En
el nombre del Señor…
Hermanos, Santa Clara escogió
para sí y para sus seguidoras la vida de clausura. Pidamos al Señor que nos
ayude a comprender el significado y el valor de esta elección.
Oremos
Oh Dios que para redimirnos de la
esclavitud del pecado escogiste la cruz y quisiste que en ella fuese
sacrificado tu mismo Hijo unigénito, concédenos también a nosotros comprender
algo de ese misterio de dolor y de amor que es manifestado en la cruz. Por Jesucristo
nuestro Señor. Amén.
Escuchamos la Palabra de Dios
Del Evangelio
según San Juan 10, 14-18
Reflexión
Jesús presentándose
como el Buen Pastor, afirma: “Yo ofrezco
mi vida por mis ovejas; ninguno me la puede quitar, sino que yo la ofrezco
libremente”. El haber querido sostener la ignominia de la cruz fue un
ofrecimiento, un don que Cristo quiso hacer a la humanidad. Un don libre, un
don de amor: dar la vida para que sus ovejas, es decir, los hombres tuviesen
vida y la tuviesen abundante.
Estas palabras de vida que hemos
escuchado fueron objeto de continua meditación por parte de la Madre Santa
Clara. Bajo la guía de Francisco, que por amor a Cristo crucificado mereció
recibir en su cuerpo las llagas de la Pasión de Jesús, también Clara se
transformó en una apasionada discípula y seguidora del Crucificado. Su amor a
la Cruz, a la penitencia, a la expiación voluntaria, aún no teniendo culpas que
expiar, estaba motivado por la irresistible ansia de imitar a Jesús, paciente y
moribundo en la cruz por nuestro amor.
Envidiando a los mártires, porque
podían testimoniar con la sangre su amor a Cristo y participar así en los
dolores de su pasión y de su muerte de cruz, Clara eligió el claustro como
lugar de su crucifixión. Allí en San Damián, durante 42 años se ofreció a sí
misma, junto con Cristo, como una hostia viva, como un holocausto viviente,
santo y grato a Dios. Y la generosidad y la totalidad de aquel ofrecimiento se
puede comprender a la luz de las palabras de la santa al fin de su vida: “Desde
que conocí la gracia de mi Señor Jesucristo, por medio de su siervo Francisco,
ninguna pena me resultó molesta, ninguna penitencia gravosa, ninguna
enfermedad, hermano carísimo, difícil”
Como hemos visto, toda la vida de
Clara estuvo marcada por graves enfermedades, de fuertes sufrimientos y de
voluntarias penitencias, viviendo en una crucifixión de amor.
Hermanos, Cristo nos
manda a todos sus discípulos tomar cada
día la propia cruz y seguirlo. Este negarse a sí mismo o hacer penitencia está
constituido por las pruebas, por los sufrimientos que la vida nos presenta día
a día. Esta penitencia, vivida con generosidad es precisamente como la cruz de Jesús: un misterio de amor,
misterio de sabiduría divina y de salvación. Porque la cruz vivamente deseada,
tiernamente amada y amorosamente llevada junto con Jesús crucificado, no es
locura sino poder y sabiduría divina: es purísimo don de amor a Dios, por la
salvación del mundo y para mayor gloria de Dios.
Por eso, para concluir, recordaremos
las palabras de Santa Clara a Santa Inés de Praga: “Mira, oh nobilísima reina a
vuestro Esposo, el más bello entre los hijos de los hombres, transformado por
vuestra salvación en el más vil de todos los hombres, despreciado, perseguido,
flagelado en todo el cuerpo y muerto en la cruz entre los más espantosos
tormentos... Mira contempla con ansia de
imitarlo... Si con Él sufres, con Él reinarás;
si con Él lloras con Él gozarás. Si en su compañía mueres en la cruz de la
tribulación, con Él poseerás las celestes moradas en el esplendor de los
santos, y vuestro nombre será escrito en el libro de la vida”
Plegaria comunitaria
Hermanos, roguemos al Señor que el
espíritu de Santa Clara invada nuestros corazones y nos anime a ser fieles
seguidores del Crucificado.
Oremos juntos diciendo:
R.
Escúchanos, Señor
· Para
que la Iglesia para que sea siempre pobre, orante y penitente en su intenso
amor por Jesús, y por todos los redimidos. Oremos. R
· Para
que todos los hombres reconozcan en la cruz de Cristo el instrumento de
liberación de la esclavitud del pecado y el misterio de la reconciliación con
Dios y con los hombres. Oremos. R
· Para
que los cristianos demos testimonio de auténtica fe y de amor a Cristo
crucificado, con la fiel observancia de su santo Evangelio. Oremos. R
· Para
que cuantos estamos aquí reunidos aprendamos a apreciar el don de poder imitar
a Cristo crucificado, llevando con fidelidad y con amor el peso cotidiano de
nuestras cruces. Oremos. R
Ahora en
silencio, pidamos al Señor por intercesión de Santa Clara, las gracias que
deseamos alcanzar en esta Novena.
(Petición)
Padrenuestro, Ave María y Gloria
Oremos
Oh Dios, que con la
muerte en la cruz de tu amantísimo Hijo, has revelado al mundo un gran misterio
de amor y de sabiduría infinita, concédenos, que a ejemplo de Santa Clara, seamos
también nosotros seguidores e imitadores del Crucificado. Por Jesucristo
nuestro Señor. Amén.
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