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sábado, 29 de mayo de 2010

FIESTA SOLEMNE DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD



TRADICIÓN DE ESTA GRAN FIESTA EN NUESTRA CASA

La Santísima Trinidad es un misterio importantísimo en la Religión Cristiana. El mismo Jesucristo nos reveló este misterio, pues la sola razón humana no hubiera tenido acceso a él.
“Es el misterio central de la fe cristiana” y todos los demás misterios de nuestro credo se derivan de este misterio clave.
Jesucristo nos ha revelado que Dios es Padre, creador del cielo y la tierra; que nos ama tanto que nos envió a su Hijo Único, que es él mismo, Jesús, para salvar al hombre, perdido por el pecado. Y Jesús nos comunicó entonces una doctrina riquísima sobre el Padre y sobre el Espíritu Santo, que había de enviarnos para que conociéramos la verdad plena de Dios: que es UNO Y TRINO, tres divinas Personas en una sola esencia: ¡Dios es Amor!
Este misterio es profundísimo, pero muy consolador: nuestro Dios no es soledad inmensa, lejana, aterradora. No. Nuestro Dios es cercanía amorosa, tanto que quiso ser como uno de nosotros, se hizo Hombre en el Hijo, que nació de la Virgen María; y después de vivir y morir por nosotros en la cruz, resucitó lleno de gloria; y aunque subió al cielo, se quedó para siempre en la tierra en el misterio de la Santísima Eucaristía. Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo es nuestro Dios y no ha podido mostrar mayor amor por nosotros.
En nuestra Comunidad el misterio de la Santísima Trinidad es del todo central.
A principios del siglo XVII fue fundado este Convento de la Santa Cruz de Franciscanas Clarisas Descalzas de León (1605). Años más tarde, en 1631, el 27 de junio, nacía en León una niña, Juana María, marcada muy pronto con un signo milagroso de la voluntad de Dios, que la quería consagrada en este Convento recién fundado.
“La vocación de esta sierva de Dios se manifestó, como decimos, de un modo maravilloso”. Conservamos en nuestro Archivo unos códices grandes, manuscritos que narran la prodigiosa vida de la sierva de Dios, Sor Juana María de San Agustín, natural de esta ciudad de León, parroquia de San Marcelo, donde se encuentra también la fecha de su bautismo que fue el 28 de junio de 1631.
De estos códices, cuya letra es muy poco legible, hemos podido conseguir la siguiente narración:
“Pues estando un día, muy pequeñita aun con su madre viendo la procesión del Jueves Santo en la plaza de la Catedral, al pasar la imagen del Redentor con la cruz y una soga a la garganta, se halló que dicha soga alargándose prodigiosamente, había apresado a la niña, envolviéndola por hombros y cintura. Ella se sentía arrastrada por PASO, hacia la calle donde está emplazado el Convento de las Descalzas, c/ de la Canóniga (así era llamada esta calle que ha cambiado varias veces de nombre, en la actualidad, Cardenal Landázuri), con gran extrañeza de su madre, que no la podía detener… Dieron cuenta al Sr. Obispo, quien creyó ver en el milagro un signo de la futura vocación de esta niña, por lo cual sus padres hicieron voto de consagrársela a Dios, tan pronto como tuviese la edad.
Cumplieron este voto cuando la niña tenía 12 años de edad, que por su voluntad quiso entregarse a Dios en el religiosísimo Convento de la Santa Cruz de las Franciscas Descalzas de esta ciudad, tomando el hábito al entrar, el año 1643.
Ella deseaba mucho verse profesa, por asegurar los desposorios con su Divino Esposo, y cumplidos los 16 años y llegado el día tan deseado, al ir a hacer la profesión la dio tan grande temor, que volviéndose a su M. Maestra, la M. Gabriela (una de las Fundadoras del Convento) la dijo: “Madre, yo no puedo hacer la profesión, no me es posible”. Alentola la Maestra para que venciese aquella tentación, y la dijo: “Arrójate en el mar inmenso de la Santísima Trinidad y verás como todo se te facilita”. Hízolo así y al instante se halló sin pavor. Hizo su profesión gustosa el día de Ntra. Sra. de las Nieves, el año de 1647. Quedó con singular alegría de haberse logrado sus ansias”.
