…”HE AQUÍ LA ESCLAVA DEL SEÑOR…”
Cuando la súplica, el deseo, el anhelo del Pueblo de Israel palpitando en
tu corazón y en tus labios
¡Oh María!
A Ti
Que pedías como don preciado el servir a la Madre de tu Dios…
Vino a Ti para decirte que eras la escogida del Altísimo.
Y Tú:
La Toda blanca, la Toda limpia, la Toda
hermosa, Tú, la Toda humilde también…
Al escuchar las palabras,
que tantos oídos desearon escuchar,
con las que secretamente soñaron
todas las generaciones de las hijas de Israel
Al escuchar las palabras que vinculaban a Ti el cumplimiento de la promesa, que hizo “único” a tu Pueblo…
Sin pararte:
En la grandeza Augusta que te ofrecían,
En la dignidad incomparable a que te elevaban,
En el dolor que a través de ellas presentías,
Sin poner en Ti los ojos…
Mientras los cielos esperaban absortos
Y el mismo Dios pendía de tu respuesta…
Inclinando la cabeza
En suprema entrega y aceptación
Con amorosa, serena, sublime sencillez, dijiste:
“He aquí la Esclava del Señor”… y
el misterio de amor fue cumplido.
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¡Cuántas veces se acerca Dios a mi alma queriendo
realizar un misterio de amor!
Cuántas veces: Pide, Ofrece, Solicita…
Pero yo…
O acepto atraída por los reflejos de su brillo, que
se me puede seguir
O mi consentimiento no se da previendo humillación
y dolor.
….Y el misterio no se realiza!
¡Oh Madre! ¡Madre!
Quiero:
Como Tú, con los ojos cerrados a todo lo que
brilla, a todo lo que deslumbra, a todo lo que sólo es sombra.
Quiero:
Con ellos abiertos a todo lo que punza, a todo lo
que hiere, a todo lo que lastima.
Quiero decir a Jesús siempre,
En la vida y en la muerte,
En todo lo que me pida,
En todo lo que me indique,
En todo lo que me ofrezca,
Con entrega sencilla,
Con amorosa aceptación
Quiero decirte:
He aquí la esclava del Señor… Que se haga en mí
según tu palabra.
¡Y se cumplirá el misterio de amor!
(Tomado del libro Espigas del Instituto de María
Reparadora)
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