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domingo, 23 de diciembre de 2012

DÍA 23: OH EMMANUEL


En esta última de las grandes antífonas del Adviento vemos a Cristo en el pleno sentido neotestamentario, es el Dios-con-nosotros, el Emmanuel. El Hijo de Dios, al descender a la tierra se ha hecho uno de nosotros. La invocación de esta última antífona condensa en sí toda la liturgia del Adviento: ¡Señor Dios nuestro, ven a salvarnos! 

 Los días se acercan a su plenitud, 
muy cerca tenemos al dulce Jesús. 
Ya se acerca la Nochebuena, 
todo rebosa gozo en la tierra. 

Las Descalzas quieren por fin albergar 
en sus corazones al Dios de la paz. 
¡Oh Emmanuel! fue la plegaria 
que cantamos emocionadas. 

Y la hemos seguido con grande fervor 
suplicando al cielo por el Redentor.
¡Oh Emmanuel, muestra tu rostro, 
Dios hecho niño, Dios-con-nosotros! 

 Sólo suspiramos por tu posesión, 
oye nuestros ruegos transidos de amor. 
Apremiantes son las plegarias 
que este día brotan del alma. 

Te abrimos ardientes nuestro corazón 
para que esa noche lo abrases de amor. 
¡Ven no tardes, ven a la tierra! 
ya se acerca la Nochebuena. 

 La postrer plegaria el coro cantó 
 con mayor hondura, con más emoción. 
¡Ven, Señor, muestra tu rostro! 
Dios hecho niño, Dios-con-nosotros. 

Nuestra enhorabuena gozosa y cordial 
a Sor Mª Inés  le queremos dar.
Deseamos hoy sus hermanas 
muchos años pueda entonarla.

IV DOMINGO DE ADVIENTO


SAN LUCAS 1, 39- 45 

"En aquellos días, María se puso de camino y fue aprisa a la montaña, a un pueblo de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. En cuanto Isabel escuchó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo, y dijo voz en grito: 
-¡Bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. ¡Dichosa tú que has creído!, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá."

¿QUIÉN SOY YO?

La imagino entrenada en decir “¿quién soy yo?”, pues esa confesión de pequeñez y asombro bien se conjuga con la noticia de una maternidad inesperada, con el vuelo del Espíritu creador sobre la esterilidad sin futuro de Isabel. 
Ahora, la misma pequeñez experimenta un nuevo asombro: “¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor?” 
 A su vez, el asombro y la exaltación de Isabel hacen eco a la alegría y a la danza de la criatura que lleva en las entrañas: “
¿Quién soy yo” –dice Isabel- para que me visite la madre de la divina gracia? “¿Quién soy yo” –dice Juan- para que me visite la gracia divina de la salvación? “¿Quién soy yo” –dice en su pequeñez Belén de Efrata-, para que me visite la paz que viene de Dios? “¿Quién soy yo”, dices en tu pequeñez, Iglesia en Adviento, para que se me anuncie la llegada de mi Señor? “¿Quién soy yo”, para que sus mensajeros llenen de esperanza mi corazón? “¿Quién soy yo”, para que mi Señor me deje escuchar su palabra, y llame a la puerta de mi vida pidiendo entrar y ofreciendo quedarse siempre conmigo? 
“¿Quién soy yo”, para que mi Señor se me acerque pobre y me pida la limosna de amarlo? “¿Quién soy yo”, mi Dios, para que vengas a mí? Que hoy al encuentro de tu Señor salgan tu pequeñez y tu asombro, tu alegría y tu danza, tu agradecimiento y tu alabanza. 

Feliz domingo. 

Siempre en el corazón Cristo. 
 + Fr. Santiago Agrelo 
Arzobispo de Tánger

sábado, 22 de diciembre de 2012

DÍA 22: OH REY DE LAS NACIONES


Hoy hemos invocado a Cristo como Rey y como deseado de los pueblos. Si Rey nos evoca algo grande, Deseado es una invocación que trasciende nuestro espíritu. El Mesías esperado desde todos los tiempos, es la Piedra angular, es el Deseado que al venir hace confluir todas las cosas hacia Él. La súplica con que termina esta antífona vuelve a pedir su venida. “Ven” es el gran grito, el suspiro del Adviento que se repite a lo largo de él con insistencia. 

 La fecha se acerca de la Navidad 
 y ya muy vehemente se torna el cantar. 
Rey de los pueblos muy deseado,
 ven, no tardes, ven a salvarnos. 

Así fue hoy el canto cual trazo de luz 
 invocando ardientes al dulce Jesús. 
Rey eterno, ven a la tierra, 
que te espera, es tuya entera. 

¡Oh Rey de las gentes y Piedra angular! 
que unes a los hombres con lazos de paz. 
Ya te apremian nuestras plegarias, 
ven, no tardes, Rey de las almas. 

Somos de tus manos hechura, Señor. 
Tú le das al barro la vida, el calor. 
Ven ansiado Rey de las almas 
 ya te apremian nuestras plegarias. 

 Te abrimos ardientes nuestro corazón, 
 pon en él tu Reino de paz y de amor. 
Reina, impera en nuestras vidas, 
te esperamos con alegría. 

Así siguió el coro con gran devoción, 
desgranando el canto la gran oración. 
Rey eterno, muy deseado 
ven, no tardes, ven a salvarnos. 