La Madre Gabriela, devotísima de la Santísima Trinidad, hizo de su discípula una apasionada amante de la Stma. Trinidad y llegada más tarde al cargo de Abadesa (la Madre Juana María) fue la que estableció en nuestra Comunidad la Esclavitud a la Stma. Trinidad como consta en los referidos códices manuscritos.
“Pues habiendo la Comunidad admitido dicha Esclavitud, la Reina, Dueña y Señora nuestra la dio las gracias en papel que me hizo escribir a mí, humilde esclava suya, en su nombre, en el que dice: Doy a la Comunidad las gracias por la devoción que han admitido de la individua y beatísima Trinidad en la casa de Francisco, que en su vida tuvo revelación de esta devoción que ahora sus hijas ejecutan. Mirad, hijas, no decaigáis en ella, que hasta que os veáis en su presencia no veréis lo que importa.
Alguna alma se le ha manifestado particularísimas cosas que ha hecho Dios por la devoción y afecto con que le hacen la fiesta en su Casa, librándola de muchos peligros”.
“Bien conoce el Señor a los devotos afectuosos que Yo (la Virgen María) pido por ellos que no desfallezcan en la devoción; y cuando salen de esta vida conócelos sellados, en que los ángeles les asisten como a devotos de Aquella grandeza.
Y San Miguel Arcángel ahuyenta y aterra a los demonios, y ellos conocen que es por cosa particular. Y sólo que vean en el aposento del enfermo la efigie o pintura de la beatísima Trinidad se muerden y estremecen de pavor”
(Hasta aquí parece ser las palabras de la Virgen Santísima)
“Para celebrar esta fiesta, la sierva de Dios (M. Juana Mª), dedicose a solicitar limosnas de diversos devotos, con que adornaba el altar y demás necesario, hasta que, a su instancia una devota mujer hizo donación perpetua de cierta cantidad para la solemnidad de este día. Trajose jubileo de Roma, y se celebraba ese día con sermón, música y concurso de toda la ciudad, teniendo a su Majestad patente todo el día.
La fiesta de tan Augusto Misterio celebrábase con grandísimo regocijo de las religiosas, que gastaban tan dichoso día en las Divinas alabanzas; y se anunciaba a la Comunidad con el toque alegre de un tamboril. Sentían entonces, más que nunca, el gran júbilo de ser esclavas de la Stma. Trinidad, y daban gracias a Dios por tan singular beneficio”.
(Acepta su divina Majesta las limosnas dedicadas a su culto y favorece a estos devotos, que manifestando sus necesidades y peligros a esta su sierva, (M. Juana Mª) ruega por ellos y así son socorridos por sus oraciones)
“Creció esta devoción en la Comunidad tanto, que de común acuerdo se determinó que todos los domingos del año se hiciese procesión por los claustros en honor de la Stma. Trinidad y que las campanas se tocasen a fiesta para solemnizar su devota demostración”.
Esta es la relación que hemos podido descifrar de los antiguos códices manuscritos, cuya hermosa tradición ha perdurado hasta nuestros días, en los cuales sigue siendo en nuestra Casa la fiesta cumbre del año litúrgico, con los cultos solemnísimos que se narran en la anterior relación, adaptados a nuestros tiempos.
Poseemos además, como recuerdo de esta feliz Esclavitud un lienzo grande, cuadro pintado quizás de principios del siglo XVIII, que representa a la Stma. Trinidad con la Virgen Inmaculada todo rodeado de monjas presididas por los Seráficos Padres San Francisco y Santa Clara.
La Stma. Trinidad está recibiendo de manos de la Virgen el ofrecimiento de la Abadesa. Dice así: POR VOS ESCLAVA FLORECE – MI COMUNIDAD RENDIDA
SEA MI DIOS ADMITIDA - LA SÚPLICA QUE OS OFRECE.
La Virgen contesta: DE TAN DIGNA ESCLAVITUD – TENGO DE SER ABOGADA
¡SACRA TRINIDAD INMENSA! - ¡ADMITID ESTAS ESCLAVAS!
Esta Esclavitud Trinitaria es para nuestra Comunidad una de las mayores riquezas que hemos heredado de nuestras hermanas antepasadas, ya que efectivamente es una devoción y vivencia netamente franciscana.
