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viernes, 23 de noviembre de 2012

LEYENDA MEDIEVAL (Capítulo X)


SEMEJANTE A SAN DAMIÁN 

Con estos hondos anhelos 
de servicio a las Hermanas, 
comienza Inés la tarea 
de organizar la jornada. 
La oración será en principio 
 lo que más han de cuidar; 
pues siendo contemplativas 
es siempre lo principal. 
 Otra cosa muy importante 
 son las instrucciones santas; 
 el estudio, la doctrina 
son siempre muy necesarias. 
Trabajarán en común 
en santa fraternidad, 
y mientras trabajan, oran 
como se hace en San Damián. 
 Igualmente han de tener 
 tiempo de santa expansión 
donde concordes, unidas, 
se alegren en el amor. 
Así, Inés, sigue el trabajo 
 animando a las Hermanas: 
 las instruye, las enseña 
con sus consejos y pláticas. 
Con empeño, con desvelo, 
a todas ama y alienta, 
ante las dificultades 
que más o menos se encuentran, 
en la vida de oración… 
en la altísima pobreza... 

De la oración, por ejemplo, 
les diría con confianza 
que la vida de oración 
es respiración del alma: 
¡Por eso es tan importante! 
y siempre hay que practicarla. 

¿Qué es, pues, la oración entonces?

- La oración es nuestro encuentro 
con nuestro Dios y Señor; 
con nuestro divino Amado, 
que nos llamó a su mansión. 
Aquí hemos de ofrendarle 
nuestra vida por entero; 
contemplar siempre su Rostro 
Rostro de Cristo ¡tan bello! 
Y esto nos repite Clara: 
¡Que Cristo, y Crucificado 
es la imagen del amor 
más sublime y consumado. 
Y si lo consideramos 
en la Santa Eucaristía, 
el amor que nos demuestra 
nos embarga de alegría, 
 por su presencia constante 
y amorosa cercanía. 
De la Santa Eucaristía 
es, según piensa la Iglesia, 
de la que hemos de vivir: 
Ella es nuestra vida entera. 
Nuestro Padre San Francisco 
ha escrito de este misterio 
enseñanzas admirables 
que con frecuencia leemos. 
Él nos dice que tengamos 
a Jesucristo por Centro 
 y que hemos de recordar 
¡que en el altar está entero! 
 Con su Cuerpo y con su Sangre 
Él está en la Eucaristía: 
¿cómo se podría soñar 
 tenerlo en tan cercanía? 
¡Es un prodigio sublime, 
sin término y sin medida! 
Así nuestra Madre Clara, 
de siempre se ha preocupado, 
de que su culto sea digno 
esté todo limpio y santo. 
Y así poder adorarlo 
sin cansancio, noche y día: 
 ¡está ahí el Esposo Amado! 
¡El que es toda nuestra vida! 
De ellos, de Clara y Francisco 
 tenemos alta enseñanza: 
esto exige nuestra vida 
contemplativa, abnegada.

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