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martes, 5 de agosto de 2014

DÍA 3º: DETRÁS DE CRISTO POBRE Y CRUCIFICADO





En el nombre del Señor…
            Hermanos, toda la vida de Santa Clara fue encaminada a conseguir una meta bien clara y precisa: seguir a Cristo pobre y crucificado. Pidamos al Señor nos enseñe a imitarla.
Oremos
            Oh Dios que en tu Hijo has dado a los hombres el modelo sublime de toda perfección, concédenos que siguiendo el ejemplo luminoso de Santa Clara, lleguemos también nosotros a ser sus verdaderos e imitadores. Por Jesucristo nuestro Señor.

Escuchamos la Palabra de Dios
Del Evangelio según San Lucas 9, 18-24

 Reflexión
            Jesús se encuentra en un lugar apartado para orar. Es una nota preciosísima. Jesús ora como lo había hecho ya antes de escoger a sus apóstoles para pedir al Padre que iluminase a sus seguidores, para comprender bien quién era Él. A la oración siguen de hecho significativas preguntas: ¿Quién dice la gente que soy yo? … Y para vosotros ¿Quién soy?
Es significativa la respuesta de Pedro: “Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo”. Y Jesús proclamó bienaventurado a este apóstol, porque no fue la carne ni la sangre la que le había revelado esta sublime verdad, sino el Padre que está en los cielos.
            Al comprobar Jesús que los suyos ya saben quién es, ve llegado el momento de revelarles el misterio de su Pasión, de su muerte de cruz y de su resurrección. Después añade: “Quien quiera venir detrás de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame.
            Santa Clara, movida por la gracia del Señor, fue también iluminada por Dios y tuvo tanta fuerza de ánimo para seguir a Jesucristo pobre y crucificado, como había visto hacer a su padre y maestro Francisco de Asís.
            Ella se siente obligada a la práctica de la pobreza más absoluta porque “Cristo se hizo pobre en este mundo”, como dirá después en su Regla. Y vive esta pobreza y la defiende como la perla más preciosa. A sus hijas las invitará después a no avergonzarse de esta “altísima pobreza” evangélica, que las hace ser “herederas” y “reinas” del Reino de los cielos, pobres de bienes temporales  pero ricas en virtudes.
            Para asemejarse a Cristo, junto a la pobreza Clara une el amor a la cruz. Escribe así a Santa Inés de Praga: “sellada por el esplendoroso estandarte de la inviolable virginidad y de la santísima pobreza, llénate de coraje en su santo servicio, que has iniciado por el ardiente deseo de imitar al Pobre crucificado…”; “mira a tu Esposo, transformado en el más vil de los hombres, despreciado, maltratado, golpeado en todo su cuerpo y finalmente muerto sobre la cruz entre los más espantosos tormentos… medita y contempla con todas tus ansias de imitarlo”.
            Hermanos, Santa Clara fue realmente una mujer llena de coraje y valor; ella, contemplando a Cristo, pobre y crucificado, llevó continuamente su cruz bajo la forma de una larguísima enfermedad, sin intentar separarse de ella. Porque el deseo de imitar a Jesús fue tan poderoso en ella como el amor, más fuerte que la misma muerte.
 Este es el estilo de los santos. El estilo de aquellas almas que como San Pablo, como San Francisco, como Santa Clara, no saben pararse a medio camino. Una vez encaminados tras el Maestro que les precede cargado con la cruz y coronado de espinas, ellos no se paran a calcular el “más” o el “menos”, sino que en su seguimiento van hasta el final.
            Nosotros, en cambio, somos pequeños, débiles, frágiles como la hierba de un día. Nosotros, frente al sufrimiento, aunque pequeño, temblamos. Nosotros fácilmente nos lamentamos ante la más pequeña prueba, pretendiendo no merecerla. Nosotros prescindimos voluntariamente de la cruz.
            Intentemos conservar, al menos, la “buena voluntad”. El ejemplo de Santa Clara es un estímulo para perseverar en la promesa de seguir con amor a Jesucristo pobre y crucificado.

Plegaria comunitaria
            Hermanos, el ejemplo de Santa Clara nos haga más valientes en el empeño cristiano de seguir fielmente a Jesucristo pobre y crucificado.
            Oremos juntos diciendo:
            R. Escúchanos, Señor

Para que los hombres comprendan que la verdadera felicidad no está en los bienes de la tierra, sino en cumplir la voluntad del Señor. Oremos. R
·         Para que los cristianos demos testimonio de fidelidad a Cristo conformando su vida a las santas enseñanzas del Evangelios. Oremos. R
·         Para que todos los llamados sean fieles a las promesas de vida evangélica, sin escandalizarse de la cruz de Cristo. Oremos. R
·         Para que nosotros, los aquí reunidos, siguiendo los ejemplos de Santa Clara, renovemos cada día nuestro ofrecimiento para ser fieles a Cristo pobre y crucificado. Oremos. R
Ahora en silencio, pidamos al Señor por intercesión de Santa Clara, las gracias que deseamos alcanzar en esta Novena.  (Petición)

            Padrenuestro, Ave María y Gloria

Oremos
            Oh Señor Jesús, que en la pobreza evangélica y en el amor a la cruz, nos has indicado la vía regia de la verdadera gloria, concédenos que por intercesión y ejemplo de la Madre Santa Clara, lleguemos también nosotros a ser fieles imitadores suyos. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.

 

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