En el “Cuadro-recuerdo” descrito, están a ambos lados de la Santísima Virgen respectivamente S. Francisco y Sta. Clara presidiendo a la Abadesa y Comunidad.
La espiritualidad franciscana es un estilo, una manera particular de representarse a Dios y sus relaciones con Él. En efecto, en nuestra espiritualidad, por primar en ella la confianza y la sencillez, las relaciones con nuestro Dios son especialmente filiales. La divina providencia es la que nos sostiene, y el conocimiento de Cristo pobre y crucificado, es la ciencia más alta que podemos alcanzar: Cristo es nuestro centro, como lo es de la Stma. Trinidad; y el alimento más sublime para nuestras almas y el modelo más acabado de amor y adoración para gloria de la Stma. Trinidad: Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Hace unos años, cuando la Conferencia Episcopal Española eligió este día de la Stma. Trinidad para que fuera el “Día pro-orántibus” o Jornada para orar por los contemplativos, fue para nuestra Comunidad una gran alegría, pues ciertamente nos parecía que no podría ser un día más adecuado o apropiado para ello.
La Stma. Trinidad es el Dios del Amor al que se dirige absolutamente toda la oración de la Iglesia y de sus hijos. Nosotras como contemplativas especialmente orantes, con el Santísimo Sacramento expuesto todo el día en nuestro Convento, no sólo de ahora sino que desde mediados del siglo XVII, (bien cerca de la Fundación) ha sido y es un día dedicado enteramente a nuestro Dios Uno y Trino, en oración y adoración: así se describe en la narración que precede, copiada del antiguo códice. Y una cosa que nos ha llamado mucho la atención, es lo que allí se dice refiriéndose a la Esclavitud Trinitaria: que habiendo sido revelada esta devoción que tenemos “en la Casa de Francisco a la Stma. Trinidad”, le había sido revelada a San Francisco en su vida.
Esto nos confirma la vivencia extraordinaria que tenía nuestro Seráfico Padre de este gran misterio.
Por todo lo cual tenemos un interés muy grande en que esta “devoción no decaiga nunca en casa”, como encargaba la Virgen Santísima a nuestras hermanas antepasadas, sino que vaya en aumento. A este propósito en nuestros días, hace unos años, a los cultos tradicionales de la Solemnidad, hemos añadido una “Consagración a la Stma. Trinidad”, para tener una fórmula original fija que nos recuerde oportunamente esta esclavitud una vez al año, consagrándonos toda la Comunidad y cada una de las hermanas como “esclavas” de la Stma. Trinidad de una manera solemne ante el Santísimo en el día de su Fiesta.
Además, la Novena que ya se hacía siempre a la Stma. Trinidad para la preparación de la fiesta, se ha enriquecido y solemnizado con el TRISAGIO de cada día con textos distintos originales y cantando diariamente al empezar el ejercicio (de la Novena) el Himno “Dios es Amor”
La Biblia (como queda dicho) es la que nos habla de este Misterio deslumbrador de la Stma. Trinidad, sobre todo el Evangelio, siendo el mismo Jesucristo el gran revelador.
Después, los Papas y los teólogos se han esforzado por explicar de algún modo este gran misterio sin conseguir hacerlo claramente.
El Concilio de Toledo en el año 675 definió así el Dogma de la Stma. Trinidad:
“El Padre es lo mismo que el Hijo. El Hijo es lo mismo que el Padre. El Padre y el Hijo, lo mismo que el Espíritu Santo. Es decir: un solo Dios por naturaleza.”
Las tres divinas personas solamente se distinguen por sus propiedades y relaciones; no hay ninguna diferencia entre ellas.
Es propio del Padre, ser principio sin principio. Origen de todo. Es el no engendrado.
Es propio del Hijo, ser engendrado por el Padre desde toda la eternidad.
Es propio del Espíritu Santo el proceder eternamente del Padre y del Hijo.
Hay identidad de esencia y de sustancia en las tres divinas Personas. El Padre es Amor; el Hijo es Amor; el Espíritu Santo es Amor. ¡Dios es Amor! Y así como es Trino y Uno debemos adorarlo.


