Padre-Madre" sale en busca de los dos.

2.- MEDITA / ASIMILA: ¿QUÉ TE DICE HOY LA PALABRA?
Yo, hijo pródigo, que no sólo me marché una vez de la casa del Padre, sino tantas veces como he querido vivir mi vida al margen de Dios, como si Dios no existiera, fiado de mis propias fuerzas... descubro  también en mí la actitud del hijo mayor cuando no sé perdornar, no sé acoger al hermano, cuando no sé alegrarme por el retorno de otros hermanos a la casa del Padre y me niego a participar en la fiesta.
Estoy llamado a imitar la actitud del "Padre-Madre". Jesús nos lo pide con insistencia: "Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso".

3.- ORA / CONTEMPLA: ¿QUÉ LE DICES AL SEÑOR CON LA PALABRA?
¡Gracias, Padre-Madre! por salir todos los días a mi encuentro. Quisiera proclamar a todo el mundo lleno de soledad, que Tú eres un Dios APASIONADO por cada uno de nosotros, y quieres que estemos llenos de Vida, Gozo y Amor. Encontrarme contigo en la persona de tu Hijo amado, Jesús, Pobre y Crucificado, ha sido lo más maravilloso que me ha ocurrido en la vida. ¿Cómo todo un Dios, mi Dios, ha podido soñarme, buscarme tanto? Sólo Tú, Dios mío, Trinidad en Relación, Hogar caliente, Ternura infinita, Manantial de Vida, has colmado mi deseo de amar y ser amada.

4.- PON EN PRÁCTICA / ANUNCIA: ¿QUÉ HACER CON LA PALABRA?
Anunciar con la palabra y la vida las maravillas que la Misericordia de Dios ha obrado en mí. 
Imitar su corazón lleno de ternura y misericordia, para con todos los hermanos.
Saber esperar con los brazos abiertos el tiempo de Dios e invitar a todos al banquete de la Vida.
No juzgar ni minusvalorar a nadie: son mis hermanos y nuestro Padre nos ha amado tanto que nos ha enviado a su Hijo como precio por nuestro rescate, para que creyendo en Él todos tengamos vida aquí y en la eternidad.

viernes, 12 de marzo de 2010

ESTAR CON ÉL ES UNA DELICIA


Nací en un pueblo de León, perteneciente a la Diócesis de Astorga. Un pueblo precioso y de mucha vitalidad.
Soy la 7ª de nueve hermanos, muy querida por todos ellos y no digamos de mis padres, sobre todo de mi madre.
Siempre fui una niña muy alegre. Todos los del pueblo me querían muchísimo y siempre me llamaban la “millonaria de Teodora”, y es por el nombre que me recuerdan.
A los siete años (suerte o desgracia) perdí a mis padres en 20 días y mi vida cambió bruscamente ya que vine a vivir con unos tíos y… todo era distinto.
Ocho años tenía cuando hice mi Primera Comunión y ya Jesús me marcó profundamente. Estar a solas con Él era una delicia, de niña y de adolescente. Por eso San Marcos era para mí un refugio y también la iglesia de Palat del Rey a los pies de la Virgen de Lourdes.
Cuando tenía 12 años, me impusieron la medalla de Hijas de María en una ceremonia muy solemne.
Cuando me planteé el poder ser religiosa, mi primer impulso fueron las misiones y el cuidado de los sacerdotes, por eso me atraían las Discípulas de Jesús. Trabajé mucho por las misiones con los medios de aquel tiempo; entonces existían los “Luises” (dirigidos por los padres Jesuitas) y cooperaba con ellos.
No tenía ni idea de las monjas de clausura; por casualidad conocí este Convento y mi primer impulso fue de rechazo, dije: “Yo aquí, ni atada”, pero algo interior me decía que era aquí donde Él me quería, y al año, más o menos, ya me encontraba dentro. Y aquí sigo alabando al Señor con todo el amor que Él puso en mi corazón de criatura pobre, pero enriquecida con su abundante gracia.

