¡Ven, Llama de Amor viva! Conmueve mi corazón y hazlo humilde y sencillo, e inúndalo de mansedumbre y suavidad.
¡Oh Espíritu Santo que eres todo Amor! Adorna mi alma con el don exquisito de Piedad. Sana mi corazón de toda dureza y ábrelo plenamente a la dulzura de la oración. Que al llamar con este nombre a mi Padre Dios, que yo experimente la riqueza de esa dulce palabra: su Bondad, su Ternura, su Misericordia. ¡Qué incomparables atributos! En ellos descanso, en ellos me recreo, en ellos tengo yo mi oasis de paz. ¡Lléname de este don maravilloso! Extingue en mi corazón toda amargura e impaciencia, y ábrelo a la comprensión y a la mansedumbre con todos los hombres, hijos de Dios y mis hermanos. ¡Ven!
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