INFANCIA
En la lejana Edad Media
en histórico castillo,
crecían dos niñas rubias
como dos fragantes lirios.
Clara era la mayor
y la otra Catalina,
que había de llamarse Inés
cuando se cambie su vida.
Ambas hermanas la historia
no las puede separar:
pues sus vidas transcurrieron
unidas en ideal.
Son dos almas escogidas
que nuestro Señor prepara,
para muy grandes empresas
de su gloria soberana.
Si, por eso desde niñas
sienten entre sí atracción;
la que siempre comunica
la virtud con el amor.
Catalina, que es más niña
sigue las huellas de Clara,
a quien ama intensamente
como amiga y como hermana.
Juntas rezan y trabajan
en labores y bordados;
juntas corren por los parques
del castillo, y por los prados.
Llevan sonrisas de cielo
en sus labios rojo y rosa;
son juguetonas e ingenuas;
son alegres como alondras.
Su padre era Favarone
noble, rico y poderoso;
está de estas dos sus hijas
tan hermosas, orgulloso.
Doña Hortolana , su madre,
solícita y cariñosa,
cuida atenta de sus hijas,
tan bellas y tan piadosas.
¡Qué edad tan dichosa ésta,
en que sonríe la vida,
sin preocupación alguna,
sin desvelos ni fatigas!
Mas, muy pronto, no tardando,
prematuras experiencias
de dolor y sufrimiento,
probarían su paciencia.
En una guerra de entonces,
conocieron el destierro,
siendo niñas aún pequeñas;
pero ¡qué pena sintieron!
Tuvieron que abandonar
su castillo y sus tierras,
y huir con calamidades,
y mil miedos de la guerra.
Su padre está en el combate…
¿volvería sano y salvo?...
¿O moriría en campaña,
abandonado en el campo?
Mucho rezaron por él
la madre con sus hijitas;
y el Señor las escuchó.
Volvió con gran alegría.
Y pudieron regresar
a su casa tan querida
rehaciendo en el castillo
de nuevo toda su vida.
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