Corría el tiempo y se pasaba,
en la vida conventual,
que fundara Hermana Inés
como un nuevo San Damián.
Ella con fervor creciente
sigue animando a las almas
para que crezca su amor
y sea como ardiente llama.
Mas, otra cosa importante
del carisma franciscano,
es la altísima pobreza,
y ella solía explicarlo.
¿Qué decir de la pobreza?...
- Pues que Clara y San Francisco
la adoptaron como vida
porque la vieron en Cristo.
Y así podía decir
San Francisco a sus hermanos
que sólo conocía “a Cristo,
desnudo y crucificado”.
De ahí, nuestra Hermana Clara
ama tanto la pobreza,
pues la ha visto reflejada
en Jesús, su vida entera:
“Las aves tienen sus nidos;
las raposas, madrigueras;
mas, Nuestro Señor no tuvo
dónde apoyar la cabeza”
Así, hermanas amadas,
esta pobreza total,
se extiende a todas las cosas
y aún al mismo desear.
“No queráis, pues, tener nada;
nada os deleite ni agrade;
nada bajo el sol os llene,
si no sólo Dios, Bien grande;
¡Bien excelso en infinito,
Bien cumplido y todo amable!”(4)
“¡Solas con Dios! ¡oh Riqueza!
¡Él es Tesoro inefable!
¡Solas!, sin nada que aliente,
¡Solas, sin dulce amistad…
como Cristo en la Cruz solo,
y muriendo en soledad!”... (5)
Así oraba San Francisco,
diciendo en pocas palabras:
“Dios mío y todas mis cosas,
¡oh Riqueza soberana!”
Y que Clara repetía,
con ternura al pronunciarlas.
Inés, al tener ahora
que recordar estas cosas,
las ha vuelto a revivir
con intensidad más honda.
Y su alma tan hermosa
se ha llenado de nostalgias,
de recuerdos imborrables,
de ternura y de lágrimas…
Pero así iba modelando
y enseñando a las Hermanas
la belleza del carisma
de la vida franciscana.
Que en esencia es solamente
vivir el Santo Evangelio,
que Cristo Jesús nos diera,
¡con su luz, y sus consejos!
Ahora ya nada la arredra,
pues ha hecho de su vida
un holocausto de amor,
y está firme y persuadida;
de que este amor es un fuego
que nadie podrá apagar,
ni los ríos caudalosos,
ni las tormentas del mar…
Su amor no tiene fronteras
ni su celo por las almas;
intercede por el mundo
porque ese fuego la abrasa.
Y no es ya sólo en Florencia;
que hubo de fundar más casas.
Una tradición existe
de que hay bastantes conventos
que hoy se tienen por fundados
por Santa Inés, en su tiempo.
Así ella ha modelado
y enseñado a sus Hermanas
toda la vida espiritual
porque de verdad las ama.
Y a la Virgen Madre nuestra
ella nombra sin cesar;
la Señora de los Ángeles
la ayudó en todo lugar.
Es con Cristo –las decía–
advocación franciscana,
que vio nacer nuestra Orden:
¡Es nuestro amor y esperanza!
Y cumpliendo su deber
c
on total abnegación,
llegó a ser una abadesa
modelo de perfección.
(4) Pensamientos de los Escritos de San Francisco.
(5) El grito de Jesús en la Cruz más impresionante: "Dios mío, Dios mío ..."
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