sábado, 27 de febrero de 2010

2º Domingo de Cuaresma: LA TRANSFIGURACIÓN (Lucas 9, 28b-36)


"Jesús se llevó a Pedro, a Juan y a Santiago a lo alto de una montaña para orar. Y mientras oraba, el aspecto de su rostro cambió, sus vestidos brillaban de blancos. De repente dos hombres conversaban con él: eran Moisés y Elías, que aparecieron con gloria, hablaban de su muerte, que iba a consumar en Jerusalén. Pedro y sus compañeros se caían de sueño; y espabilándose vieron su gloria y a los dos hombres que estaban con él. Mientras éstos se alejaban, dijo Pedro a Jesús: "Maestro, qué hermoso es estar aquí. Haremos tres chozas: una para ti , otra para Moisés y otra para Elías". No sabía lo que decía. Todavía estaba hablando cuando llegó una nube que los cubrió. Se asustaron al entrar en la nube. Una voz desde la nube decía: "Este es mi Hijo, el escogido, escuchadle". Cuando sonó la voz, se encontró Jesús solo. Ellos guardaron silencio y, por el momento, no contaron a nadie nada de lo que habían visto".

1.- LEE / ESCUCHA: ¿QUÉ DICE EL TEXTO?
Relata la transfiguración de Jesús. Jesús se deja ver tal cual es. Lleva a tres discípulos, los mismos que le acompañarán en Getsemaní, y que presencian también el milagro de la resurrección de la hija de Jairo.
Los discípulos se caen de sueño, como en el huerto de los Olivos.
Suben a la montaña para orar, y es durante la oración, cuando se produce la teofanía, como ocurre en el Bautismo de Jesús en el Jordán.
Es también signo de la transfiguración que Cristo opera en cada cristiano.

2.- MEDITA / ASIMILA: ¿QUÉ TE DICE HOY LA PALABRA?
El Señor me invita a subir a la montaña y a escuchar a su Hijo, lo que puede significar soledad, silencio y oración.
"¡Ven! Sube conmigo al monte para orar. Quiero mostrarte mi rostro"

3.- ORA /CONTEMPLA: ¿QUÉ LE DICES AL SEÑOR CON LA PALABRA?
¡Oh Jesús! qué delicadeza por tu parte mostrarte a tus amigos más cercanos tal cual eres, para prepararles a tu Pasión y muerte, y que no dudaran de quien eres. Y ¡qué debilidad la nuestra! que llegado el momento, huímos y escapamos por miedo a perder la vida (la fama, la reputación...)
¡Jesús, déjame verte transfigurado! para poder seguir caminando cuando llegue la noche.

4.- PON EN PRÁCTICA / ANUNCIA: ¿QUÉ HACER CON LA PALABRA?
Cuidar los tiempos de oración, soledad y silencio para poder escuchar mejor a Cristo.
Intentar vivir con más intensidad la presencia de Jesús en mi vida cotidiana, para que quien me mire, le vea.

viernes, 26 de febrero de 2010

SEÑOR, TÚ ERES MI FORTALEZA


Nací en un pueblo de la provincia de Valladolid, de una familia muy cristiana (gracias a Dios); me educaron muy cristianamente; procuraba seguir sus enseñanzas, pero al ser un poco jovencita me aparté un poco entregándome al mundo (aunque eso sí, practicaba lo que había aprendido). Lo bueno nunca se olvida.
Un día caí con un grupo de jóvenes muy buenas que charlaban de vida espiritual, yo las escuché con mucha atención y al despedirme me quedé muy pensativa de lo que habían dicho. Entonces se me ocurrió ir a una iglesia y ante el Señor seguí meditando en ello. Había un confesor y me confesé. Mi alma quedó llena de paz, y al acabar me dijo el padre: “vuelves tal día”. Y así fue, me acerqué por segunda vez y me gustó tanto que yo iba sin que él me mandara (aunque sí me lo decía).
Al salir de la iglesia me enteré que había unos Ejercicios Espirituales (yo estaba en León hacía una temporada) en San Marcos para jóvenes. Me decidí (¡bendita la hora!); los hice con tanta ilusión que todo lo del mundo desapareció en mí.
Yo seguía con el confesor de tal forma, que yo era otra, pues el padre me encauzó con mucho acierto en la piedad o vida espiritual. Yo me encontraba totalmente cambiada y si veía alguna religiosa decía: “Y yo ¿por qué no?”. Tanto lo pensé que le manifesté al padre que parecía yo quería ser monja. Él lo aprobó, yo me puse muy contenta, pero claro, convenía pasara algún tiempo. No me importó.
En ese tiempo caí enferma, bastante mal. “Si me pongo buena Jesús, yo seré para ti”. Pasó el tiempo y gracias a Dios superé la enfermedad. Entonces dije a mis padres: “Quiero ser monja, aquí en León, en las Descalzas” donde ya tenía una hermana. No se opusieron, nada más dijo mi padre que había que esperar un poco más. Todo me parecía bien, yo lo que quería era entrar en las Descalzas y Dios me fue fortaleciendo hasta que al fin gracias a Dios, se me logró.
Llevo muchos años, soy muy feliz; siempre lo he sido porque encontré en el Convento lo que quería: unas hermanas buenísimas, llenas de caridad, alegría, dulzura, educación, un amor tan grande que no dejo de dar gracias a Dios por haber dejado todo lo del mundo. Porque sólo aquí he encontrado a Dios, mi único deseo e ilusión de ser toda de Él, para por Él entregarme a la oración y en ella pedir para que el mundo sea mejor, y haciendo todos los días una súplica por haber conocido este Convento aquí en León, donde soy tan feliz y pido por él.