Nuestra enhorabuena gozosa y cordial 
a Sor Mª Amparo le queremos dar. 
Deseamos hoy sus hermanas 
 muchos años pueda entonarla.

viernes, 21 de diciembre de 2012

DÍA 21: OH SOL QUE NACES DE LO ALTO



La antífona de este día, es un eco del cántico del Benedictus. En ella se evoca a Cristo como ¡Oh Oriens (Oh Sol que naces de lo alto). Tema muy del gusto de los Santos Padres, que para explicar la grandeza de Cristo lo comparan a la hermosura y magnitud de la naturaleza. Jesús, con su nacimiento es el Sol que nos saca de las tinieblas y que al venir desde lo alto, desde la sede del Padre, nos invade con su divinidad. 

La Luz del Oriente ilumina ya 
 las dulces jornadas de la Navidad. 
Claridad de mil estrellas 
 ilumina toda la tierra. 

¡Oh Luz refulgente, oh Luz celestial!
guía nuestras almas por sendas de paz. 
Huid ya, sombras, tinieblas 
que ya el Sol, viene a la tierra. 

Cuando Luz te llaman, te dicen Señor, 
que eres la hermosura, la vida, el amor. 
¡Oh Oriente! fue la plegaria 
que hoy salió del fondo del alma. 

Ven ya, Luz del mundo con tu resplandor, 
conduce a las almas por vías de amor. 
Te esperamos con vivas ansias. 
Ven, no tardes, luz de las almas.

¡Oh Sol de Justicia! ven pronto a saciar 
esta sed ardiente de verte aquí ya. 
Pues sin ti no hay alegría, 
todo es frío y triste en la vida. 

Así siguió el coro cantando al Señor 
que transforma todo en iris de amor. 
¡Oh qué gozo hay en la tierra! 
cuando el Sol viene a envolverla. 

Nuestra enhorabuena gozosa y cordial
a Sor Clara Inés le queremos dar. 
Deseamos hoy sus hermanas 
muchos años pueda entonarla.

jueves, 20 de diciembre de 2012

DÍA 20: OH LLAVE DE DAVID


Hoy hemos saludado a Cristo en su misión redentora: “Llave de David y Cetro de la casa de Israel”. Él es el Libertador que esperamos, por eso le pedimos que venga a rescatar con su luz a todo el género humano cautivo en las tinieblas, para que por esa luz vayamos a Él. 

Se siguen cantando con solemnidad 
los grandes anhelos de la Humanidad. 
Llave regia que abres la Patria 
colma ya nuestra esperanza. 

 Cautivos estamos en sombra mortal 
mientras tú te acercas con la libertad. 
¡Ábrenos, ven a salvarnos! 
 todos los siglos han suspirado. 

¡Oh Dueño divino, Llave de David! 
que puedes tan fácil cerrar como abrir. 
De la opresión en que gemimos, 
 ven a librarnos, Rey de los siglos. 

Pero sobre todo pedimos, Señor 
nos abras las puertas de tu corazón. 
Ábrenos, y en tu morada 
vivirá feliz el alma. 

Tú eres el Camino, la Vida y la Luz, 
 llénanos a todos de tu plenitud. 
Entra ya en esta Casa, 
te esperamos con vivas ansias. 

Así la plegaria siguió con fervor 
que llegue ya al mundo la liberación. 
Ven, no tardes, te suplicamos, 
ábrenos, ven a salvarnos. 

Nuestra enhorabuena gozosa y cordial 
a Sor Mª Isabel le queremos dar. 
Deseamos hoy sus hermanas 
muchos años pueda entonarla.

miércoles, 19 de diciembre de 2012

DÍA 19: OH RENUEVO DEL TRONCO DE JESÉ


La Antífona de hoy “Oh Renuevo del tronco de Jesé” está tomada del Profeta Isaías y nos hace retroceder hasta el Rey David, viendo a Jesús como continuación directa del Ungido del Señor. Cristo es el Hijo de la Virgen María, heredero de David, alzado en la Cruz como la serpiente en el desierto para salvar al mundo.

 Los días avanzan con gran rapidez, 
se acerca la noche del dulce Belén. 
¡Qué alegría hay en la tierra 
esperando la Nochebuena! 

 ¡Renuevo del tronco de estirpe Jesé! 
alegre esperanza de paz y de bien. 
¡Oh Capullo, Dios humanado! 
Ven, no tardes, ven a salvarnos. 

Y siguen fluyendo las súplicas mil 
 plegarias de adviento que toca a su fin. 
Te esperamos con vivas ansias. 
Ven, no tardes, vida del alma. 

¡Oh Virgen bendita, oh Flor celestial! 
a Jesús queremos pronto contemplar. 
Tú sostienes nuestra esperanza. 
Tú nos alientas y tú nos salvas. 

Raíz de Jesé, maná celestial, 
ven a alimentarnos con tu suavidad. 
Te esperamos con grandes ansias. 
Ven, no tardes, vida del alma. 

Fueron estas preces las que con fervor 
hemos dirigido a nuestro buen Dios. 
Deseamos sean oídas 
 y descienda pronto la Vida. 