EXPLICACIÓN TEOLÓGICA DEL CUADRO O LIENZO DE LA ESCLAVITUD TRINITARIA DE NUESTRA COMUNIDAD

Están en primer lugar las TRES DIVINAS PERSONAS DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD representando el Misterio en el ÁRBOL de las tres ramas:
TRINIDAD en las ramas (tres)
UNIDAD en la esencia (Uno)
¡DIOS ES AMOR!
La figura del ESPÍRITU SANTO en forma de Paloma en el Centro, está representado como dador de vida, en la luz y en las llamas que de Él se desprenden, y están sobre las cabezas de todos.
Podemos ver en el corazón de la Madre Abadesa el símbolo de la Santísima Trinidad:
P. H. S. (S=Spiritu) y en el corazón de cada monja está el S (Espíritu Santo).
La figura del PADRE, muy venerable con el símbolo del “mundo” en su creación.
Se observan además a los pies del mismo como unas gotitas de agua esparcidas, que pueden ser símbolo del agua del bautismo, que recibimos los creyentes para alcanzar la gracia de la filiación divina: ¡somos hijos de Dios! Otorgada esta gracia por el Padre y el Hijo y el Espíritu Santo
La figura del HIJO tiene también en su mano el “mundo” ya redimido por Él, con la santa Cruz y la Sangre que derramó por la salvación de los hombres. Esa divina sangre se ve en pequeños hilos que fluyen de las llagas de pies y manos.
Todo lo ha recapitulado el Padre en el Hijo, después de la victoria de su Cruz y su Resurrección.
La figura de María: la Virgen Santísima en el centro es la Mediadora de la gracia extraordinaria que pide la Abadesa para su Comunidad.
Las figuras de San Francisco, con la distinción de las llagas en las manos (el “alter Christus” del Medievo); y Santa Clara (con la distinción de “santa eucarística”) con la Divina Eucaristía en sus manos: Ambos presiden así, con la M. Abadesa, a la Comunidad de FRANCISCANAS CLARISAS DESCALZAS de nuestra ciudad de LEÓN, cuando se hace la súplica de la gracia de la ESCLAVITUD TRINITARIA. En efecto:
La Abadesa se dirige a la Virgen Santísima con la petición que aparece en la cinta escrita. Dice así:
“Por vos, esclava florece, - mi Comunidad rendida.
Sea, mi Dios admitida - la súplica que os ofrece”
La respuesta de la Virgen aparece escrita del mismo modo. Dice así:
“De tan digna Esclavitud – tengo de ser abogada:
¡Sacra Trinidad inmensa! - ¡admitid estas esclavas!”
Y en la parte baja del cuadro se afirma esta inscripción:
“Todas, aunque indignas, somos esclavas de la Santísima Trinidad”
Podemos observar ahora en el precioso cuadro que la Comunidad está como envuelta en la luz y el fuego de un nuevo Pentecostés, que viene a ser la mística vivencia de esta Esclavitud Trinitaria, a la que ha sido admitida. Por esta insigne gracia deberá tener la Comunidad hacia su Dios y Señor, Trino y Uno, Todopoderoso una gratitud eterna.
Todas las monjas de esta Comunidad de FF. Clarisas Descalzas de León podemos exclamar llenas de gozo:
¡Somos aunque indignas, esclavas de la Santísima Trinidad!
Y en todas las puertas de nuestras celdas está colgada la estampita con la efigie de este misterio adorable y la Virgen Santísima.
Podemos reconocer en todo este tema de la Esclavitud Trinitaria la espiritualidad franciscana, que nuestras hermanas antepasadas, como esta Abadesa del siglo XVII, M. Juana Mª, había comprendido y asimilado, pues nuestra “forma de vida” expresada en la Santa Regla es especialmente Trinitaria y Mariana, por ser netamente evangélica. Ésta “forma de vida” está destinada a hijas y siervas del Padre y esposas del Espíritu Santo, en seguimiento del Señor Jesucristo y de su Madre, la Virgen Santísima, según el Santo Evangelio.
En el Cuadro aparece sobre el corazón de todas “el símbolo de esposas del Espíritu Santo y para la configuración con Cristo pobre y crucificado aparece también en el corazón el clavo de la crucifixión”.
Santa Clara no habla de Regla, sino de “forma de vida” recibida de San Francisco; dice así:
”…por inspiración divina os habéis hecho hijas y esclavas del Altísimo Sumo Rey, el Padre celestial, y os habéis desposado con el Espíritu Santo, eligiendo vivir conforme a la perfección del Santo Evangelio…”
En cuanto a Santa Clara tenemos un precioso testimonio de una testigo en el proceso de canonización, Sor Felipa, que nos manifiesta muy bien la vivencia trinitaria de nuestra Seráfica Madre.
Sor Felipa dijo: “que estando la santa madre muy cercana a la muerte, una noche al comienzo del sábado la bienaventurada madre se expresó así: “Vete segura y en paz, porque tendrás buena escolta; el que te creó, antes te santificó y después que te creó, puso en ti el Espíritu Santo. Y siempre te ha mirado como la madre al hijo a quien ama”. Y añadió: “Bendito seas Tú, Señor porque me has creado” (hablaba con su alma)
Y dijo muchas cosas hablando de la Trinidad, tan sutilmente, que las hermanas no la podían entender bien”. Y prosiguió sor Felipa: “que preguntó ella a una hermana si recordaba algo de lo que había dicho; y ella contestó esta frase:
“Recordaréis lo que ahora os digo, en la medida que os lo conceda Aquel que me lo hace decir”.

sábado, 22 de mayo de 2010

Domingo de Pentecostés: RECIBID EL ESPÍRITU SANTO (San Juan 20, 19-23)


"Al anochecer de aquel día, el día primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas, por miedo a los judíos. En esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo:
- Paz a vosotros.
Y diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió:
- Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo.
Y dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo:
- Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos."



