San Damián: Jardín Seráfico de Asís donde nació y creció la plantita bella y delicada, con blancura de azucena y perfume celestial que el “poverello” asisiense Francisco, plantó y cultivó con destellos evangélicos, y con luz y fuerza del Santo Espíritu: Clara se llamó.
La primera mujer que escribió una regla para vivir la vida monástica en la Iglesia Católica fue Santa Clara de Asís, aprobada por el papa Inocencio IV el 9 de agosto de 1253. Regla que con todo rigor y entusiasmo abrazaban las aspirantes a Clarisas en este Convento; se sentían como retoños de la planta vigorosa y seráfica de San Damián (no todas las clarisas se alistaban a esta Regla); iban llegando para consagrarse al Señor en una vida de oración y penitencia austerísima; no solo jóvenes, hasta niñas solicitaban el ingreso en la Comunidad para seguir a Cristo Pobre y Crucificado; por mencionar a alguna, María Felipa de los Dolores, tomó el hábito a los 12 años, entonces se vestía el hábito de clarisa el mismo día que se entraba en el claustro, pero la profesión no se hacía hasta los 16 años...
Los padres de esta niña, regalaron ricas colgaduras de seda natural para la iglesia que decoraban en las solemnidades las paredes del presbiterio y las cercanas al púlpito dándole un realce devoto y señorial a todo el templo. María Felipa, crecía hermosa en el jardín franciscano de la Santa Cruz de León y llegó a ser una Clarisa ejemplar.
Se sucedían los días y años en esta santa casa llenos de fervor y santa alegría en medio de una pobreza austera, sin apenas recursos económicos, ya que las aportaciones de las aspirantes y donaciones de bienhechores llegaban siempre a las monjas con grandes mermas y hasta se vieron sometidas a problemas jurídicos por reclamarlas, lo que era de ellas desde la fundación, y el trabajo muy poco retribuido...
Pero nada de ello hizo disminuir el fervor, la oración continua, con el rezo de Maitines diarios a media noche y con penitencias muy fuertes y hasta sangrantes, ¡eran admirables! Se sentían muy responsables de su misión de ORANTES en la Santa Iglesia, por eso no regateaban sacrificios y renuncias. La aspirante que llegaba a la profesión, ya no volvía nunca más a ver la calle, ni en salud ni en enfermedad, su voto de clausura no admitía dispensa alguna.
En el año 1783 lograron las monjas descalzas enriquecer los cultos de la iglesia desde su coro recoleto y acogedor con la adquisición de un hermoso órgano con donaciones de bienhechores que llevaban al convento para este fin, siendo abadesa sor Antonia María de Santa Rosa. La primera organista de la comunidad fue sor Clara Inés, que tomó el hábito en 1782 y desempeñó el oficio de organista durante bastantes años con gran devoción y maestría.
S.S. el Papa Pío VI, en 1795 concedió la facultad de bendecir el santo hábito de las Clarisas, para los fieles que tuvieran devoción, el ser enterrados con él, era entonces abadesa sor Isabel Francisca de Jesús, y el Obispo de la Diócesis D. Antonio Cuadrillero a quien el Santo Padre autorizó esta facultad.
Seguían llegando vocaciones de jovencitas que aumentaban y hermoseaban el jardín franciscano de la Santa Cruz de León, los “retoños” de San Damián, florecían vigorosos con el riego constante de la Santa Regla, la Regla de Santa Clara, su Primera Regla cimentada, alimentada y realizada a través del Santo Evangelio, sin añadiduras ni recortes de ninguna clase, por eso la vida comunitaria de este Convento de clausura papal en León, era admirada y muy estimada por los leoneses. El repique de campanas de la torre de las Descalzas de día y de noche, era siempre la voz de alerta que decían a todos: ¡No tengáis miedo, vivid en paz! estamos alabando y bendiciendo a Dios y rezando por vosotros.
