¡Es El...!
¡Es El! que ya
se acerca con ansias infinitas
de redimir mi
vida, de anegarme en su amor.
¡Es El...! que
me ha mirado...
¡Oh inefable
mirada!
una mirada
intensa de ternura divina,
mirada
arrobadora de Esposo y de Pastor.
Yo he sentido en mi alma
el cálido
reflejo de sus ojos divinos...
que calan... que
penetran... que traspasan de amor.
He sentido cuán
dulce es perderse en silencio,
hundida en esos
brazos poderosos y tiernos,
como el cordero
débil en brazos del Pastor.
Descansar con arrobo, con confianza
infinita,
en ese pecho
ardiente, en ese Corazón,
no es placer que
se pueda expresar con palabras,
solo Él deja
sentirlo... ¡qué dulzura! ¡qué amor!
¡Oh Jesús! Me
has herido en el fondo del alma.
Tu dardo ha
penetrado mi pobre corazón.
¡Ven a llenar de fuego esas profundas
simas,
estos hondos
abismos que tu pusiste un día
en éste átomo,
objeto de tu predilección!
¡Ven! que Tú
solamente podrás saciar mi anhelo.
¡Ven a inundar
mi vida de tu paz, de tu amor.
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