páginas

domingo, 10 de agosto de 2014

DÍA 8º: EL MISTERIO DE LA SALVACIÓN





En el nombre del Señor…
            Hermanos: fin inmediato del testimonio cristiano es la edificación del prójimo, a fin de que se cumpla el plan de Dios que quiere “que todos los hombres se salven”. Pidamos al Señor que nos ilumine sobre este gran misterio.
 Oremos
             Oh Dios que, por la salvación del mundo, no perdonaste ni a tu propio Hijo, enséñanos a apreciar un don tan grande y hacer del mismo un tesoro para la vida eterna. Por Jesucristo nuestro Señor.

Escuchamos la Palabra de Dios
Del Evangelio según San Mateo 18, 10-14

 Reflexión
La belleza de una vocación:
¡Bendito seas Tú, Señor porque me has creado! La mirada de Dios a una criatura que se deja amar y responde con fidelidad, es siempre un acontecimiento maravilloso. Este grito de alabanza de Clara al final de sus días, es la síntesis de su riqueza espiritual, de su existencia aceptada en todos sus aspectos, positivos y negativos, y que ella restituye sin añoranzas ni pesares al Señor. Contemplando retrospectivamente toda su vida, la capta inmediatamente como una creación de Dios, como una historia sagrada, bella, positiva. “La comunión produce siempre belleza”. Clara está plenamente reconciliada consigo misma, con su pasado, con sus límites y ofrece todo a Dios con serenidad y libertad. Todo cuanto ha constituido su existencia es fruto de la ternura y del amor con que Dios la envuelve; y ella se ha hecho “espejo” para reflejar esta belleza divina en quienes están a su lado. Se ha hecho icono para el mundo, para que todos puedan contemplar la atención paciente con que Dios se preocupa de sus criaturas. “Ama totalmente a quien totalmente se entregó por tu amor”, escribe a Santa Inés de Praga, evocando la exhortación de Francisco asombrado y casi incrédulo ante la humildad de Dios: “Nada de vosotros retengáis para vosotros mismos a fin de que enteros os reciba el que todo entero se os entrega”.
            Toda la vida de Clara es un himno de alabanza y de acción de gracias a Aquel que la creó, la guió y la custodió. Se “miró en el Espejo” que es su Amado y se vio transformada en Aquel a quien contemplaba y saborea ya el gusto de la eternidad.
            La rígida pobreza observada a lo largo de toda su vida también ha desempeñado una importante labor en la construcción de esta belleza, pues creó un espacio interior para poder hospedar al Amado.
Miguel Ángel definía la belleza como “purificación de lo superfluo”. La vida de Clara fue una proclamación de la belleza: un camino de purificación, de cincelado para hacer emerger lo más limpia posible la imagen de Dios que cada uno llevamos dentro. Pues cuando la experiencia religiosa se vuelve progresivamente experiencia de un encuentro, todo se transforma, todo deviene sacramento de la belleza, signo e instrumento de una relación que abarca alma y cuerpo.
La gracia consiste en olvidarse de uno mismo y si hubiera muerto todo orgullo en nosotros, la gracia de las gracias consistiría en amarse humildemente a uno mismo  como a cualquier miembro sufriente del Cuerpo de Cristo.
¿Cómo podemos volver bella nuestra vida hoy? Valorando los espacios: los angostos espacios de la clausura pueden convertirse en lugares de fiesta, y no de penitencia, si están iluminados y caldeados por una Presencia. En la simplicidad franciscana, que forma y ayuda la relación, hay una belleza estupenda. Igualmente importante es la Palabra. Para una contemplativa incluso el silencio se vuelve Palabra viva que informa y transforma la dinamicidad de los gestos diarios. Cuando la palabra es concebida y modelada por el silencio, plasma el corazón y transforma la vida. Así el tiempo en que vivimos se convierte en un elemento indispensable para construir una vida armoniosa: gracias a la Encarnación vivimos ya en el tiempo de Dios y escribimos nuestra pequeña historia en este tiempo habitado. Vivir este ritmo sereno del tiempo significa vivir en el respiro profundo de Dios.
(“Clara de Asís, un canto de alabanza”. G. Bini, ofm)
           
 Plegaria comunitaria
            Hermanos, el ejemplo de dedicación con la que Santa Clara vivió el misterio de Cristo y se empleó por la salvación de las almas, nos invita a la fidelidad de nuestra vocación cristiana y religiosa.
            Roguemos juntos diciendo:
            Escúchanos, Señor.


