domingo, 18 de noviembre de 2012

LEYENDA MEDIEVAL (Capítulo V)


 EN LOS ORÍGENES 

Recordando aquellos tiempos 
en los que Clara e Inés 
dialogan sobre su vida, 
 ¿cómo sería después? 
 Clara va instruyendo ahora 
a su hermana tan querida, 
de lo que el Padre Francisco 
 le hablara de ésta su vida. 
Pues cuando se convirtió 
él empezó a trabajar 
edificando la iglesia 
y coro de San Damián. 
Y estando en este trabajo
 tuvo la revelación 
de que en ella morarían 
las vírgenes del Señor. 
Ahora ya estaba ultimando 
 las cosas más necesarias, 
 para poder habitarlo 
cuando fueran las Hermanas. 
- Te digo, hermana querida, 
 -seguía Clara diciendo– 
que ese será el lugar pobre 
en que pronto habitaremos.
 - ¡Cuánto me gusta y agrada, 
-respondió Inés muy contenta-;
 ¡pues que allí, hermana mía, 
es donde Dios nos espera!. 
 En efecto, será allí 
donde van llegando hermanas 
 y se ha de consolidar 
 la aventura franciscana. 
Se trata por tanto ahora 
 de organizar cada día, 
y de seguir los consejos 
de Francisco, de su vida. 

Prioridad indiscutible 
será siempre la oración 
pues siendo contemplativas 
 lo primero es el Señor. 
La oración es como aroma 
que en el ambiente ha de estar 
envolviendo día y noche 
y toda su actividad.
 Importante es la pobreza 
 que brilla en el Evangelio 
de Cristo nuestro Señor 
del que Francisco es reflejo. 
 Enamoradas de Cristo 
 las Hermanas han quedado
 por eso quieren vivir
 la pobreza de su Amado: 
 pobreza la más sangrante, 
de Cristo Crucificado. 
Y vivirla hasta con gozo 
 cantando a Dios alabanzas 
teniendo a Dios por riqueza 
no les ha de faltar nada. 
El trabajo es otro asunto 
que entra en la misma pobreza: 
el trabajo y la limosna
 llevan el pan a la mesa. 
Sabemos que hermana Clara
 tiene el trabajo por “gracia” 
o sea que es “un don de Dios”; 
y por ésta misma causa, 
es preciso ejercitarlo 
en la vida cotidiana. 
“Reunidas las Hermanas,
 trabajen devotamente 
 sin apagar el Espíritu”; 
y lo hagan asiduamente. 
Trabajar para la Iglesia 
fue siempre la primacía; 
confeccionar para el culto 
 de la Santa Eucaristía. 
Y en otros trabajos útiles
 se empleaban las Hermanas
 trabajando en común 
 y también así oraban: 
y evitan la ociosidad 
que es enemiga del alma. 
Una vida de familia: 
 juntas, en “santa unidad”
 era el ideal de Clara 
en alegría de hogar. 
Porque tenía presentes
 las Palabras del Señor: 
“¡Padre, que todos sean uno! 
como lo somos Tú y Yo”.

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