EL MONTE ALVERNA
AMBIENTACIÓN
El monte Alverna es un promontoio aislado que forma parte de unas derivaciones de los Apeninos, con más de 1200 metros de altitud. Acercarse al Alverna supone subir despojados de todo, porque rompe nuestros esquemas. Contemplemos el maravilloso paisaje hasta llegar al "Calvario franciscano": montes, precipios, rocas, soledad, austeridad... ese lenguaje que proclama el absoluto de Dios. Visitemos en actitud contemplativa y reverente los santos lugares que encierra: el lecho de San Francisco, una profunda hendidura en la roca; la capilla de la cruz donde estaba la cabaña del Santo; la capilla de los estigmas donde quedó configurado con Cristo en la cruz, un lugar con rocas donde no se podía ir a ellas sino mediante un tronco puesto sobre simas profundas. Besemos este sitio, adoremos al Señor y démosle gracias por tan insigne favor hecho a su humilde siervo Francisco.
ORACIÓN
"Santísimo Padre nuestro, hágase tu voluntad, como en el cielo, también en la tierra: para que te amemos con todo el corazón, con todas nuestras fuerzas, buscando en todo tu honor, empleando todas nuestras energías y los sentidos del alma y del cuerpo en servicio, no de otra cosa, sino del amor a ti, y para que amemos a nuestros prójimos como a nosotros mismos, atrayendo a todos, según podamos, a tu amor. Amén."
(Paráfrasis del Padrenuestro)
LECTURA (1ª Celano; Tres Compañeros)
De cómo le fueron impresas las Llagas en el Monte Alverna
Estando en el monte Alverna, dos años antes de partir para el cielo tuvo Francisco una visión de Dios: vio a un hombre que estaba sobre él; tenía seis alas, las manos extendidas y los pies juntos, y aparecía clavado en una cruz. Dos alas se alzaban sobre su cabeza, otras dos se desplegaban para volar, y con las otras dos cubría todo su cuerpo. Ante esta contemplación, el bienaventurado siervo del Altísimo permanecía absorto en admiración, pero sin llegar a descifrar el significado de la visión. Se sentía envuelto en la mirada benigna y benévola de aquel serafín de inestimable belleza; esto le producía un gozo inmenso y una alegría fogosa; pero al mismo tiempo le aterraba sobre manera el verlo clavado en la cruz y la acerbidad de su pasión. Se levantó, por así decirlo, triste y alegre a un tiempo, alternándose en él sentimientos de fruición pesadumbre. Cavilaba con interés sobre el alcance de la visión, y su espíritu estaba muy acongojado, queriendo averiguar su sentido. Mas, no sacando nada en claro y cuando su corazón se sentía más preocupado por la novedad de la visión, comenzaron a aparecer en sus manos y en sus pies las señales de los clavos, el modo que poco antes los había visto en el hombre crucificado que estaba sobre sí.
Las manos y los pies se veían atravesados en su mismo centro por clavos, cuyas cabezas sobresalían en la palma de las manos y en el empeine de los pies y cuyas puntas aparecían a la parte opuesta. Estas señales eran redondas en la palma de la mano y alargadas en el dorso; se veía una carnosidad, como si fuera la punta de los clavos retorcida y remachada, que sobresalía del resto de la carne.
De igual modo estaban grabadas estas señales de los clavos en los pies, de forma que destacaban del resto de la carne. Y en el costado derecho, que parecía atravesado por una lanza, tenía una cicatriz que muchas veces manaba, de suerte que túnica y calzones quedaban enrojecidos con aquella sangre bendita.
La irrefutable verdad de las llagas no sólo quedó demostrada con toda claridad en vida y muerte del santo por cuantos las vieron y tocaron, sino que después de su muerte, quiso el Señor patentizarla con más claridad por medio de muchos milagros obrados en diversas partes del mundo..
PUNTOS PARA LA REFLEXIÓN
-Los estigmas no fueron en Francisco un fenónemo improvisado ni aislado del resto de su vida. Las llagas del Crucificado comenzaron a gestarse en el cuerpo de Francisco desde su encuentro con el Crucifijo de San Damián. Su vivir era Cristo. Jesús estaba en sus labios, en su mente, en su corazón.
- Lo que ocurrió en el Monte Alverna no fue otra cosa que la floración (en cinco flores rojas) de un amor de enamoramiento.
-¿Mi amor por Cristo es tan fuerte que podrían imprimirse en mi persona sus cinco llagas? Entre Francisco y nosotros hay sin duda una gran diferencia. Meditémoslo.
INVOCACIONES
Demos gracias al Señor, que muriendo en la cruz nos ha devuelto la vida, y dirijámole nuestra humilde oración.
- Gracias, Señor, por tu gloriosa pasión, muerte y Resurrección.
Te damos gracias, Señor.
-Gracias, Señor, pr haber asociado a tu siervo Francisco al misterio de la cruz.
Te damos gracias, Señor.
-Gracias, Señor, por las cinco llagas que grabaste en su cuerpo, para bien nuestro.
Te damos gracias, Señor.
-Gracias, Señor, por el monte Alverna, lugar especial de oración, y por los hermanos que allí vivieron y el mensaje que nos transmitieron.
Te damos gracias, Señor.
-Gracias, Señor, por el halcón y las aves que cantaban con Francisco, y por la bendición dada al hermanos León.