Nuestra enhorabuena gozosa y cordial 
(a) Sor Mª Luz le queremos dar. 
Deseamos hoy sus hermanas
 muchos años pueda entonarla.

martes, 18 de diciembre de 2012

DÍA 18: OH ADONAI


Hoy hemos dado a Jesús el título de ADONAI, nombre hebreo del Caudillo o Soberano. Esta antífona hace referencia a las grandes teofanías del Antiguo Testamento, en las que se manifiesta el poder y la fuerza de Dios: la zarza ardiente y la escena del Sinaí, que nos hace presentir el espectáculo del juicio universal. Por eso seguimos suspirando por la venida del Salvador. 

 Se sigue cantando con solemnidad 
 la dulce esperanza de la Navidad. 
¡Oh Adonai! fue la plegaria 
que entonó M. Vicaria. 

El coro ha seguido con fe y con amor 
súplicas cargadas de ansia y unción. 
No confundas nuestra esperanza. 
Ven, no tardes, Rey de las almas. 

Tú que apareciste en el Sinaí 
con gran fortaleza y prodigios sin fin. 
¡Oh Caudillo y guía del alma! 
Ven, no tardes, ven a salvarlas. 

Como zarza ardiente abrásanos ya 
con la dulce llama de tu caridad. 
¡Oh Caudillo y Soberano!
Ven, no tardes, ven a salvarnos. 

 Tú eres en la lucha nuestro Capitán, 
nos das la Victoria, conquistas la paz. 
¡Oh Pastor fiel, poderoso! 
te esperamos, ven presuroso. 

Así fue este día la gran oración 
que de nuestro coro al cielo subió. 
Deseamos sea escuchada 
este día nuestra plegaria. 

Nuestra enhorabuena gozosa y cordial 
a Madre Vicaria le queremos dar. 
Deseamos hoy sus hermanas 
muchos años pueda entonarla.

lunes, 17 de diciembre de 2012

DÍA 17: OH SABIDURÍA

Comienzan las Ferias privilegiadas del Adviento.


 Las Antífonas mayores que hoy han comenzado son venerabilísimas por su antigüedad, que se remonta a los tiempos de San Gregorio Magno (a quien se atribuyen) y también por su riqueza doctrinal. Se puede decir que contienen toda la médula de la liturgia del Adviento, y cada una de ellas es un suspiro por el Mesías, dándole cada día los diferentes títulos que le atribuye la sagrada Escritura. Hoy hemos cantado ¡Oh Sabiduría! La Sabiduría es la Persona de Cristo, quien desde el principio dispuso todas las cosas con vistas a esta venida que pedimos con insistencia. Esta antífona nos traslada al principio del mundo.

 Hoy es una fiesta de grande emoción 
pues solemnemente la Madre entonó:
 ¡Oh Sabiduría! fue la plegaria 
que brotó del fondo del alma. 

 Fue como un suspiro de fe y de ansiedad 
que preludia el gozo de la Navidad.
 ¡Oh Sabiduría! fue la plegaria 
que brotó del fondo del alma. 

Nuestra Madre sola ferviente empezó 
 y con armonía el coro siguió. 
Muéstranos “vera Sapiensia” 
los caminos de la prudencia. 

¡Oh Sabiduría! y fuente de paz 
sacia a los sedientos de tu caridad.
 ¡Ven, no tardes, Rey de las almas! 
No confundas nuestra esperanza. 

Esta es la plegaria que al cielo subió 
desde nuestro coro con todo fervor. 
Ya comienzan las fiestas grandes 
que es la “Oh” de nuestra Madre. 

 Así preparamos la gran Navidad 
 como franciscanas con gozo y con paz. 
Ven Jesús, llena las almas 
 de tu amor y de tu gracia. 

Nuestra enhorabuena gozosa y cordial 
hoy a nuestra Madre le queremos dar. 
Que la entone por muchos años 
deseamos con entusiasmo.

domingo, 16 de diciembre de 2012

DOMINGO 3º DE ADVIENTO


SAN LUCAS 3, 10-18

"En aquel tiempo, la gente preguntó a Juan: 
- ¿Entonces, qué hacemos? 
 Él contestó: 
- El que tenga dos túnicas, que se las reparta con el que no tiene; y el que tenga comida, haga lo mismo. Vinieron también a bautizarse unos publicanos, y le preguntaron:
- Maestro, ¿qué hacemos nosotros? 
Él les contestó: 
- No exijáis más de lo establecido. 
 Unos militares le preguntaron: 
- ¿Qué hacemos nosotros? 
 Él les contestó: 
- No hagáis extorsión a nadie, ni os aprovechéis con denuncias, sino contentaos con la paga. El pueblo estaba en expectación y todos se preguntaban si no sería Juan el Mesías; 
él tomó la palabra y dijo a todos: 
- Yo os bautizo con agua; pero viene el que puede más que yo, y no merezco desatarle la correa de sus sandalias. El os bautizará con Espíritu Santo y fuego: tiene en la mano la horca para aventar la parva y reunir el trigo en el granero y quemar la paja en una hoguera que no se apaga. Añadiendo otras muchas cosas exhortaba al pueblo y les anunciaba la Buena Noticia."

