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jueves, 7 de agosto de 2014

DÍA 5º: VÍCTIMAS POR AMOR




En el nombre del Señor…
Hermanos,  Santa Clara escogió para sí y para sus seguidoras la vida de clausura. Pidamos al Señor que nos ayude a comprender el significado y el valor de esta elección.
Oremos
            Oh Dios que para redimirnos de la esclavitud del pecado escogiste la cruz y quisiste que en ella fuese sacrificado tu mismo Hijo unigénito, concédenos también a nosotros comprender algo de ese misterio de dolor y de amor que es manifestado en la cruz. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén. 

Escuchamos la Palabra de Dios
Del Evangelio según San Juan 10, 14-18

 Reflexión
Jesús presentándose como el Buen Pastor,  afirma: “Yo ofrezco mi vida por mis ovejas; ninguno me la puede quitar, sino que yo la ofrezco libremente”. El haber querido sostener la ignominia de la cruz fue un ofrecimiento, un don que Cristo quiso hacer a la humanidad. Un don libre, un don de amor: dar la vida para que sus ovejas, es decir, los hombres tuviesen vida y la tuviesen abundante.
            Estas palabras de vida que hemos escuchado fueron objeto de continua meditación por parte de la Madre Santa Clara. Bajo la guía de Francisco, que por amor a Cristo crucificado mereció recibir en su cuerpo las llagas de la Pasión de Jesús, también Clara se transformó en una apasionada discípula y seguidora del Crucificado. Su amor a la Cruz, a la penitencia, a la expiación voluntaria, aún no teniendo culpas que expiar, estaba motivado por la irresistible ansia de imitar a Jesús, paciente y moribundo en la cruz por nuestro amor.
            Envidiando a los mártires, porque podían testimoniar con la sangre su amor a Cristo y participar así en los dolores de su pasión y de su muerte de cruz, Clara eligió el claustro como lugar de su crucifixión. Allí en San Damián, durante 42 años se ofreció a sí misma, junto con Cristo, como una hostia viva, como un holocausto viviente, santo y grato a Dios. Y la generosidad y la totalidad de aquel ofrecimiento se puede comprender a la luz de las palabras de la santa al fin de su vida: “Desde que conocí la gracia de mi Señor Jesucristo, por medio de su siervo Francisco, ninguna pena me resultó molesta, ninguna penitencia gravosa, ninguna enfermedad, hermano carísimo, difícil”
            Como hemos visto, toda la vida de Clara estuvo marcada por graves enfermedades, de fuertes sufrimientos y de voluntarias penitencias, viviendo en una crucifixión de amor.
                Hermanos, Cristo nos manda a todos sus discípulos  tomar cada día la propia cruz y seguirlo. Este negarse a sí mismo o hacer penitencia está constituido por las pruebas, por los sufrimientos que la vida nos presenta día a día. Esta penitencia, vivida con generosidad es precisamente  como la cruz de Jesús: un misterio de amor, misterio de sabiduría divina y de salvación. Porque la cruz vivamente deseada, tiernamente amada y amorosamente llevada junto con Jesús crucificado, no es locura sino poder y sabiduría divina: es purísimo don de amor a Dios, por la salvación del mundo y para mayor gloria de Dios.
            Por eso, para concluir, recordaremos las palabras de Santa Clara a Santa Inés de Praga: “Mira, oh nobilísima reina a vuestro Esposo, el más bello entre los hijos de los hombres, transformado por vuestra salvación en el más vil de todos los hombres, despreciado, perseguido, flagelado en todo el cuerpo y muerto en la cruz entre los más espantosos tormentos...  Mira contempla con ansia de imitarlo...  Si con Él sufres, con Él reinarás; si con Él lloras con Él gozarás. Si en su compañía mueres en la cruz de la tribulación, con Él poseerás las celestes moradas en el esplendor de los santos, y vuestro nombre será escrito en el libro de la vida”

 Plegaria comunitaria
 Hermanos, roguemos al Señor que el espíritu de Santa Clara invada nuestros corazones y nos anime a ser fieles seguidores del Crucificado.

            Oremos  juntos diciendo:
            R. Escúchanos, Señor

·  Para que la Iglesia para que sea siempre pobre, orante y penitente en su intenso amor por Jesús, y por todos los redimidos. Oremos. R

·  Para que todos los hombres reconozcan en la cruz de Cristo el instrumento de liberación de la esclavitud del pecado y el misterio de la reconciliación con Dios y con los hombres. Oremos. R

·  Para que los cristianos demos testimonio de auténtica fe y de amor a Cristo crucificado, con la fiel observancia de su santo Evangelio. Oremos. R

·  Para que cuantos estamos aquí reunidos aprendamos a apreciar el don de poder imitar a Cristo crucificado, llevando con fidelidad y con amor el peso cotidiano de nuestras cruces. Oremos. R

            Ahora en silencio, pidamos al Señor por intercesión de Santa Clara, las gracias que deseamos alcanzar en esta Novena.  (Petición)

            Padrenuestro, Ave María y Gloria

Oremos
            Oh Dios, que con la muerte en la cruz de tu amantísimo Hijo, has revelado al mundo un gran misterio de amor y de sabiduría infinita, concédenos, que a ejemplo de Santa Clara, seamos también nosotros seguidores e imitadores del Crucificado. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.



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