¡Ven, Espíritu de Luz! Despeja mi mente para que penetre tus misterios y se afiance mi fe. Ilústrame, Inspirador de toda belleza. Ilumina mi corazón en el conocimiento de Dios.
Quiero que arda mi corazón al escuchar tu Palabra y haz que mi inteligencia iluminada por tu Luz penetre hasta lo más profundo del misterio de tu Amor en la “fracción del Pan”, que parte Jesús para nosotros cada día, llenando nuestra alma de paz y de gozo inefable.
¡Ven Espíritu Santo! Abrasa mi corazón en tu Amor y envuélveme en los efluvios de tu suavidad y de tu dulzura.

¡Ven, Espíritu Santo! Tierra fecunda, finísima fragancia.
¡Ven con tus rayos de luz fulgurantes de conocimiento y de amor: enséñame a despojarme de tantas cosas que no me dejan gustar tu dulcedumbre infinita, Dios mío!
¡Danos la experiencia divina de tu misterio inefable!
¡Luz que vienes de lo alto, ilumina lo más hondo de nuestro ser para que aspiremos solamente a gustar tu amor sin fronteras.
¡Ven! Hazme conocer cuán suave y dulce eres Dios mío, para quien te posee como la Virgen María, “Sede de la Sabiduría” que se sintió transportada de gozo en Dios su Salvador.

¡Ven, Surtidor de agua viva! Purifica toda ignorancia y concédeme vivir en tu Verdad: la que nos hace libres.
¡Oh Espíritu Santo!, dame el don de Ciencia para que sepa descubrir el verdadero valor de las criaturas y no me deje fascinar por ellas. Dame la Ciencia de los santos, para que al contemplar tu obra creadora vea en ella un reflejo de tu Belleza.
¡Oh Espíritu Santificador! Derrama en mí tu Luz para que sepa comprender la distancia que me separa de tu hermosura, de tu grandeza, y que mi pequeñez y miseria necesita de Ti para poder saciar la sed de Infinito que me consume. Hazme partícipe de tu Vida y de tu Amor.

¡Ven, Llama de Amor viva! Conmueve mi corazón y hazlo humilde y sencillo, e inúndalo de mansedumbre y suavidad.
¡Oh Espíritu Santo que eres todo Amor! Adorna mi alma con el don exquisito de Piedad. Sana mi corazón de toda dureza y ábrelo plenamente a la dulzura de la oración. Que al llamar con este nombre a mi Padre Dios, que yo experimente la riqueza de esa dulce palabra: su Bondad, su Ternura, su Misericordia. ¡Qué incomparables atributos! En ellos descanso, en ellos me recreo, en ellos tengo yo mi oasis de paz. ¡Lléname de este don maravilloso! Extingue en mi corazón toda amargura e impaciencia, y ábrelo a la comprensión y a la mansedumbre con todos los hombres, hijos de Dios y mis hermanos. ¡Ven!

¡Ven, Roca y Alcázar! ¡Infúndeme valor y coraje para ser testimonio vivo de Cristo y de su Evangelio! Ven, Defensor en las luchas, Don incomparable.
¡Cuán necesaria me es tu fuerza y tu ayuda en las tribulaciones de la vida! El dolor me asusta y me deprime. Siento una enorme debilidad ante el sufrimiento.
Ven con tu fortaleza a poner esfuerzo y ánimo en mi vivir. Tú, que eres el Dador de toda valentía, cobíjame bajo tus alas poderosas. No me dejes sola jamás, y sobre todo, asísteme en las grandes pruebas de la vida y en la hora de mi tránsito hacia la Patria, donde pienso encontrar en los brazos de Jesús, la eterna alegría.

¡Ven, Espíritu de verdad!, Compañero de camino: confírmame en la fe para dar razón de mi esperanza. ¡Ven, luz de Dios !
Guíame en esta búsqueda de ti mismo, para penetrar a fondo en tu designio amoroso sobre mi vida. Alumbra mi interior, pon alerta mi conciencia para que sepa elegir siempre lo mejor para tu gloria y para mi perfección.
Que sea como la Virgen, mi Madre: Virgen prudente y santa, que me deje guiar por tu consejo íntimo que me llevará a identificarme con Jesús, a tratar de que su Reino llegue a todos los hombres.
Dame el acierto y la seguridad de vivir en tu Verdad, que es el mayor gozo del corazón.
¡En ella descanso, Dios mío!

¡Ven Espíritu Consolador! Que has fijado tu tienda entre nosotros; haz que toda mi vida esté consagrada al “Amor”.
Concédeme, Señor, el don de Temor que es “principio de sabiduría”. Un temor arraigado en el Amor que produce en el alma un hondo sentimiento de adoración ante tu Majestad infinita. Un temor filial, que huye con premura de todo cuanto sea ofensa o alejamiento de Aquel a quien adora y teme contristar.
Infunde en mi corazón este temor suavísimo que me ha de mantener en constante cercanía de mi Dios y Señor, y en constante lejanía de todo lo que sea infidelidad o pecado.

