Providencialmente he encontrado esta carta que nos
regaló un hermano franciscano al acabar nuestros Ejercicios Espirituales, en el año 2012 y quiero compartirla contigo. Como es larga,
lo haré en varios días. La verdad es que cada frase nos daría oportunidad para
un rato largo de oración… ¡no despreciemos la oportunidad que el Espíritu ha
puesto en nuestras manos!
Hermano, tú quieres encontrar a Dios.
Dale las gracias, pues fue Él quien sembró en tu alma el deseo de
buscarle.
Él fue quien llenó tu corazón de nostalgia.
Piensa que es Él quien te busca a ti.
Déjate encontrar.
Ofrece tu tiempo y tu atención, también tu silencio.
Desea ardientemente su amor y su presencia en tu vida.
Vive en la sencillez y en la transparencia.
No te hagas notar.
Haz tu camino como una peregrinación interior.
Es en la habitación de tu alma, en la casa de tu vida, donde has de
establecer el lugar del encuentro.
Viaja al fondo de tu propio ser.
Mira a las personas y a los acontecimientos, la naturaleza, tu propio
trabajo, míralo todo con el corazón iluminado por la fe, y descubrirás que
también en todo esto puedes encontrar a Dios.
Reconcíliate con la vida, con tu propia pobreza.
Acepta todo lo que Dios te da.
Vive en la actitud de alabanza y de acción de gracias.
Reconcíliate con los hermanos.
Haz del perdón la norma de tu vida, y de la comprensión, tu manera de
mirar a los demás.
Vive tu trabajo como camino de encuentro, y tu descanso como la gran
ocasión de recrear la comunión interior.
Ten paz.
Destierra de tu vida todo lo que te aleje de la paz.
Vive para ello en la confianza.
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