el nombre del Señor…
            Hermanos: fin inmediato del testimonio cristiano es la edificación del prójimo, a fin de que se cumpla el plan de Dios que quiere “que todos los hombres se salven”. Pidamos al Señor que nos ilumine sobre este gran misterio.
 Oremos
             Oh Dios que, por la salvación del mundo, no perdonaste ni a tu propio Hijo, enséñanos a apreciar un don tan grande y hacer del mismo un tesoro para la vida eterna. Por Jesucristo nuestro Señor.
Escuchamos la Palabra de Dios
Del Evangelio según San Mateo 18, 10-14
 Reflexión
La belleza de una vocación:
¡Bendito seas Tú, Señor porque me has creado! La mirada de Dios a una criatura que se deja amar y responde con fidelidad, es siempre un acontecimiento maravilloso. Este grito de alabanza de Clara al final de sus días, es la síntesis de su riqueza espiritual, de su existencia aceptada en todos sus aspectos, positivos y negativos, y que ella restituye sin añoranzas ni pesares al Señor. Contemplando retrospectivamente toda su vida, la capta inmediatamente como una creación de Dios, como una historia sagrada, bella, positiva. “La comunión produce siempre belleza”. Clara está plenamente reconciliada consigo misma, con su pasado, con sus límites y ofrece todo a Dios con serenidad y libertad. Todo cuanto ha constituido su existencia es fruto de la ternura y del amor con que Dios la envuelve; y ella se ha hecho “espejo” para reflejar esta belleza divina en quienes están a su lado. Se ha hecho icono para el mundo, para que todos puedan contemplar la atención paciente con que Dios se preocupa de sus criaturas. “Ama totalmente a quien totalmente se entregó por tu amor”, escribe a Santa Inés de Praga, evocando la exhortación de Francisco asombrado y casi incrédulo ante la humildad de Dios: “Nada de vosotros retengáis para vosotros mismos a fin de que enteros os reciba el que todo entero se os entrega”.
            Toda la vida de Clara es un himno de alabanza y de acción de gracias a Aquel que la creó, la guió y la custodió. Se “miró en el Espejo” que es su Amado y se vio transformada en Aquel a quien contemplaba y saborea ya el gusto de la eternidad.
            La rígida pobreza observada a lo largo de toda su vida también ha desempeñado una importante labor en la construcción de esta belleza, pues creó un espacio interior para poder hospedar al Amado.
Miguel Ángel definía la belleza como “purificación de lo superfluo”. La vida de Clara fue una proclamación de la belleza: un camino de purificación, de cincelado para hacer emerger lo más limpia posible la imagen de Dios que cada uno llevamos dentro. Pues cuando la experiencia religiosa se vuelve progresivamente experiencia de un encuentro, todo se transforma, todo deviene sacramento de la belleza, signo e instrumento de una relación que abarca alma y cuerpo.
La gracia consiste en olvidarse de uno mismo y si hubiera muerto todo orgullo en nosotros, la gracia de las gracias consistiría en amarse humildemente a uno mismo  como a cualquier miembro sufriente del Cuerpo de Cristo.
¿Cómo podemos volver bella nuestra vida hoy? Valorando los espacios: los angostos espacios de la clausura pueden convertirse en lugares de fiesta, y no de penitencia, si están iluminados y caldeados por una Presencia. En la simplicidad franciscana, que forma y ayuda la relación, hay una belleza estupenda. Igualmente importante es la Palabra. Para una contemplativa incluso el silencio se vuelve Palabra viva que informa y transforma la dinamicidad de los gestos diarios. Cuando la palabra es concebida y modelada por el silencio, plasma el corazón y transforma la vida. Así el tiempo en que vivimos se convierte en un elemento indispensable para construir una vida armoniosa: gracias a la Encarnación vivimos ya en el tiempo de Dios y escribimos nuestra pequeña historia en este tiempo habitado. Vivir este ritmo sereno del tiempo significa vivir en el respiro profundo de Dios.
(“Clara de Asís, un canto de alabanza”. G. Bini, ofm)
           
 Plegaria comunitaria
            Hermanos, el ejemplo de dedicación con la que Santa Clara vivió el misterio de Cristo y se empleó por la salvación de las almas, nos invita a la fidelidad de nuestra vocación cristiana y religiosa.
            Roguemos juntos diciendo:

            Escúchanos, Señor.


·         Para que la santa Iglesia pueda hacer llegar a todos los pueblos el mensaje de la salvación y ayudar a los hombres a reconciliarse con Dios. Oremos. R.


·          Para que todos  los hombres bajo la guía del Buen Pastor, se sientan hermanos en Cristo y promuevan juntos la justicia y la paz. Oremos. R 

·         Para que los cristianos viviendo el misterio de Cristo, difundamos en el mundo la caridad, a fin de que el mundo crea. Oremos. R. 

·         Para que nosotros, aquí reunidos, invitados por el ejemplo de nuestros santos aprendamos a ser celosos apóstoles de la fe por la gloria de Dios y para la salvación del mundo. Oremos. R 

            Ahora en silencio, pidamos al Señor por intercesión de Santa Clara, las gracias que deseamos alcanzar en esta Novena.  (Petición)

            Padrenuestro, Ave María y Gloria

            Oremos
 Oh Dios, que diste a Santa Clara tanta fe y un celo ardiente por la salvación de las almas, concédenos también a nosotros ser fuertes en la fe y gastar nuestra vida por el bien temporal y eterno de nuestros hermanos. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.


 

No hay comentarios:

Publicar un comentario