¡SEÑOR, QUÉ BIEN ESTAMOS AQUÍ!


Nací en una familia muy cristiana, siendo la más pequeña de cuatro hermanos, era muy querida de todos. Los ejemplos que ví en ellos son los que marcaron mi infancia, ya que era un pueblo muy pequeño, donde no había sacerdote ni apenas escuela, por eso casi no pude ir a ella. Pero sí aprendí a leer, y como en casa había libros religiosos, me gustaba mucho leerlos, en especial el Año Cristiano. ¡Cómo disfrutaba con la vida de las vírgenes mártires!
Allí fue donde empecé a sentir atractivo y fuerte inquietud por la Vida religiosa, pero no se lo decía a nadie.
Pasaban los años y cada vez sentía más inquietud. Tuve que venir a León unos días y me hospedaba en el Seminario donde tenía una prima. Los ratos que tenía libres los pasaba con las monjas preparando la ropa de los profesores. Se dieron cuenta que me gustaba la Vida religiosa y me invitaban a que me fuese con ellas, pero las dije que mi madre estaba muy enferma y no tenía fuerza para dejarla y que quería ser de clausura.
Pasaron unos años y al morir mi madre pude realizar lo que tanto deseaba.
Ha pasado ya mucho tiempo y cada día soy más feliz. Puedo decir como San Pedro:
“Señor, ¡qué bien estamos aquí!”

Sor Mª José de Jesús Crucificado

sábado, 15 de mayo de 2010

LA ASCENCIÓN DEL SEÑOR (San Lucas, 24, 46-53)



"En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos:
- Así estaba escrito; el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día, y en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén.
Y vosotros sois testigos de esto. Yo os enviaré lo que mi Padre ha prometido; vosotros quedaos en la ciudad, hasta que os revistáis de la fuerza de lo alto.
Después los sacó hacia Betania, y, levantando las manos los bendijo.
Y mientras los bendecía, se separó de ellos (subiendo hacia el cielo).
Ellos volvieron a Jerusalén con gran alegría; y estaban siempre en el Templo bendiciendo a Dios."

MENSAJE A MI PADRE CELESTIAL, EN EL DÍA DE LA ASCENSIÓN DE JESÚS AL CIELO

Padre mío celestial: aunque todos los días me comunico contigo por medio de la oración, en este día en que conmemoramos la subida de tu Hijo Jesús al cielo, lo voy a hacer de un modo especial por medio de este mensaje que tu Hijo mismo se encargará de llevarte.
Tiene por objeto, Padre amantísimo, el demostrarte una vez más mi cariño, mi admiración y mi gratitud hacia Ti Dios mío, a quien todo lo debo y a quien amo sobre todas las cosas.
¡Padre! admiro tu misterio eterno de Amor que se manifestó en la obra de la creación del mundo y todas las maravillas, y que se desbordó sin límites en la donación de tu Hijo Jesús, hecho Hombre para salvarnos. Él nos devolvió la esperanza y la alegría y nos confirmó en el amor con la comunicación del Divino Espíritu. Además nos hizo el regalo incomparable de la Eucaristía para quedarse con nosotros hasta el fin del mundo. ¡Qué maravilla! Nunca se lo agradeceremos debidamente.
Admiro sobre todo el misterio de tu Amor en Ti mismo, en tu existencia trinitaria, en la cual Tú eres la Fuente de toda vida y de todo amor al engendrar a tu Hijo dilectísimo en un eterno presente... De esa fuente recíproca de Amor brota el Espíritu como un torrente de felicidad y de dulzura... ¡Qué maravilloso e incomprensible es tu misterio, Dios mio! Sin embargo tu Hijo Jesús enviado a la tierra nos ha manifestado estas grandezas. Este es el don supremo que nos has hecho Padre Santo, por eso, por Él mismo, que hoy se eleva glorioso y triunfador del pecado y de la muerte, y se sienta a tu derecha para siempre, te envío este mensaje expresión de mi amor, de mi adoración y de mi gratitud.
¡Gracias en primer lugar, por el don de tu Hijo Jesús, por haberle hoy exaltado hasta lo más alto de los cielos, y es tu eterna complacencia, y por el cual soy hija tuya!
¡Gracias por el don de la vida y de la gracia, y por el llamamiento a la vida religiosa!
¡Gracias por las tribulaciones y por las alegrías que has sembrado en mi camino! Y por los grandes regalos que he recibido de Jesús en este día. Así el recuerdo del mismo será inolvidablemente gozoso en el Amor. ¡Gracias, Padre mío!
Ahora quiero que Jesús te diga la solicitud que tengo por todo cuanto amo en este mundo:
En primer lugar la Iglesia de Cristo tu Hijo, por la cual nos han llegado todos los bienes y carismas.
Por el Papa y todos los Obispos y sacerdotes del mundo: que puedan extender tu Reino, Dios mío, por el mundo entero.
Te pido para mi comunidad querida y todas las comunidades religiosas los carismas mejores, el fervor de la caridad y la unión más íntima y gozosa con Jesús. Atrae hacia Ti a otras muchas almas que puedan compartir con nosotras esta incomparable alegría.
Te pido, Padre mío, también por nuestros familiares, amigos y bienhechores, por los enfermos, los pobres y por todas las necesidades del mundo entero. Tú todo lo sabes, y todo lo dejo confiadamente a tu cuidado providente y amoroso.
Te pido finalmente que alegres a todos los difuntos con el rostro divino de su Salvador Jesús.
Envío, especialmente, mi filial recuerdo muy amoroso y efusivo para la Santísima Virgen María, y mi homenaje de veneración a toda la Corte de Ángeles y Santos que te rodean.
En Jesús, mi Amado, y en el Espíritu de Amor, me uno a Ti, Padre mío y espero que me acojas entre tus brazos un día, por toda la eternidad. Amén.