APRENDIENDO A CONJUGAR:

 En Adviento, los pobres, fijos los ojos en Dios, aprendemos a conjugar los tiempos de su venida. Con el profeta aprendemos el futuro: “El Señor será rey de Israel… ya no temerás”. Con el bautista se nos ha hecho posible conjugar en presente la venida del Señor: “Viene el que puede más que yo”. 
En Adviento, nuestra oscuridad se ilumina con luz de promesas divinas, la fe aviva en la noche la esperanza, y, por ser cierta, la esperanza enciende en la noche la alegría: “Regocíjate, hija de Sión; grita de júbilo, pueblo del Señor, alégrate y gózate de todo corazón… el Señor tu Dios es tu Salvador”. 
En Adviento, los pobres aprendemos a conjugar los tiempos de nuestra peregrinación al encuentro del Salvador: “Confiaré, no temeré… dad gracias al Señor, invocad su nombre, contad sus hazañas”. 
En Adviento, como hijos muy queridos de Dios, aprendemos a vivir en la alegría, en la moderación, en la oración, en la paz. En Adviento, aprendemos a vivir en esperanza el abrazo que daremos a Cristo cuando llegue para todos la Navidad. 
El corazón me dice que podemos anticipar ese abrazo en la Eucaristía y en los pobres que la gracia de Dios pone en nuestro camino. 
Feliz domingo. Feliz Adviento. Feliz abrazo a Cristo Jesús. 

Siempre en el corazón Cristo. 

+ Fr. Santiago Agrelo 
Arzobispo de Tánger

domingo, 9 de diciembre de 2012

2º DOMINGO DE ADVIENTO


SAN LUCAS 3, 1-6 

"En el año quince del reinado del emperador Tiberio, siendo Poncio Pilato gobernador de Judea, y Herodes virrey de Galilea, y su hermano Felipe virrey de Iturea y Traconítide, y Lisanio virrey de Abilene, bajo el sumo sacerdocio de Anás y Caifás, vino la Palabra de Dios sobre Juan, hijo de Zacarías, en el desierto. 
Y recorrió toda la comarca del Jordán, predicando un bautismo de conversión para perdón de los pecados, como está escrito en el libro de los oráculos del Profeta Isaías. 
- Una voz grita en el desierto: preparad el camino del Señor, allanad sus senderos; elévense los valles, desciendan los montes y colinas; que lo torcido se enderece, lo escabroso se iguale. Y todos verán la salvación de Dios."

MIRAMOS A JESÚS:

Miramos a Jesús de Nazaret, tal vez porque es el único que mira siempre con amor. 
Miramos a Jesús, porque no aparta la mirada cuando la nuestra se cruza con la suya. 
Miramos a Jesús una y otra vez, como si hubiésemos de caer en la cuenta de que él no deja de mirarnos. Miramos a Jesús, porque somos pobres y él está siempre ahí para nosotros. 
Los pobres tenemos un nombre viejo, nombre de ausencias y oscuridades, de penas y soledad, de lágrimas y lutos, de sequedades y heridas. Y miramos a Jesús, buscamos a Jesús, lo deseamos, lo amamos, pues el corazón nos dice que creer en él, encontrarlo, recibirlo, es recibir un nombre nuevo, hecho de “paz en la justicia, gloria en la piedad”. “Miramos a Jesús”; pero el corazón sabe que no podríamos mirarlo si antes nuestro Dios y Señor no nos hubiese mirado con amor. “Buscamos a Jesús”, lo que sólo es posible porque antes nuestro Dios y Señor nos ha buscado. “Amamos a Jesús y deseamos encontrarnos con él”, lo que es confesión humilde y agradecida de que nuestro Dios y Señor nos ha amado primero, y desde siempre ha querido encontrarse con nosotros. 
“Ponte en pie, Jerusalén, sube a la altura, Iglesia santa, y contempla el gozo que Dios te envía”, deja que la fe te lleve de la mano al misterio que estás viviendo. El Adviento es tiempo de conversión para Dios y para ti: Dios se convierte a ti para darte las galas perpetuas de su gloria, para envolverte en el manto de su justicia; y tú te conviertes a Dios para que llegue armonioso y sin interrupción a su presencia el canto de amor de tu vida. Para Dios y para ti, el Adviento es tiempo de preparar caminos: Dios para ti; tú para Dios. Él se ha hecho camino para el paso de su pueblo, para que, sin tropiezo, ciegos y cojos, preñadas y paridas, puedan avanzar hacia la justicia y la piedad; y nosotros, en el desierto, preparamos caminos para nuestro Dios, para que, sin obstáculos, él pueda acceder a nuestro corazón. 
La Eucaristía es imagen admirable del Adviento en que vivimos. Dios se vuelve a nosotros, nos envuelve en su justicia, nos corona con su gloria, y nos da un nombre nuevo: nombre, gloria y justicia los recibimos con Cristo Jesús. Y nosotros nos volvemos a Dios, miramos, buscamos, deseamos, amamos a Cristo Jesús, escuchamos su palabra, lo guardamos con ella en el corazón, allanamos todos los caminos para comulgar con él. 
Es Adviento: en Cristo Jesús la mirada de los pobres se cruza con la mirada de Dios. 
Feliz domingo. 

Siempre en el corazón Cristo. 

