San Lucas 12, 49-53.
“En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: “He venido a prender fuego en el mundo: ¡y ojalá estuviera ya ardiendo! Tengo que pasar por un bautismo, ¡y qué angustia hasta que se cumpla! ¿Pensáis que he venido a traer paz al mundo? No, sino división. En adelante, una familia de cinco está dividida: tres contra dos y dos contra tres; estarán divididos: el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra”.
El pobre y la verdad de lo que somos:
La del salmo no es letra para poderosos; la esperanza del salmista no cabe en el orgullo de los satisfechos; tu salmo, Iglesia cuerpo de Cristo, jamás lo harán suyo quienes se comportan como dueños de la vida de los pobres: “Yo esperaba con ansia al Señor”.
“Yo esperaba con ansia al Señor”: lo dice hoy el profeta Jeremías; lo dice el profeta Jesús de Nazaret; lo dice con Jesús la Iglesia de los humildes, de los pequeños, de los pobres, de los excluidos, la Iglesia de los abandonados al borde del camino, la asamblea innumerable de los descartes de la humanidad…
“Yo esperaba con ansia al Señor; él se inclinó y escuchó mi voz”: Jeremías, Jesús de Nazaret, los pobres, vidas arrebatadas, vidas crucificadas, vidas robadas, violentadas, vejadas, vidas silenciadas por el poder económico, por el poder político, por el poder en cualquiera de sus formas… vidas preciosas todas ellas para Dios, guardadas en el corazón de Dios, rescatadas por Dios, pues “él se inclina siempre y escucha la voz” de los crucificados.
“Señor, date prisa en socorrerme”: Es salmo para la fe de Jesús de Nazaret, y con Jesús lo recitan los profetas, los pobres, todas las víctimas del poder: “El Señor me levantó de la fosa fatal, de la charca fangosa… el Señor cuida de mí… Él es mi auxilio… él es mi liberación”.
Puede que, en la poquedad de mi fe, ni siquiera sepa que hay un Señor; puede que no sepa nombrarlo y no tenga palabras para decirle de mí, puede que nada sepa de él; aún así, “yo esperaba con ansia al Señor”, lo esperaba, porque lo necesitaba, porque moría de hambre, porque moría de sed, porque me cercaban terrores de muerte. Lo esperaba mi hambre, mi sed, mi angustia, mi terror…
Hoy, si aún me confieso cristiano, si aún me atrevo a la eucaristía, he de escoger con quién voy a comulgar –con quién voy a estar en comunión-; si con los oprimidos o con el opresor; si con las víctimas del poder o con el poder que las fabrica; si con los crucificados o con quienes los crucifican.
Quien comulga con Cristo Jesús, escoge hacer camino con él, escoge vida con él, escoge destino con él, lo escoge todo con él.
Quien comulga con Cristo Jesús, se hace, como él, evangelio para los pobres, evangelio para los que esperan justicia, para los necesitados de pan y de misericordia.
Quien comulga con Cristo Jesús, escoge ser odiado por haber amado, ser perseguido por haber acogido, ser crucificado por haber abrazado…
Quien comulga con Cristo Jesús, escoge ser de Cristo Jesús, escoge ser como Cristo Jesús, escoge ser Cristo Jesús…
Me lo digo a mí mismo: no blasfemes comulgando en la asamblea eucarística, y oprimiendo pobres en la política; no blasfemes comulgando en la asamblea eucarística, e ignorando el dolor de Cristo crucificado en la calle; no blasfemes comulgando en la asamblea eucarística, y cerrando a Cristo pobre la puerta de tu corazón.
En el día de la verdad, será el pobre quien diga si estoy en comunión con Cristo, si soy de Cristo, si soy cristiano. En aquel día, será el pobre quien deje a la vista de todos la verdad de lo que soy.
Siempre en el corazón Cristo.
+ Fr. Santiago Agrelo
Arzobispo emérito de Tánger
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