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miércoles, 6 de agosto de 2014

DÍA 4º: LA POBREZA REAL





En el nombre del Señor…
Hermanos, los ejemplos de Santa Clara nos invitan a imitar a Jesús en las expresiones más significativas de su vida terrena. Pidamos al Divino Maestro quiera instruirnos amorosamente. 
Oremos
            Oh Jesús, que para enseñarnos los caminos de Dios te has hecho nuestro humilde maestro y modelo de perfección, concédenos, que como la Madre Santa Clara, nos sintamos también nosotros animados a imitar fielmente tus ejemplos. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén. 

Escuchamos la Palabra de Dios
Del Evangelio según San Lucas 9, 57-62

 Reflexión
La primera de las ocho bienaventuranzas proclamadas por Jesús en el llamado “Sermón de la montaña”, está destinada a los pobres: “Bienaventurados los pobres de espíritu porque de ellos es el Reino de los cielos”.
            El mundo de hecho, ve y busca la felicidad en los bienes, en el placer, en el poder, en el huir de la adversidad y del dolor. Cristo, en cambio, asegura la felicidad más bien a los puros, a los mansos, a los que sufren, a los perseguidos, a los que tienen hambre y sed de justicia, a los que trabajan y llevan la paz, a los “pobres de espíritu”. Y para confirmar sus palabras, él, aun siendo el dueño del universo, no ha querido construir su Reino con las riquezas, sino que viniendo a este mundo, ha escogido para sí y para los suyos la pobreza: “Las zorras tienen sus madrigueras y los pájaros del cielo tienen sus nidos, pero el Hijo del Hombre no tiene dónde reclinar la cabeza”.
            La pobreza Evangélica no es solamente renuncia a los bienes de este mundo, sino donación de amor, de cuanto se tiene y de cuanto se es, por amor a Dios y por amor de Dios.
            Si ahora dijéramos que Santa Clara vivió y entendió así la pobreza evangélica, diremos la verdad, pero acaso diríamos demasiado poco. En la escuela de Jesús, bajo la guía experta del Poverello, por antonomasia y con la llama ardiente de caridad que ardía en su corazón, ella llegó a ser la gran defensora de la pobreza proclamada por Cristo. Toda su vida trabajó para que tal espíritu de pobreza fuese bien comprendido y fielmente vivido por todas sus seguidoras. ¡Cuánto hizo y cuánto rezó! ¡Cuánto tuvo que rogar para que “el privilegio de la pobreza”, la perla preciosísima de la pobreza evangélica , le fuese concedida como don divino y confirmada por la suprema autoridad de la Iglesia. Su Regla, su Testamento, sus Escritos, nos ofrecen amplios testimonios de cómo la Santa entendió, vivió, proclamó y defendió este gran privilegio para su Orden, llamada precisamente Orden de las Hermanas Pobres.
            En la 1ª carta a Santa Inés de Praga, enardecida por este amor entona un bello canto a la pobreza evangélica. Le dice así: “¡Oh bienaventurada pobreza, que a quienes la aman y abrazan, les alcanza las riquezas eternas! ¡Oh santa pobreza, por la que, a quienes la poseen y desean, Dios promete el reino de los Cielos y les ofrece sin lugar a dudas, la gloria eterna y la vida bienaventurada! ¡Oh piadosa pobreza, a la que, por encima de toda otra cosa, se dignó abrazar el Señor Jesucristo, que gobernaba y gobierna el cielo y la tierra, y que con sólo decirlo hizo todas las cosas!”
            Hermanos, a nosotros el Señor nos ha concedido comprender a tiempo la bienaventuranza de la pobreza evangélica. Siguiendo a Francisco y Clara de Asís hemos aprendido a comprender y a apreciar la santísima y altísima pobreza. Pero ¿es alegre nuestra pobreza? ¿Recordamos siempre que la pobreza de espíritu no es solamente desapego afectivo y efectivo de todo aquello que no es Dios, sino acto de amor, es decir, donación alegre y libre de amor a Dios y al prójimo? Porque mirad, valen también para nosotros las palabras de San Pablo: aunque distribuyese a los pobres todo cuanto tengo y diese mi cuerpo a las llamas, si no lo hago por amor y con amor, nuestra pobreza sería una cosa muy pobre.

 Plegaria comunitaria
            Hermanos, estimulados por el ejemplo luminoso de Santa Clara, pidamos a Dios nos conceda el verdadero espíritu de pobreza.
            Roguemos juntos diciendo:

R. Escúchanos, Señor


·          Para que en el mundo sea desarraigado el egoísmo y triunfe la caridad de Cristo, en el cual todos los hombres se reconozcan como hermanos. Oremos. R.


·         Para que todos los hombres aprendan a reconocer el orden de los valores asignados por Dios en sus creaturas y a respetarlos con espíritu de humildad y de pobreza. Oremos. R.

·          Para que los cristianos demos testimonio de verdadero espíritu evangélico con un sincero desapego de los bienes de la tierra y con la honestidad y ejemplaridad de vida. Oremos. R.

·          Para que nosotros, los aquí presentes, seguidores y admiradores de Santa Clara, Princesa de los pobres, aprendamos a vivir nuestra vida en pobreza de espíritu, como acto de amor a Dios y de ayuda a nuestros hermanos. Oremos. R 

            Ahora en silencio, pidamos al Señor por intercesión de Santa Clara, las gracias que deseamos alcanzar en esta Novena.  (Petición)

            Padrenuestro, Ave María y Gloria

Oremos
            Oh Señor Jesús, que por nuestro amor te hiciste humilde y pobre en este mundo hasta no tener dónde reposar la cabeza, haz que enriquecidos con tu pobreza divina, nada más deseemos en este mundo, con todo el corazón, sino amarte y poseerte a Ti, Bien infinito y eterno. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.

 

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