domingo, 16 de noviembre de 2014

DOMINGO XXXIII DEL TIEMPO ORDINARIO



Ahora es un buen momento para preguntarnos si estamos   sacando todo el rendimiento a los talentos que nos ha        regalado el Señor



SALMO 127 
 R.- DICHOSO EL QUE TEME AL SEÑOR.

¡Dichoso el que teme al Señor
y sigue sus caminos!
Comerás del fruto de tu trabajo,
serás dichoso, te irá bien. R.-

Tu mujer, como parra fecunda,
en medio de tu casa; tus hijos,
como renuevos de olivo,
alrededor de tu mesa. R.-

Ésta es la bendición del hombre
que teme al Señor.
Que el Señor te bendiga desde Sión,
que veas la prosperidad de Jerusalén
todos los días de tu vida. R.-

SAN MATEO 25, 14-15.19-21
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola:
--Un hombre, al irse de viaje, llamó a sus empleados y los dejó encargados de sus bienes: a uno le dejó cinco talentos de plata, a otro dos, a otro uno, a cada cual según su capacidad; luego se marchó. El que recibió cinco talentos fue enseguida a negociar con ellos y ganó otros cinco. El que recibió dos hizo lo mismo y ganó otros dos. En cambio el que recibió uno hizo un hoyo en la tierra y escondió el dinero de su señor.
Al cabo de mucho tiempo volvió el señor de aquellos empleados y se puso a ajustar las cuentas con ellos. "Señor, cinco talentos me dejaste; mira, he ganado otros cinco." Su señor le dijo: "Muy bien. Eres un empleado fiel y cumplidor; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; pasa al banquete de tu señor." Se acercó luego el que había recibido dos talentos y dijo: "Señor, dos talentos me dejaste; mira he ganado otros dos." Su Señor le dijo: "Muy bien. Eres un empleado fiel y cumplidor; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; pasa al banquete de tu señor."
Finalmente, se acercó el que había recibido un talento y dijo: "Señor, sabía que eras exigente, que siegas donde no siembras y recoges donde no esparces; tuve miedo y fui a esconder tu talento bajo tierra. Aquí tienes lo tuyo." El señor le respondió: "Eres un empleado negligente y holgazán. ¿Conque sabías que siego donde no siembro y recojo donde no esparzo? Pues debías haber puesto mi dinero en el banco para que al volver yo pudiera recoger lo mío con los intereses. Quitadle el talento y dádselo al quien tiene diez. Porque al que tiene se le dará y le sobrará; pero al que no tiene, se le quitará hasta lo que tiene. Y a ese empleado inútil echadlo fuera, a las tinieblas; allí será el llanto y el rechinar de dientes”.



CUESTIÓN DE CONFIANZA:

“¡Dichoso el que teme al Señor y sigue sus caminos!” Ésa es la bienaventuranza que, orando, has pronunciado delante del Señor. Y le hacen eco las palabras de esta otra: “Dichoso el que, guardando sus preceptos, lo busca de todo corazón”.  Tu corazón, que es como decir todo tu ser, da testimonio de que no es el miedo sino la fe, la esperanza y el amor quienes te han llevado a buscar al Señor, a guardar sus preceptos, a vivir en su santo temor. ¡Temes santamente porque confías plenamente! Y esa confianza plena es la puerta por donde se te entra la bienaventuranza.
A su vez, la parábola de los talentos, que has oído proclamada en el evangelio de este día, muestra hasta dónde llega la confianza que un señor deposita en sus siervos, confianza bien cercana a la amistad, pues, “al irse aquel hombre de viaje, los dejó al cargo de sus bienes”. Y ésta es la bienaventuranza que has intuido pronunciada sobre los siervos que, en lo poco, han correspondido a la confianza que en ellos había sido depositada: “¡Entra en el gozo de tu señor”.
Tú sabes que la parábola habla de Dios y de ti: de su manifiesta confianza en ti y de tu esperada fidelidad a él, de su generosidad y de tu responsabilidad; habla de la verdad más honda de vuestra relación, pues aun estando él lejos y tú muy ocupado en negociar con sus talentos, él es, por su confianza y por tu fidelidad, una presencia misteriosa y real en todos los momentos de tu vida.
Lo has oído también: “Al cabo de mucho tiempo, viene el señor de aquellos siervos, y se pone a ajustar las cuentas ellos”. La eucaristía de hoy anticipa en la realidad del sacramento nuestro encuentro de mañana con el Señor que viene.
Para ti, Iglesia de Cristo, que temes al Señor, que confías en él, que lo amas, que escuchas su palabra, que lo buscas con todo el corazón, que cuidas de él en sus pobres, para ti son las palabras de la bienaventuranza evangélica. Resonarán con fuerza en tu corazón cuando te acerques a comulgar: “¡Bien, siervo bueno y fiel!; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; entra en el gozo de tu señor”. Entra, y quédate allí para siempre.
Feliz domingo. Entra con tu Señor en su descanso.

Siempre en el corazón Cristo.

+ Fr. Santiago Agrelo
Arzobispo de Tánger

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