+ Fr. Santiago Agrelo 
Arzobispo de Tánger

domingo, 2 de diciembre de 2012

DOMINGO 1º DE ADVIENTO



SAN LUCAS 21, 25-28.34-36  
 
"En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: 
- Habrá signos en el sol y la luna y las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes, enloquecidas por el estruendo del mar y del oleaje. Los hombres quedarán sin aliento por el miedo y la ansiedad, ante lo que se le viene encima al mundo, pues los astros temblarán. Entonces, verán al Hijo del Hombre venir en una nube, con gran poder y majestad. Cuando empiece a suceder esto, levantaos, alzad la cabeza; se acerca vuestra liberación.
Estad alerta para que no se emboten vuestros corazones con excesos de comida y bebida y las preocupaciones de la vida, y os sorprenda como un lazo aquel día; porque se abatirá sobre todos los habitantes de la tierra. Velad, pues, y orad en todo tiempo a fin de que tengáis fuerza para escapar de todas esas cosas que van a suceder y presentaros seguros ante el Hijo del hombre."

EL SEÑOR SE ACERCA:

 “Se acerca vuestra liberación”. El nuevo año litúrgico empieza con el Tiempo de Adviento, primera etapa del ciclo de la Navidad. La comunidad eclesial se dispone para recibir al Señor que viene. Son muchos los que, tal vez por nuestra indolencia, tal vez por nuestros pecados, no conocen al Señor, no esperan al que viene, no aman al que es su salvador. Llega el Amor, y puedo cerrarle la puerta. Llega mi Dios, y puedo negarle la entrada en mi corazón. Pues del Amor se trata y de mi Dios se habla cuando Jesús nos dice: “Entonces verán al Hijo del hombre venir en una nube, con gran poder y gloria. Cuando empiece a suceder esto, alzad la cabeza: se acerca vuestra liberación”. 
 Todos verán al Hijo que viene, y el creyente, cuando lo vea, sabrá que se le acerca la liberación, pues ese Hijo trae el derecho que deseamos, la justicia que necesitamos, ese Hijo es nuestra libertad. 
Por eso, aunque peregrinos y extranjeros en el mundo, ya nos levantamos –resucitados- y alzamos la cabeza, pues en la palabra de la Escritura que escuchamos, en la divina eucaristía que celebramos y recibimos, en los pobres que acogemos y cuidamos, se nos acerca el que nos ama, “se acerca nuestra liberación”, se nos acerca nuestra justicia, se nos acerca Cristo Jesús, nuestro salvador. 
Considera el misterio de este encuentro. Considera la dicha que lo acompaña, pues aquel a quien esperas es plenitud del bien que puedes desear; esa dicha se te hace fiesta cuando celebras la venida de tu Señor en el domingo y en el tiempo de Navidad. Pero considera, al mismo tiempo, el sufrimiento que le es inseparable, pues a tu Señor, en su palabra lo reconoces tantas veces ignorado, en la eucaristía por muchos no recibido, y en los pobres privado de cuidados y humillado. 
 No quiero dejar tampoco en el olvido otra venida del Señor, otro encuentro con nuestra liberación, un tiempo que la naturaleza teme y el espíritu anhela, pues se trata de la muerte, siempre oscura, aunque más allá de ella la fe ve brillar la gloria de Cristo resucitado. 
Sea que esperemos al Señor en la Eucaristía, en la Navidad, en los pobres, en la muerte, o en la consumación de los tiempos, conforme a su mandato esperamos en pie, alzada la cabeza, con la certeza de que, con él, llega nuestra liberación. Y mientras esperamos, amamos, de modo que, cuando venga, nos presentemos con él “santos e irreprochables ante Dios nuestro Padre”. 
Feliz espera. Feliz Adviento. Feliz encuentro con el Señor. 

Siempre en el corazón Cristo. 

+ Fr. Santiago Agrelo 
Arzobispo de Tánger

lunes, 26 de noviembre de 2012

LEYENDA MEDIEVAL


A modo de EPÍLOGO 

La noticia de la muerte de Inés, con fama de alta santidad, conmovió a la ciudad de Asís y todos sus contornos, por lo que acudió muchísima gente. 
Ante su cadáver, que todos querían ver (pues era una virgen bellísima) se realizaron ya prodigiosos milagros que atestiguaban su santidad: curaciones repentinas de varias personas que invocaron su ayuda. 
Por este motivo, todo el pueblo de Asís allí reunido y tanta gente de sus contornos, la proclamaron “Santa”. 
Después, sabiendo la gente, que concedía el Señor, por intercesión de su sierva Inés, tantas gracias de todo género, creció mucho la devoción de encomendarse a ella, sobre todo en enfermedades incurables, que quedaban al punto, sanos. 
Así lo cuentan ciertas crónicas antiguas, y verdaderos milagros hechos por la santa, que se aparecía, llena de gloria, a las personas sufrientes (en varias ocasiones a diferentes enfermos) que ponían en manos de Inés la curación deseada, y se efectuaba en el momento. 
Con estos signos tan notables de santidad, se pasaron años… y hasta siglos… 
El pueblo, (sobre todo en Italia) seguía llamándola “santa” de generación en generación, y la gente recibiendo gracias muy grandes por su intercesión poderosa... 
Aunque fue sepultada en el Convento de San Damián, fue después “trasladado el cuerpo de este sagrado Convento al convento de San Jorge de Asís.” 
“Y porque esta gloriosa heroína, ha tenido cerca de quinientos años perenne culto en todo el ducado de Espoleto, Asís, Florencia y otras importantes poblaciones de Italia, se dignó la Santidad del Beatísimo Padre Benedicto XIV en el año 1752 expedir el decreto de su canonización, con extensión de culto a todo el orbe católico, y concesión de Misa y rezo a toda la Orden Seráfica del Padre San Francisco” (7) 

(7) Apunte tomado de un tratado antíguo publicado en MADRID, 1852

domingo, 25 de noviembre de 2012

LEYENDA MEDIEVAL (Capítulo XII)


EL VIAJE FINAL: ¡HACIA EL PARAÍSO! 