Sor Mª Inés del Divino Prisionero

Domingo 3º de Cuaresma: NUEVA LLAMADA DE JESUS A LA CONVERSIÓN (San Lucas 13, 1-9)

"Se presentaron algunos a contar a Jesús lo de los galileos, cuya sangre vertió Pilato con la de los sacrificios que ofrecían. Jesús les contestó: "¿Pensáis que esos galileos eran más pecadores que los demás galileos, porque acabaron así? Os digo que no; y si no os convertís, todos pereceréis lo mismo. Y aquellos dieciocho que murieron aplastados por la torre de Siloé: ¿pensáis que eran más culpables que los demás habitantes de Jerusalén? Os digo que no. Y si no os convertís, todos pereceréis de la misma manera". Y les dijo esta parábola: "Uno tenía una higuera plantada en su viña, y fue a buscar fruto en ella, y no lo encontró. Dijo entonces al viñador: "Ya ves: tres años llevo viniendo a buscar fruto en esta higuera, y no lo encuentro. Córtala: ¿Para qué va a ocupar terreno en balde?". Pero el viñador contestó: "Señor, déjala todavía este año; yo cavaré alrededor y le echaré estiercol, a ver si da fruto. Si no, el año que viene la cortas."

1.-LEE / ESCUCHA: ¿QUÉ DICE EL TEXTO?
El evangelio de hoy tiene dos partes: el comentario de Jesús a la muerte de los galileos y la parábola de la higuera estéril. Jesús nos dice que todos somos pecadores, y que las desgracias humanas no van unidas a los pecados personales. En este tiempo, con desgracias tan cercanas como los terremotos de Haití y de Chile, este evangelio sigue actual y vigente. Lo acaecido nos está diciendo que nuestra vida es muy frágil, y supone una invitación urgente a la conversión de los supervivientes.
Y para urgirnos a esta conversión, Jesús nos cuenta la parábola de la higuera que no da fruto. Pero el Señor, un año más, nos concede un tiempo de gracia, que puede ser esta cuaresma. Alimentados por su Eucaristía y lavados por su Sangre divina, Él confía que demos fruto.

2.- MEDITA / ASIMILA: ¿QUÉ TE DICE HOY LA PALABRA?
La conversión requiere un cambio de actitudes, para ello Jesús sale a nuestro encuentro: con su palabra, con los sacramentos, con los acontecimientos de dolor, de sufrimiento. Tenemos que abrirnos a su gracia, a su misericordia y dejar que Él cultive nuestra tierra, para que sea fértil y no quede estéril como la higuera.

3.- ORA / CONTEMPLA: ¿QUÉ LE DICES AL SEÑOR CON LA PALABRA?
Señor, tú eres amor, ternura, misericordia para mí; yo soy pobreza y debilidad; por eso me has llamado a vivir en tu casa todos los días de mi vida. 
Dame tu fuerza para que cada día emprenda con entusiasmo renovado el camino de conversión. "Comencemos hermanos..." decía San Francisco a los hermanos. Sé que la lucha y el esfuerzo no es de un día sino de toda la vida, pero cuento con tu gracia y tu fuerza que nunca me falta.

4.- PON EN PRÁCTICA / ANUNCIA: ¿QUÉ HACER CON LA PALABRA?
Hemos de ayudarnos unos a otros en el camino de la conversión, como podamos: con la oración, brindándonos nuestro amor, nuestro tiempo...
Tenemos que desear ardientemente que nadie se extravíe y se pierda sino que todos se salven y lleguen al conocimiento de la verdad.

viernes, 5 de marzo de 2010

MI VIDA PARA CRISTO


Desde muy niña sentía la inclinación por la piedad, pero el Señor se valió de una maestra del pueblo, para descubrir mi vocación. De ella recibí una esmerada formación humana y espiritual. Al salir de la escuela existía la costumbre de rezar la estación a Jesús Sacramentado y el Santo Rosario; todo en un ambiente de profunda piedad. Ahí es donde nació mi vocación.
Pocos años después una hermana suya religiosa fue a mi pueblo a reponerse. Todos los niños corríamos a porfía para besarle el cordón franciscano. A mí me admiraba aquella monja, pues era distinta a las personas que yo conocía; y yo me decía: “Quiero ser como ella”.
Pasaron los años y me marché a Barcelona, al aspirantado de las Carmelitas, pues tenía una hermana allí. Así fue transcurriendo el tiempo y a mí no se me quitaba del pensamiento aquella monja de mi pueblo; no obstante a los 15 años entré en el noviciado de las Carmelitas, pero mi recuerdo estaba centrado en aquella religiosa. En mi interior sentía la llamada a una vida de silencio y oración; el ambiente de la enseñanza se me hacía insoportable y veía que ese no era mi camino. Lo consulté con un padre carmelita y me animó hacia la vida contemplativa. Sufrí mucho hasta que tomé una decisión pues todo eran contrariedades, hasta que por fin dije: “Ahora o nunca”, y aquí estoy, con mi queridísima comunidad que me acogió con tanto cariño. Pero la sorpresa mayor fue que la monja que tanto me perseguía en mis pensamientos era la que yo iba a tener por maestra de novicias.
Ahora doy constantes gracias a Dios. Soy inmensamente feliz en mi amada clausura, sirviendo al Señor que tanto me ama y donde he experimentado la grandeza del silencio, oración y sacrificio que ofrezco por todo el mundo.
Gracias Señor por tanto amor.
Os invito a vosotras a vivir esta experiencia de Amor.

