domingo, 7 de abril de 2019

¡FELIZ DOMINGO! 5º DE CUARESMA

SAN JUAN 8, 1-11
                                        

    "En aquel tiempo, Jesús se retiró al monte de los Olivos. Al amanecer se presentó de nuevo en el templo y todo el pueblo acudía a él, y, sentándose, les enseñaba.
    Los letrados y los fariseos le traen una mujer sorprendida en adulterio, y, colocándola en medio, le dijeron: Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. La ley de Moisés nos manda apedrear a las adúlteras: ¿tú qué dices?
    Le preguntaban esto para ponerlo a prueba. Pero Jesús, inclinándose, escribía con el dedo en el suelo. Como insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo: El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra. E inclinándose otra vez, siguió escribiendo. Ellos, al oírlo, se fueron escabullendo uno a uno, empezando por los más viejos, hasta el último.
    Y quedó solo Jesús, y la mujer en medio, de pie. Jesús se incorporó y le preguntó: Mujer, ¿dónde están tus acusadores?, ¿ninguno te ha condenado?
    Ella contestó: Ninguno, Señor.
    Jesús dijo: Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más."
                                                ***             ***             ***
     La escena parece encajar mejor en el tono del evangelio de Lucas. Algunos cuestionan la autenticidad joánica del relato. El enfrentamiento de Jesús con los letrados y fariseos se evidenció de diversas formas. Llamándole “Maestro” quieren contraponer su magisterio con el de Moisés. Pero Jesús no entra a discutir sobre un precepto de la ley. Se remite al argumento personal: les confronta con sus propias vidas, para que actúen no desde la ley sino desde sus vidas. ¿Qué escribía Jesús? Algunos pretenden iluminar el gesto desde un texto de Jeremías (Jer 17,13). El núcleo del relato está en la respuesta de Jesús. Con ella abre a la mujer a un futuro de esperanza, pues “si llevas cuanta de los delitos, Señor, ¿quién podrá subsistir?” (Sal 130,3).
REFLEXIÓN PASTORAL
         Ahora no se trata de una parábola sino de un hecho. Jesús es puesto en la disyuntiva: o condena (y  su enseñanza sobre la misericordia queda en entredicho) o absuelve (y se coloca en contra de la legislación vigente). No era aquella una situación cómoda. Pero lo más incómodo y enrarecido era el ambiente. Jesús percibe que allí faltaba sinceridad y, sobre todo, no había compasión. Aquella mujer ya había sido juzgada y condenada de antemano.
         Por eso se hizo el desentendido; no quería entrar en aquel juego sucio. Y se puso a escribir en el suelo. ¿Qué escribiría Jesús?  Muchos se lo han preguntado; pero me parece que esa es una pregunta casi frívola y superficial. Una vez  más la curiosidad puede apartarnos de lo esencial.
         Y ante la impaciencia de los acusadores, se limita a decir: El que esté sin pecado... Y en el fondo aquellos hombres fueron sinceros; entendieron la indirecta; quizá recordaban lo que ya había dicho Jesús en otra ocasión sobre el adulterio del corazón (Mt 5,28)... Y se retiraron sin lanzar una sola piedra.
         Jesús no es un ingenuo: sabe quién es aquella mujer, que en su vida había pecado; que aquella mujer fue durante un tiempo -¿mucho?- moneda de uso y de cambio para satisfacer infidelidades y pasiones… Pero sabe también que aquella mujer no era solo una prostituta sino una mujer prostituida por otros; sabe que no todo es pecado en su vida ni que todo el pecado era suyo. Allí había gérmenes buenos en espera de ser despertados y reconocidos. Lo que hace Jesús es mirar a la parte buena de aquel corazón y mirarlo con un corazón limpio.
         Ya solos, dialoga con la mujer. No la recrimina, no la ruboriza con preguntas. No silencia su pecado pero tampoco lo absolutiza. Prefiere alentar a regañar. Y aquella mujer se sintió acogida. No fue juzgada ni prejuzgada. Era consciente de su pecado: eso bastaba. No había que abrumarla con preguntas mortificantes. Necesitaba más comprensión que reprensión... No vuelvas a pecar. Jesús lanza la vida hacia delante, al camino nuevo. No te condeno porque Dios la ama en su debilidad y por su debilidad. Porque en la medida en que está arrepentida ya fue condenado lo que debía ser condenado: el pecado. Ahora mira adelante... Así es Dios; éste es su estilo. Es  el primer mensaje de este evangelio.
     Pero el comportamiento de Jesús es también un ejemplo de actuación. ¡Somos tan inclinados a sorprender, a denunciar! ¡Cuántas personas se han hundido...! El que esté sin pecado... es una invitación a purificar la mirada, pues para los limpios todo es limpio; para los contaminados nada es limpio, pues su mente y su conciencia están contaminados (Tit 1,15); una invitación  a ser no sólo críticos sino autocríticos. Pero no es una invitación a desentenderse, a pasar por alto o a justificar lo que no está bien. ¡No!    Hoy hay mucha indiferencia disfrazada de tolerancia porque falta mucho amor  al prójimo y a la verdad. El amor nunca es indiferente. Por eso no lo fue Jesús ante el pecado, porque amaba profundamente al pecador. Por eso no condena a la mujer adúltera, pero tampoco legitima su adulterio.
         Desde el ejemplo que Jesús nos ofrece en el evangelio de hoy aprendamos a apropiarnos sus actitudes ante la vida; con la pasión de Pablo para quien todo era nada con tal de ganar a Cristo y existir en él. Esto no es fácil ni cómodo, pero sólo así se es cristiano de verdad.
         El mensaje de este domingo quinto de Cuaresma, en el umbral de la Semana Santa, nos dice que un futuro mejor es posible, y que ese futuro nos lo trae Jesús con su muerte y resurrección. Hay que abrirse a ese futuro.
REFLEXIÓN PERSONAL
.- ¿Con qué espíritu abordo la competición de la fe?
.- ¿Advierto la primavera de Dios en la vida?
.- ¿Doy oportunidades o solo exijo responsabilidades?
DOMINGO J. MONTERO CARRIÓN, OFMCap.

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