Han pasado varios años 
 e Inés, lejos de su hermana 
oye alarmantes noticias 
de la enfermedad de Clara. 
Inés sufre tanto más 
cuanto no viendo a la hermana 
se imagina los dolores 
y más tristeza la embarga. 
 La dicen que el Santo Padre 
fue al Convento a visitarla 
y quedó muy conmovido 
a la vista de la Santa.. 

Al fin, Dios a Inés la premia: 
Ha querido consolarla,
 llevándola a San Damián 
con su amadísima Clara. 
Son momentos de aflicción,
 pero de consuelo y gracia 
pues llegará bien a tiempo, 
 ya que va a morir su hermana. 
Cuando se extingue la vida 
de la “plantita seráfica” 
Inés recoge a su lado 
 con ansiedad sus palabras: 

- “¡Inés, dulce hermana mía! 
 ¡qué gozo, qué gran consuelo
 poder tenerte a mi lado 
en mis últimos momentos! 
Porque me voy de la tierra, 
no te aflijas, hija amada 
 que el cielo es nuestro destino,
 nuestra verdadera patria”.

 Inés exclamó llorando: 
 -”No te vayas, madre mía…! 
espera un poco de tiempo… 
¡No podré vivir sin ti! 
¡Dios mío…! ¡qué desconsuelo!”

 - “¡No llores, Inés querida! 
¿ves? se acaba mi destierro…
 ¡Morir de amor… es tan dulce!”

 - “¡Pues morir contigo quiero!”
E Inés siguió sollozando,
 y dijo con ese acento:
 - “No me dejes… quedo sola… 
hundida en mar de aflicción… 
¡el corazón desgarrado…! 
¡Llévame, Clara, al Señor!” 

-”Sí; pronto me seguirás… 
¡Ten la lámpara encendida, 
pues el Esposo se acerca, 
y en breve será tu dicha!” 

 -”¡Qué feliz me haces hermana 
con tan dulce profecía! 
pues morir quiero de amor 
como tú, hermana querida.”

 - “¡Oh! ¡Cuán dulce es el morir! 
¡Veo a la Virgen María… 
y los ángeles que entonan 
suavísimas melodías…!” 

Y Clara seguía diciendo 
hablando consigo misma: 
- “Parte segura, alma mía: 
que el Dios que te redimió, 
va a recibirte en sus brazos
 para ser tu eterno amor!... 
Muero… ya veo otra luz… 
¡Pronto! ¡Ven…! ¡Señor Jesús! 

Después de haber presenciado 
 Inés y demás hermanas, 
una muerte tan preciosa, 
han quedado emocionadas. 
Entre lágrimas y cantos 
y visiones celestiales 
 se había dormido Clara 
en los brazos de Dios Padre. 
Ahora Inés quedó viviendo
 más que en vida natural 
con esperanzas y anhelos 
de la Patria celestial. 
Se pasó muy pronto el tiempo 
e Inés enfermó de muerte: 
 ella esperaba reunirse 
en breve a su Hermana ausente. 
El otoño con sus vientos 
 y sus hojas amarillas, 
 con su emigración de pájaros 
y ausencia de florecillas, 
invitaba a recogerse 
en silenciosa oración: 
En San Damián, las Hermanas 
lo hacían con emoción, 
pues Inés seguía grave 
en el lecho del dolor. 
Y en efecto, a los tres meses 
de haber muerto Santa Clara 
con muerte igual de envidiable 
 la seguiría su hermana. 
Y se acerca ya la muerte; 
son momentos inefables 
 en que se palpa el misterio: 
¡Dios presente! ¡inexplicable! 
Y así, en los brazos de Cristo, 
 el Esposo tan amado, 
 entra Inés en su reposo 
en aquel gozo añorado. 
Sí; ella entraba gozosa 
en el cielo entre los santos, 
con la Virgen y con Clara, 
y con un canto en los labios. 
¡Qué dulce morir de amor!
 ¡qué feliz, morir cantando! 
abrasada en ese amor, 
¡en el amor del Amado! 
Al entrar al Paraíso 
esta humilde y nueva santa 
tuvieron que resonar 
 armonías sobrehumanas:
¡El cántico de las vírgenes 
que seguían al Cordero; 
de sin igual hermosura 
siempre antiguo y siempre nuevo! 

En la paz de aquella tarde 
una gran melancolía, 
se posó sobre el ambiente: 
 las Hermanas se arrodillan 
y lloran por esta pérdida 
de la Hermana tan querida. 
Una luz esplendorosa 
extingue el anochecer. 
Una nueva Estrella al cielo 
le acababa de nacer. (6) 

Fue Inés al igual que Clara 
ferviente contemplativa,
primicia en la Orden de Hermanas 
y la siguiente “plantita”, 
que extendió con celo ardiente 
 su evangélico carisma.