(Continuará)
La primera mujer que escribió una regla para vivir la vida monástica en la Iglesia Católica fue Santa Clara de Asís, aprobada por el papa Inocencio IV el 9 de agosto de 1253. Regla que con todo rigor y entusiasmo abrazaban las aspirantes a Clarisas en este Convento; se sentían como retoños de la planta vigorosa y seráfica de San Damián (no todas las clarisas se alistaban a esta Regla); iban llegando para consagrarse al Señor en una vida de oración y penitencia austerísima; no solo jóvenes, hasta niñas solicitaban el ingreso en la Comunidad para seguir a Cristo Pobre y Crucificado; por mencionar a alguna, María Felipa de los Dolores, tomó el hábito a los 12 años, entonces se vestía el hábito de clarisa el mismo día que se entraba en el claustro, pero la profesión no se hacía hasta los 16 años...
Los padres de esta niña, regalaron ricas colgaduras de seda natural para la iglesia que decoraban en las solemnidades las paredes del presbiterio y las cercanas al púlpito dándole un realce devoto y señorial a todo el templo. María Felipa, crecía hermosa en el jardín franciscano de la Santa Cruz de León y llegó a ser una Clarisa ejemplar.
Se sucedían los días y años en esta santa casa llenos de fervor y santa alegría en medio de una pobreza austera, sin apenas recursos económicos, ya que las aportaciones de las aspirantes y donaciones de bienhechores llegaban siempre a las monjas con grandes mermas y hasta se vieron sometidas a problemas jurídicos por reclamarlas, lo que era de ellas desde la fundación, y el trabajo muy poco retribuido...
Pero nada de ello hizo disminuir el fervor, la oración continua, con el rezo de Maitines diarios a media noche y con penitencias muy fuertes y hasta sangrantes, ¡eran admirables! Se sentían muy responsables de su misión de ORANTES en la Santa Iglesia, por eso no regateaban sacrificios y renuncias. La aspirante que llegaba a la profesión, ya no volvía nunca más a ver la calle, ni en salud ni en enfermedad, su voto de clausura no admitía dispensa alguna.
En el año 1783 lograron las monjas descalzas enriquecer los cultos de la iglesia desde su coro recoleto y acogedor con la adquisición de un hermoso órgano con donaciones de bienhechores que llevaban al convento para este fin, siendo abadesa sor Antonia María de Santa Rosa. La primera organista de la comunidad fue sor Clara Inés, que tomó el hábito en 1782 y desempeñó el oficio de organista durante bastantes años con gran devoción y maestría.
S.S. el Papa Pío VI, en 1795 concedió la facultad de bendecir el santo hábito de las Clarisas, para los fieles que tuvieran devoción, el ser enterrados con él, era entonces abadesa sor Isabel Francisca de Jesús, y el Obispo de la Diócesis D. Antonio Cuadrillero a quien el Santo Padre autorizó esta facultad.
Seguían llegando vocaciones de jovencitas que aumentaban y hermoseaban el jardín franciscano de la Santa Cruz de León, los “retoños” de San Damián, florecían vigorosos con el riego constante de la Santa Regla, la Regla de Santa Clara, su Primera Regla cimentada, alimentada y realizada a través del Santo Evangelio, sin añadiduras ni recortes de ninguna clase, por eso la vida comunitaria de este Convento de clausura papal en León, era admirada y muy estimada por los leoneses. El repique de campanas de la torre de las Descalzas de día y de noche, era siempre la voz de alerta que decían a todos: ¡No tengáis miedo, vivid en paz! estamos alabando y bendiciendo a Dios y rezando por vosotros.
(Continuará)
Buenas tardes desde Guadalajara, Mexico.
ResponderEliminarHermanas me entusiasmo el canto que se escucha al abrir la pagina web de ustedes(habla de ser ofrenda permanente para Dios), me gustaria saber cual es el nombre del canto, y si fuera posible que me orinten para conseguirlo en mi ciudad.
Saludos, Paz y Bien.
Soy Juan Antonio Avila Casillas.
Mi e-mail es j.antonio.avila.c@gmail.com