Sor Mª del Carmen de las Llagas de Jesús

jueves, 4 de marzo de 2010

Una Aventura Sorprendente (XXIX)


HABLEMOS DE DIOS
Este día volvieron al Bosquecillo de los Corzos como acostumbraban, y María y José recordaron a Jesús el tema tan interesante que les había prometido: hablar de Dios. Jesús muy complaciente les dijo:
- Decíamos ayer que teníamos que hablar de nuestro Dios y Señor ponderando sus preciosos atributos, positivos que son los que reconocen en Dios sus grandes perfecciones, y negativos que son los que excluyen de Él toda imperfección:  estos tienen un sello de majestad y de grandeza; aquellos son más amables y vivos.
Os diré en primer lugar que el Señor Dios es mi Padre y vuestro Padre, como vosotros sabéis muy bien. ¡Padre! ¡qué palabra tan dulce! Es un Padre amoroso, todo ternura y bondad. Es una fuerza todopoderosa, siempre en actividad para procurar el bien del mundo. Todo lo sostiene con su providencia bienhechora; y a los hombres, sobre todo, los ama con un amor infinito. Para todos es misericordia y perdón.
En esta misma belleza de la creación que estamos contemplando ha dejado un reflefo de sí mismo y de su amor: ¡Qué casa tan bella preparó para el hombre! Aquí está en efecto, lo que Él es. Una luz clarísima que nos ilumina constantemente; una soberana belleza que nos envuelve en bienestar y alegría; una bondad infinita que nos sostiene y nos salva. 
Dios es la Vida que anima a todo viviente. Es el sumo Bien, el sumo Amor, la suma Misericordia, la suma Santidad, la suprema Sabiduría.
Dios es la inmensidad, la omnipotencia, la infinitud, la eternidad. Estas cualidades nos hablan de su Majestad y Grandeza.
María y José, mirando el rostro de su Hijo cuando hablaba, veían en su mirada una dulzura inefable, una claridad que se iba encendiendo y animando en sus palabras, como un reflejo divino de la misma realidad que describía... Estaba transfigurado. Y ellos mismos sentían enardecer sus corazones por el amor.
Jesús después de una pequeña pausa continuó:
- Este Ser inmenso, perfectísimo, del que se podría seguir hablando inagotablemente, es nuestro Padre y el Padre de toda la humanidad. ¡Oh! ¡Si esta convicción dulcísima de ser "hijos de Dios" llegase el corazón de todos los hombres, se podrían sentir los seres más dichosos de la tierra!
- Hijo mío, -dijo María emocionada-; ¡qué cosas tan divinas nos has dicho!
- Yo pensaba -dijo José-, mientras te escuchaba que tenían que oirte hablar así todos los hombres del mundo... 
- Cierto -dijo María- ¿no es verdad que estas experiencias y certezas, Hijo mío, debían ser conocidas de todos?
Entonces Jesús dijo:
- Os voy a confiar una verdad sublime. Os dije que Dios es el "sumo Amor"; pues la prueba de este amor más grande que ha dado nuestro Padre al mundo, la prueba más grande de este amor, es enviar al mundo a su Hijo Unigénito hecho Hombre, para salvarlo. Vosotros sois "la mediación" de ese amor. Por eso os digo que la salvación del hombre está en marcha y no tardará en manifestarse.
Sin embargo, no ha llegado en el designio de mi Padre esa hora. Tenemos que seguir cooperando en este designio amoroso de nuestro Padre Dios. Yo para eso he venido al mundo, para que mi Padre sea conocido y amado, y el mundo se salvará creyendo en Mí, que soy su Hijo. Pero, como os digo, no ha llegado esa hora.
María dijo:
- Por una parte, deseamos que llegue esa hora; pero por otra, preferimos que no llegue, por si se nos priva de tu compañía, sin la cual no podríamos vivir... 
- Es verdad -añadió José-; algunas veces lo comentamos.
- No temáis -dijo Jesús-. El Señor Dios nuestro Padre todo lo hace bien. Tenéis que estar seguros siempre en sus manos divinas.
Así llegó la hora de regresar del campo, y se pusieron en camino.