Invoquémosla con fe 
pues está canonizada: 
Es ya SANTA INÉS de ASÍS 
hermana de SANTA CLARA. 
Celebremos su heroísmo 
con ilusión y alegría: 
19 de Noviembre 
¡es su fiesta! ¡es su día! 

(6) Autorizó su culto el Papa Benedicto XIV en 1752

SOLEMNIDAD DE CRISTO REY


SAN JUAN 18, 33b– 37

 En aquel tiempo, preguntó Pilatos a Jesús: 
- ¿Eres tú el rey de los judíos? 
 Jesús le contestó: 
- ¿Dices eso por tu cuenta o te lo han dicho otros de mí? 
Pilatos replicó: 
- ¿Acaso yo soy judío? Tu gente y los sumos sacerdotes te han entregado a mí ¿Qué has hecho? 
Jesús le contestó: 
- Mi reino no es de este mundo. Si me reino fuera de este mundo, mi guardia habría luchado para que no cayera en manos de los judíos. Pero mi reino no es de aquí. 
Pilatos le dijo: 
- Conque, ¿tú eres rey? 
Jesús le contestó: 
- Tú lo dices: Soy Rey. Yo para esto he nacido y por eso he venido al mundo; para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad, escucha mi voz.

JESUCRISTO, REY DEL UNIVERSO
En la eucaristía y en los pobres nos visita… ¡El Rey! 

A un pobre, juzgado por sanedrines teocráticos y magistrados imperiales, condenado por todos, ajusticiado como blasfemo, como esclavo y criminal, y sellado en un sepulcro para enterrar allí con su cuerpo también su memoria, a ese pobre los cristianos lo celebramos en la liturgia de cada día, que es lo mismo que decir, lo recordamos con agradecimiento y con fiesta, y lo declaramos, no sólo nuestro Rey, sino El Rey del universo, ¡El Rey! 
Interrogado por el procurador romano: ¿Eres tú el rey de los judíos?, Jesús de Nazaret, un hombre despojado de todo poder, un acusado a quien todos podían escupir y despreciar, humillar y atormentar, responde: Soy Rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad, escucha mi voz. 
Ese hombre, Jesús, con su púrpura de burla, su corona de espinas, su trono de crucificado, ése es el Rey ante quien nosotros nos inclinamos, henchidos de luz los ojos, henchido de gozo el corazón; ése es el Rey a quien hoy aclamamos diciendo: El Señor reina, vestido de majestad. 
 En ese hombre, en ese pobre, en su abandono, en su debilidad, reconocemos el amor que da consistencia al universo, la fuerza que lo mueve; en ese retoño sin aspecto que pudiéramos apreciar, en ese desecho de hombre, reconocemos al Hijo más amado, en quien el Padre quiso fundar todas las cosas: Así está firme el orbe y no vacila. 
En ese crucificado reconocemos a Aquel que nos amó y nos liberó de nuestros pecados y nos ha convertido en un reino, y nos ha hecho sacerdotes de Dios. De ese hombre nos fiamos. A ese Rey le abrimos de par en par las puertas de nuestra vida 
Sea que lo recibamos resucitado y humilde en la divina eucaristía, sea que lo recibamos herido y necesitado en el cuerpo de sus pobres, es siempre el Rey quien entra en nuestra vida, es el Señor quien se sienta como rey eterno, es el Señor quien bendice a su pueblo con la paz. 
Pero éstas son sólo cosas de la fe, misterios que la fe revela, alegría que ella pone en el corazón, luz que ella enciende en la mirada. El milagro de la fe nos permite ver al Rey, recibirlo y abrazarlo en la Eucaristía y en los pobres. 

 Feliz día de Cristo Rey.

Siempre en el corazón Cristo. 
+ Fr. Santiago Agrelo 
Arzobispo de Tánger

sábado, 24 de noviembre de 2012

LEYENDA MEDIEVAL (Capítulo XI)


PROGRESO EN LA VIRTUD 

Corría el tiempo y se pasaba, 
 en la vida conventual, 
que fundara Hermana Inés 
como un nuevo San Damián. 
Ella con fervor creciente 
sigue animando a las almas 
 para que crezca su amor 
y sea como ardiente llama. 
Mas, otra cosa importante 
del carisma franciscano, 
es la altísima pobreza, 
y ella solía explicarlo. 