Posdata: Padre, cuando Jesús haya entrado en tu gloria, permíteme que le haga reiteradamente la siguiente súplica e igualmente al Divino Espíritu: "Oh Rey de la gloria, Señor del universo, que hoy asciendes triunfante al cielo: no nos dejes huérfanos, envíanos desde el Padre tu promesa: el Espíritu de la Verdad. Aleluya."

jueves, 13 de mayo de 2010

DIOS LLAMA A CADA UNO, DE UNA MANERA ESPECIAL PARA ÉL



Yo estuve en otras monjas que no son de clausura. Entonces era muy joven, estuve ocho años y salí a los veinte...Cada día iba al Sagrario y pedía al Señor que como aquello no era para mí, le encontrase en la calle a Él todos los días del resto de mi vida.
Pronto me dediqué a buscar chicas con un poco de inclinación a la vida espiritual y las mandaba al mismo colegio que yo había estado y aquí encontré mi verdadero camino; conocí a las clarisas; ora y labora es su misión, escribí a las que me iniciaron en la vida de oración y sin dudar mucho, una carta diciendo que Dios se había valido de mi celo por orientar almas que se le entregasen del todo para orientar la mía a su verdadero camino (la clausura). Cuando se entra en este santo recinto te llevan a la capilla para saludar al Amor (Jesús); yo, después de pedir su bendición le dije: “Tú, preso en el Sagrario por mí, yo aquí comienzo a vivir en este convento presa por ti”. Cuarenta y dos años llevo, y cada día cuando me acuesto doy gracias a Dios por la concesión de un nuevo día de perseverancia en su santo servicio, y al amanecer le ofrezco el día que empieza para que avance en mi vida de entrega y perseverancia.
La ilusión por las vocaciones sigue vigente en mi espíritu; como no puedo viajar con el c uerpo lo hago objeto de mi oración, y desde aquí os digo: Jóvenes buscad y encontraros con Cristo, el claustro es el cielo y vida en el trepar para alcanzarlo.
También tuve mis dificultades: hacía menos de un año que habían operado a mi madre de un gran cáncer, la quitaron el estómago entero; pocos días antes de la fecha marcada para entrar, con mucho cariño le dije: “El día nueve de enero me caso”. Sabía ella mis andanzas con las jóvenes y mi visita casi diaria a las Clarisas, comprendió y dejó caer unas lágrimas. La consolé diciendo que Dios da el ciento por uno... y como todo llega, llegó a los quince días el nueve de enero, y con él, la hora de la despedida, nos abrazamos y el autobús me hizo soltarme para llegar al convento a la hora convenida: cuatro de la tarde. Ella, mi amadísima madre se desmayó y se cayó en la cocina..., pero el autobús no esperaba, y con mi corazón partido la dejé y me fui al coche.
Estuvo muy grave, la dieron los sacramentos, pero las oraciones de la comunidad la restablecieron; tardó dos meses en poder llegar al convento; fue muy privilegiada porque entonces la reja no se abría, pero se le abrió la puerta y nos abrazamos de nuevo, esta vez con más alegría. El arrancón fue para mí muy fuerte, pero las monjas rezaban y el ambiente era de cariño. ¡Gracias a todas!


