NOSTALGIAS
En el castillo ducal
ha renacido la vida;
ha vuelto la luz, la paz,
la juvenil alegría.
Las niñas que habían marchado,
son ahora jovencitas:
Catalina, adolescente
está alta, muy bonita.
Clara es una bella joven
de sin iguales encantos;
Catalina ya la admira,
la contempla… y entre tanto,
ve a su hermana que algo oculta
en su interior… ¿será acaso
algún secreto de amor…
de algún amor sobrehumano?
Y sufre al verse privada
de la dulce intimidad
q
ue de niñas las unía
sin poderlas separar.
Clara andaba pensativa
se había hecho reservada.
Catalina, silenciosa…
no se atreve a preguntarla.
Pero se pasó algún tiempo
y cuando fue algo mayor
tuvo ya más libertad
y esperaba una ocasión.
Así, por fin una tarde,
en el jardín del castillo,
encontrándola muy sola
le preguntó con cariño:
- Hace tiempo que te encuentro,
hermana mía querida,
un poquito taciturna,
silenciosa, pensativa.
¿Quieres decirme la causa
de tu gran preocupación?
- ¡Oh mi querida hermanita,
-respondió la dulce Clara-;
acaso podrás ahora
comprenderme, si te hablara!
Pues, Catalina querida,
ahora un poquito mayor,
podré explicarte, aún sufriendo,
lo que siento en mi interior.
- No pienses que no te entiendo,
-contestó, con un suspiro-.
Sin temor a equivocarme
y sólo porque te miro,
diría que tu secreto
es un secreto de amor…
Clara miró a su hermanita
un poquito sorprendida;
Catalina prosiguió
animada y persuasiva:
- Te cantan los trovadores;
te asedian con madrigales
los duques y los señores…
sin embargo, sus cantares
no calan en tu interior…
¿pues de qué puede tratarse
si no es problema de amor?
- Sí, que se trata de amor;
pero es un amor divino
que me abrasa sin quemarme...
y me exige un heroísmo:
He de abandonarlo todo…
por seguir su inspiración
–decía Clara emocionada-;
¡Es sublime, embriagador!
Catalina no contesta;
pero sus ojos de cielo,
que sospecharon el drama,
se han quedado sin consuelo.
Y se llenaron de lágrimas,
que ha de derramar sin cuento.
Clara la abrazó llorando…
¡se fusionaron sus lágrimas!
y así en este mismo abrazo
se fusionaron sus almas…
En las montañas vecinas
se extinguían en ambiente
de luces tornasoladas,
los rayos del sol poniente,
dejando así el horizonte
teñido de rosicler…
Se extendían ya las sombras,
y en el misterio del campo
asomaba entre celajes
la paz del anochecer...
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