páginas

lunes, 19 de noviembre de 2012

LEYENDA MEDIEVAL (Capítulo VI)


EN SAN DAMIÁN 

San Damián es el recinto 
donde moran encantadas 
alejadas ya del mundo 
estas vírgenes seráficas. 
Siguen las huellas sangrantes 
de Cristo Crucificado, 
que el Seráfico Francisco 
con su vida va enseñando, 
 y volviendo al Evangelio 
 el siglo XIII lejano. 

Ya Inés, de su hermana Clara 
 es fiel discípula atenta, 
 que ha asimilado su espíritu 
 de una manera perfecta.
 Han sabido organizarse 
como tenían previsto 
y siguen fieles las normas 
que les da Hermano Francisco: 
“Por divina inspiración
 abrazasteis esta vida. 
Vivid el Santo Evangelio 
que es la caridad cumplida. 
Y yo he de tener cuidado 
de vosotras, pobrecillas; 
vivid siempre en la verdad, 
y en Espíritu y fe viva”. 
 Inés siguiendo obediente
 la vida común trazada, 
es ejemplo de virtudes, 
 de observancia franciscana. 
Alma muy contemplativa 
va alcanzando en la oración
 los más elevados grados 
de mística unión con Dios. 

Conozcamos los carismas 
y dones extraordinarios 
que el Señor la dispensara 
 en estos dichosos años. 
 En el Pesebre y Calvario, 
y en la Santa Eucaristía, 
están los grandes amores 
 por los que su pecho ardía. 
A veces se le aparece 
 la Virgen llevando al Niño;
 ¡es una de las vivencias 
 más tiernas, que haya tenido! 
Mirando al Niño Divino, 
Él ha venido a sus brazos 
 y en éxtasis le contempla 
 sonriente, en su regazo. 
 Así feliz le festeja 
acunándolo arrobada 
 con dulcísimas canciones 
de dulzura inigualada. 
¡Oh! ¡qué momentos de cielo
 ha pasado junto al Niño! 
y ¡qué místicas delicias,
 con su amor, con su cariño! 

Y ¿cómo fue su experiencia 
del misterio de la Cruz? 
Ella, en sus sacrificios, 
se unía siempre a Jesús.
 Ponía toda su vida 
en ofrenda al Redentor: 
 Con su Dios Crucificado 
sufre una nueva Pasión. 
Cuando puede recibirle 
en la Santa Eucaristía 
su corazón queda ardiendo 
en los brazos de María. 
Pues ella acude a la Virgen
 para ir bien preparada 
 a recibir a Jesús, 
al Esposo de su alma. 
 La Comunión es su ensueño; 
 la comunión es su vida; 
la comunión es su gozo 
en que piensa noche y día. 
 Es el encuentro amoroso 
con Jesús su bien Amado: 
¡Es la hora del amor… 
del abrazo enamorado! 
Y aunque no pueda tener 
este encuentro realmente, 
el deseo de su amor 
 le atrae espiritualmente. 
 Y es que pensando en Jesús,
 se ha llenado de ternura: 
sus lágrimas corren ardientes 
¡de dolor… de amor… dulzura…! 
 Tiene el alma tan cargada 
de estas místicas vivencias… 
que más de una vez la han visto 
elevada de la tierra,
 toda en Dios enajenada, 
como en el aire suspensa.

No hay comentarios:

Publicar un comentario