Sor Mª Angélica del Espíritu Santo

domingo, 9 de mayo de 2010

En el día de las Misiones Franciscanas, os invitamos a escuchar este himno
http://tau2009.es/IAGO09es/Memoria/hymn.htm

6º Domingo de Pascua: LA TRINIDAD NOS QUIERE COMO MORADA (San Juan 14, 23-29)



"Dijo Jesús a sus discípulos: "El que me ama guardará mi Palabra y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él. El que no me ama no guardará mis palabras y la Palabra que estáis oyendo no es mía sino del Padre que me envió. Os he hablado ahora que estoy a vuestro lado, pero el Defensor, el Espíritu Santo que enviará el Padre en mi nombre, será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he dicho. La paz os dejo, mi paz os doy: no os la doy como os la da el mundo. Que no tiembre vuestro corazón ni se acobarde. Me habéis oído decir: "Me voy y vuelvo a vuestro lado". Si me amáis os alegraríais de que vaya al Padre, porque el Padre es más que yo. Os lo he dicho ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda sigáis creyendo."

1.- LEE / ESCUCHA: ¿QUÉ DICE EL TEXTO?
Jesús sigue hablando en el ambiente íntimo y emocionado de la Última Cena. Jesús dice que se va pero que volverá. Comunica que el Padre vendrá con él para hacer su morada en quien lo ama. Y que el Padre enviará al Espíritu Santo. Les deja su paz, que no es la paz del mundo, hecha de mentiras, de consensos y cesiones mutuas. La paz de Cristo es recia y profunda, duradera y gozosa.

2.-MEDITA /ASIMILA: ¿QUÉ TE DICE HOY LA PALABRA?
"Si me amas has de guardar mi Palabra, no sólo oirla y escucharla; guardarla en tu corazón, como hacía mi Madre "que guardaba todas las cosas en su corazón". Y así habitará en ti la Trinidad Santa. No sólo en ti individualmente sino en vosotros como comunidad. Y lo único que os pido es aquello que se puedes dar, y sin medida: amor".

3.- ORA/ CONTEMPLA: ¿QUÉ LE DICES AL SEÑOR CON LA PALABRA?
¡Oh Trinidad adorable
que hiciste en mí tu morada!
¡Eres dicha consumada,
Fuente de amor inefable!
¡Oh Dios mío... inagotable!
en Ti verme envuelta anhelo;
pues en la tierra, mi cielo
es vivir ya de tu vida,
para siempre en Ti escondida
¡con Cristo, mi gran Consuelo!
¡A Ti, gloria y alabanza
en la tierra y en el cielo!

4.- PON EN PRÁCTICA / ANUNCIA: ¿QUÉ HACER CON LA PALABRA?
Avanzar alegres por la vida, llevando la paz y el gozo pascual que Cristo nos ha transmitido durante este tiempo. Que nada ni nadie pueda arrebatarnos el tesoro infinito que es su Presencia Trinitaria en nuestro corazón.

5º Domingo de Pascua: EL MANDAMIENTO NUEVO (San Juan 13, 31-33a. 34-35)




"Cuando salió Judas del cenáculo, dijo Jesús: "Ahora es glorificado el Hijo del Hombre y Dios es glorificado en él" (Si Dios es glorificado en él, también Dios lo glorificará en sí mismo pronto lo glorificará).
Hijos míos, me queda poco de estar con vosotros. Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros como yo os he amado. La señal por la que conocerán que sois discípulos míos, será que os amáis unos a otros".

1.- LEE / ESCUCHA: ¿QUÉ DICE EL TEXTO?
El texto está enmarcado en la Última Cena. Es el comienzo del discurso de despedida. Jesús tiene que estar emocionado porque le queda poco tiempo de estar con sus discípulos. El mandamiento nuevo se puede considerar su testamento espiritual.

2.- MEDITA/ASIMILA: ¿QUÉ TE DICE HOY LA PALABRA?
No hay duda de que la mayor fuerza de atracción que posee la comunidad cristiana para la gente de fuera es ver cómo se aman, cómo se preocupan unos de otros, los más fuertes de los más débiles y pequeños. La ayuda que se recibe y se presta en la comunidad no es interesada, pero sí tenemos la seguridad de que si alguno necesita algo, lo que sea, lo tendrá.

3.-ORA /CONTEMPLA: ¿QUÉ LE DICES AL SEÑOR CON LA PALABRA?
¡Señor Jesús! Te pido con todas mis fuerzas que no permitas que se apague mi amor a Ti y a las hermanas, y que cuantos se acerquen a nosotras puedan decir con verdad: ¡Ved cómo se aman!

4.- PON EN PRÁCTICA /ANUNCIA: ¿QUÉ HACER CON LA PALABRA?
Vivir con alegría el amor en el servicio