¿Qué decir de la pobreza?... 
 - Pues que Clara y San Francisco
 la adoptaron como vida 
 porque la vieron en Cristo. 
Y así podía decir 
San Francisco a sus hermanos 
que sólo conocía “a Cristo, 
desnudo y crucificado”. 
De ahí, nuestra Hermana Clara 
ama tanto la pobreza, 
pues la ha visto reflejada 
 en Jesús, su vida entera: 
“Las aves tienen sus nidos;
 las raposas, madrigueras; 
 mas, Nuestro Señor no tuvo 
dónde apoyar la cabeza” 
Así, hermanas amadas, 
 esta pobreza total, 
se extiende a todas las cosas 
y aún al mismo desear. 
“No queráis, pues, tener nada; 
nada os deleite ni agrade; 
nada bajo el sol os llene, 
si no sólo Dios, Bien grande; 
¡Bien excelso en infinito, 
 Bien cumplido y todo amable!”(4) 
“¡Solas con Dios! ¡oh Riqueza!
 ¡Él es Tesoro inefable! 
¡Solas!, sin nada que aliente, 
¡Solas, sin dulce amistad… 
como Cristo en la Cruz solo, 
y muriendo en soledad!”... (5) 
Así oraba San Francisco, 
 diciendo en pocas palabras: 
 “Dios mío y todas mis cosas, 
¡oh Riqueza soberana!” 
Y que Clara repetía, 
con ternura al pronunciarlas.
 Inés, al tener ahora 
que recordar estas cosas,
 las ha vuelto a revivir 
con intensidad más honda. 
Y su alma tan hermosa 
se ha llenado de nostalgias, 
de recuerdos imborrables, 
de ternura y de lágrimas… 
Pero así iba modelando 
y enseñando a las Hermanas
 la belleza del carisma 
de la vida franciscana. 

Que en esencia es solamente 
vivir el Santo Evangelio, 
que Cristo Jesús nos diera, 
¡con su luz, y sus consejos! 

Ahora ya nada la arredra,
 pues ha hecho de su vida 
un holocausto de amor, 
 y está firme y persuadida; 
de que este amor es un fuego 
que nadie podrá apagar, 
ni los ríos caudalosos, 
ni las tormentas del mar… 
Su amor no tiene fronteras 
ni su celo por las almas;
 intercede por el mundo 
porque ese fuego la abrasa. 
Y no es ya sólo en Florencia; 
que hubo de fundar más casas. 
Una tradición existe 
de que hay bastantes conventos 
que hoy se tienen por fundados 
por Santa Inés, en su tiempo. 
Así ella ha modelado 
y enseñado a sus Hermanas 
 toda la vida espiritual 
porque de verdad las ama. 
 Y a la Virgen Madre nuestra 
ella nombra sin cesar; 
la Señora de los Ángeles 
la ayudó en todo lugar. 
Es con Cristo –las decía– 
advocación franciscana, 
que vio nacer nuestra Orden: 
¡Es nuestro amor y esperanza! 
Y cumpliendo su deber c
on total abnegación, 
llegó a ser una abadesa 
modelo de perfección. 

(4) Pensamientos de los Escritos de San Francisco.
(5) El grito de Jesús en la Cruz más impresionante: "Dios mío, Dios mío ..."

viernes, 23 de noviembre de 2012

LEYENDA MEDIEVAL (Capítulo X)


SEMEJANTE A SAN DAMIÁN 

Con estos hondos anhelos 
de servicio a las Hermanas, 
comienza Inés la tarea 
de organizar la jornada. 
La oración será en principio 
 lo que más han de cuidar; 
pues siendo contemplativas 
es siempre lo principal. 
 Otra cosa muy importante 
 son las instrucciones santas; 
 el estudio, la doctrina 
son siempre muy necesarias. 
Trabajarán en común 
en santa fraternidad, 
y mientras trabajan, oran 
como se hace en San Damián. 
 Igualmente han de tener 
 tiempo de santa expansión 
donde concordes, unidas, 
se alegren en el amor. 
Así, Inés, sigue el trabajo 
 animando a las Hermanas: 
 las instruye, las enseña 
con sus consejos y pláticas. 
Con empeño, con desvelo, 
a todas ama y alienta, 
ante las dificultades 
que más o menos se encuentran, 
en la vida de oración… 
en la altísima pobreza... 

De la oración, por ejemplo, 
les diría con confianza 
que la vida de oración 
es respiración del alma: 
¡Por eso es tan importante! 
y siempre hay que practicarla. 

¿Qué es, pues, la oración entonces?

- La oración es nuestro encuentro 
con nuestro Dios y Señor; 
con nuestro divino Amado, 
que nos llamó a su mansión. 
Aquí hemos de ofrendarle 
nuestra vida por entero; 
contemplar siempre su Rostro 
Rostro de Cristo ¡tan bello! 
Y esto nos repite Clara: 
¡Que Cristo, y Crucificado 
es la imagen del amor 
más sublime y consumado. 
Y si lo consideramos 
en la Santa Eucaristía, 
el amor que nos demuestra 
nos embarga de alegría, 
 por su presencia constante 
y amorosa cercanía. 
De la Santa Eucaristía 
es, según piensa la Iglesia, 
de la que hemos de vivir: 
Ella es nuestra vida entera. 
Nuestro Padre San Francisco 
ha escrito de este misterio 
enseñanzas admirables 
que con frecuencia leemos. 
Él nos dice que tengamos 
a Jesucristo por Centro 
 y que hemos de recordar 
¡que en el altar está entero! 
 Con su Cuerpo y con su Sangre 
Él está en la Eucaristía: 
¿cómo se podría soñar 
 tenerlo en tan cercanía? 
¡Es un prodigio sublime, 
sin término y sin medida! 
Así nuestra Madre Clara, 
de siempre se ha preocupado, 
de que su culto sea digno 
esté todo limpio y santo. 
Y así poder adorarlo 
sin cansancio, noche y día: 
 ¡está ahí el Esposo Amado! 
¡El que es toda nuestra vida! 
De ellos, de Clara y Francisco 
 tenemos alta enseñanza: 
esto exige nuestra vida 
contemplativa, abnegada.