En la oración no contabilices ni el
tiempo ni la intensidad del encuentro.
Ora explícitamente cuando puedas,
pero prolonga tu oración siempre, en todo tiempo, en toda circunstancia y en
todo lugar.
Cuando estás con el Padre llena tu
corazón de su presencia y conviértelo en un lugar de plegaria, donde la oración
es constante.
No hables mucho en tu oración.
Piensa: el Padre ya sabe.
Más que hablar es bueno que
escuches, y más que esforzarte por pedir, dile al Padre que lo esperas todo de
Él.
Valora como camino extraordinario de
encuentro el simple hecho de poder estar un rato gratuitamente con Él y en Él.
Abre tu vida al Amor. Amando te
encontrarás con quien es el Amor. Si haces de tu vida un gesto de amor,
entonces estarás haciendo el mejor camino para encontrar a Dio en tu oración.
Cierra la puerta a los ruidos del
desamor, la intranquilidad, el egoísmo y el orgullo. Todas estas cosas te
incapacitan para escuchar y para encontrar a Dios en tu oración silenciosa.
En tu encuentro con el Padre, ama y
vive la gozosa experiencia de saberte amado por Él.
Sólo si acompañas tu oración con una
vida de sincero camino de identificación con Cristo, podrás encontrar al Padre.
Porque Cristo es el Camino, la
Verdad y la Vida.
En Él encuentras al Padre.
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