EN LOS ORÍGENES
Recordando aquellos tiempos
en los que Clara e Inés
dialogan sobre su vida,
¿cómo sería después?
Clara va instruyendo ahora
a su hermana tan querida,
de lo que el Padre Francisco
le hablara de ésta su vida.
Pues cuando se convirtió
él empezó a trabajar
edificando la iglesia
y coro de San Damián.
Y estando en este trabajo
tuvo la revelación
de que en ella morarían
las vírgenes del Señor.
Ahora ya estaba ultimando
las cosas más necesarias,
para poder habitarlo
cuando fueran las Hermanas.
- Te digo, hermana querida,
-seguía Clara diciendo–
que ese será el lugar pobre
en que pronto habitaremos.
- ¡Cuánto me gusta y agrada,
-respondió Inés muy contenta-;
¡pues que allí, hermana mía,
es donde Dios nos espera!.
En efecto, será allí
donde van llegando hermanas
y se ha de consolidar
la aventura franciscana.
Se trata por tanto ahora
de organizar cada día,
y de seguir los consejos
de Francisco, de su vida.
Prioridad indiscutible
será siempre la oración
pues siendo contemplativas
lo primero es el Señor.
La oración es como aroma
que en el ambiente ha de estar
envolviendo día y noche
y toda su actividad.
Importante es la pobreza
que brilla en el Evangelio
de Cristo nuestro Señor
del que Francisco es reflejo.
Enamoradas de Cristo
las Hermanas han quedado
por eso quieren vivir
la pobreza de su Amado:
pobreza la más sangrante,
de Cristo Crucificado.
Y vivirla hasta con gozo
cantando a Dios alabanzas
teniendo a Dios por riqueza
no les ha de faltar nada.
El trabajo es otro asunto
que entra en la misma pobreza:
el trabajo y la limosna
llevan el pan a la mesa.
Sabemos que hermana Clara
tiene el trabajo por “gracia”
o sea que es “un don de Dios”;
y por ésta misma causa,
es preciso ejercitarlo
en la vida cotidiana.
“Reunidas las Hermanas,
trabajen devotamente
sin apagar el Espíritu”;
y lo hagan asiduamente.
Trabajar para la Iglesia
fue siempre la primacía;
confeccionar para el culto
de la Santa Eucaristía.
Y en otros trabajos útiles
se empleaban las Hermanas
trabajando en común
y también así oraban:
y evitan la ociosidad
que es enemiga del alma.
Una vida de familia:
juntas, en “santa unidad”
era el ideal de Clara
en alegría de hogar.
Porque tenía presentes
las Palabras del Señor:
“¡Padre, que todos sean uno!
como lo somos Tú y Yo”.
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