Te damos gracias, Señor.
-Gracias, también Señor, por llamarnos a nosotros a reproducir aquellas escenas de amor y de fidelidad.
Te damos gracias, Señor.
BENDICIÓN DE SAN FRANCISCO
El Señor os bendiga y os guarde.
Haga brillar su rostro sobre vosotros y os conceda su favor.
Vuelva su mirada a vosotros y os conceda la paz.
El Señor os bendiga.
ORACIÓN
"Santísimo Padre nuestro, hágase tu voluntad, como en el cielo, también en la tierra: para que te amemos con todo el corazón, con todas nuestras fuerzas, buscando en todo tu honor, empleando todas nuestras energías y los sentidos del alma y del cuerpo en servicio, no de otra cosa, sino del amor a ti, y para que amemos a nuestros prójimos como a nosotros mismos, atrayendo a todos, según podamos, a tu amor. Amén."
(Paráfrasis del Padrenuestro)
LECTURA (1ª Celano; Tres Compañeros)
De cómo le fueron impresas las Llagas en el Monte Alverna
Estando en el monte Alverna, dos años antes de partir para el cielo tuvo Francisco una visión de Dios: vio a un hombre que estaba sobre él; tenía seis alas, las manos extendidas y los pies juntos, y aparecía clavado en una cruz. Dos alas se alzaban sobre su cabeza, otras dos se desplegaban para volar, y con las otras dos cubría todo su cuerpo. Ante esta contemplación, el bienaventurado siervo del Altísimo permanecía absorto en admiración, pero sin llegar a descifrar el significado de la visión. Se sentía envuelto en la mirada benigna y benévola de aquel serafín de inestimable belleza; esto le producía un gozo inmenso y una alegría fogosa; pero al mismo tiempo le aterraba sobre manera el verlo clavado en la cruz y la acerbidad de su pasión. Se levantó, por así decirlo, triste y alegre a un tiempo, alternándose en él sentimientos de fruición pesadumbre. Cavilaba con interés sobre el alcance de la visión, y su espíritu estaba muy acongojado, queriendo averiguar su sentido. Mas, no sacando nada en claro y cuando su corazón se sentía más preocupado por la novedad de la visión, comenzaron a aparecer en sus manos y en sus pies las señales de los clavos, el modo que poco antes los había visto en el hombre crucificado que estaba sobre sí.
Las manos y los pies se veían atravesados en su mismo centro por clavos, cuyas cabezas sobresalían en la palma de las manos y en el empeine de los pies y cuyas puntas aparecían a la parte opuesta. Estas señales eran redondas en la palma de la mano y alargadas en el dorso; se veía una carnosidad, como si fuera la punta de los clavos retorcida y remachada, que sobresalía del resto de la carne.
De igual modo estaban grabadas estas señales de los clavos en los pies, de forma que destacaban del resto de la carne. Y en el costado derecho, que parecía atravesado por una lanza, tenía una cicatriz que muchas veces manaba, de suerte que túnica y calzones quedaban enrojecidos con aquella sangre bendita.
La irrefutable verdad de las llagas no sólo quedó demostrada con toda claridad en vida y muerte del santo por cuantos las vieron y tocaron, sino que después de su muerte, quiso el Señor patentizarla con más claridad por medio de muchos milagros obrados en diversas partes del mundo..
PUNTOS PARA LA REFLEXIÓN
-Los estigmas no fueron en Francisco un fenónemo improvisado ni aislado del resto de su vida. Las llagas del Crucificado comenzaron a gestarse en el cuerpo de Francisco desde su encuentro con el Crucifijo de San Damián. Su vivir era Cristo. Jesús estaba en sus labios, en su mente, en su corazón.
- Lo que ocurrió en el Monte Alverna no fue otra cosa que la floración (en cinco flores rojas) de un amor de enamoramiento.
-¿Mi amor por Cristo es tan fuerte que podrían imprimirse en mi persona sus cinco llagas? Entre Francisco y nosotros hay sin duda una gran diferencia. Meditémoslo.
INVOCACIONES
Demos gracias al Señor, que muriendo en la cruz nos ha devuelto la vida, y dirijámole nuestra humilde oración.
- Gracias, Señor, por tu gloriosa pasión, muerte y Resurrección.
Te damos gracias, Señor.
-Gracias, Señor, pr haber asociado a tu siervo Francisco al misterio de la cruz.
Te damos gracias, Señor.
-Gracias, Señor, por las cinco llagas que grabaste en su cuerpo, para bien nuestro.
Te damos gracias, Señor.
-Gracias, Señor, por el monte Alverna, lugar especial de oración, y por los hermanos que allí vivieron y el mensaje que nos transmitieron.
Te damos gracias, Señor.
-Gracias, Señor, por el halcón y las aves que cantaban con Francisco, y por la bendición dada al hermanos León.
Te damos gracias, Señor.
-Gracias, también Señor, por llamarnos a nosotros a reproducir aquellas escenas de amor y de fidelidad.
Te damos gracias, Señor.
BENDICIÓN DE SAN FRANCISCO
El Señor os bendiga y os guarde.
Haga brillar su rostro sobre vosotros y os conceda su favor.
Vuelva su mirada a vosotros y os conceda la paz.
El Señor os bendiga.
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