Con estos hondos anhelos
de servicio a las Hermanas,
comienza Inés la tarea
de organizar la jornada.
La oración será en principio
lo que más han de cuidar;
pues siendo contemplativas
es siempre lo principal.
Otra cosa muy importante
son las instrucciones santas;
el estudio, la doctrina
son siempre muy necesarias.
Trabajarán en común
en santa fraternidad,
y mientras trabajan, oran
como se hace en San Damián.
Igualmente han de tener
tiempo de santa expansión
donde concordes, unidas,
se alegren en el amor.
Así, Inés, sigue el trabajo
animando a las Hermanas:
las instruye, las enseña
con sus consejos y pláticas.
Con empeño, con desvelo,
a todas ama y alienta,
ante las dificultades
que más o menos se encuentran,
en la vida de oración…
en la altísima pobreza...
De la oración, por ejemplo,
les diría con confianza
que la vida de oración
es respiración del alma:
¡Por eso es tan importante!
y siempre hay que practicarla.
¿Qué es, pues, la oración entonces?
- La oración es nuestro encuentro
con nuestro Dios y Señor;
con nuestro divino Amado,
que nos llamó a su mansión.
Aquí hemos de ofrendarle
nuestra vida por entero;
contemplar siempre su Rostro
Rostro de Cristo ¡tan bello!
Y esto nos repite Clara:
¡Que Cristo, y Crucificado
es la imagen del amor
más sublime y consumado.
Y si lo consideramos
en la Santa Eucaristía,
el amor que nos demuestra
nos embarga de alegría,
por su presencia constante
y amorosa cercanía.
De la Santa Eucaristía
es, según piensa la Iglesia,
de la que hemos de vivir:
Ella es nuestra vida entera.
Nuestro Padre San Francisco
ha escrito de este misterio
enseñanzas admirables
que con frecuencia leemos.
Él nos dice que tengamos
a Jesucristo por Centro
y que hemos de recordar
¡que en el altar está entero!
Con su Cuerpo y con su Sangre
Él está en la Eucaristía:
¿cómo se podría soñar
tenerlo en tan cercanía?
¡Es un prodigio sublime,
sin término y sin medida!
Así nuestra Madre Clara,
de siempre se ha preocupado,
de que su culto sea digno
esté todo limpio y santo.
Y así poder adorarlo
sin cansancio, noche y día:
¡está ahí el Esposo Amado!
¡El que es toda nuestra vida!
De ellos, de Clara y Francisco
tenemos alta enseñanza:
esto exige nuestra vida
contemplativa, abnegada.
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