Sor Mª Consolación de los Sagrados Corazones

jueves, 25 de febrero de 2010

Una Aventura Sorprendente (XXVIII)


NUEVAS CONFIDENCIAS
Aquella tarde primaveral de fiesta, se había presentado espléndida. María y José con su Hijo Jesús salieron de la sinagoga muy animados a pasar, en familia, una hermosa tarde de campo.
Pasando por viñedos y trigales, se dirigieron hacia el Bosquecillo de los Corzos, donde había una preciosa fuente cristalina, de agua fresca y finísima que corría cantando rumorosamente por un reguero entre peñas hacia el Gran Río. Era un paraje encantador, muy frecuentado por ellos, pues todo les hablaba de la belleza de Dios en sus criaturas. El bosque lleno de verdor, de árboles y de matorrales, de plantas y de flores, era una delicia. Hasta ellos llegaba el perfume de los lirios, de las humildes violetas y de los rosales en flor, blancos y rojos, y de miles de florecitas del campo. En el ribazo de la pradera, cerca de la fuente se sentaron.
A Jesús le encantaba contemplar la naturaleza. Como que penetraban sus ojos en la creación (en ella tenía Él parte: "todo se hizo por Él y para Él"), desde la luz del sol que se iba hacia el ocaso, hasta las briznas de hierba, los trigales, las flores, la fuente que corría por el Bosquecillo... todo le llamaba la atención. En estos años de silencio en Nazaret se formaba y preparaba para su vida futura de predicador incansable...
Estando en el campo, como en esta ocasión, le servía de meditación el mismo paisaje. Siempre les acompañaba el libro de las Escrituras Santas.
José abrió el Libro y lo entregó a Jesús. Era Él, a quien siempre encargaban presidir el rezo.
Jesús dijo: Proclamaremos un himno a nuestro Padre Dios, que nos regala estas maravillas de la tierra.

"Bendito eres Señor, Dios nuestro, por los siglos de los siglos.
Tuyos son, Señor, la grandeza y el poder,
la gloria, el esplendor, la majestad,
porque tuyo es cuanto hay en cielo y tierra;
tú eres rey y soberano de todo;
en tu mano está el poder y la fuerza,
tú engrandeces y confortas a todos.
Que te sirva la creación,
porque Tú lo mandaste y existió;
enviaste tu aliento y la construiste: nada resistir a tu voz.
Por eso Dios nuestro, nosotros te damos gracias,
alabando tu nombre glorioso"

Jesús comentó:
- El sentimiento de la gratitud, tenemos que tenerle siempre muy vivo para con nuestro Padre Dios.
- Cierto, -dijo María-; al fin todo se lo debemos a Él.
José intervino diciendo:
- Háblanos, hijo, de nuestro Padre Dios. Ya sabes que tu madre y yo, no nos cansamos nunca de escucharte. ¿Cómo se puede definir a Dios?
- Claro que no se puede definir a Dios, -dijo Jesús-, porque no se puede abarcar su grandeza con palabras. Sin embargo tenemos que llegar a conocerle de algún modo por las palabras.
Hablar del Señor Dios nuestro Padre es algo sublime. Cierto que nadie puede conocer a Dios de un modo perfecto; sólo el Hijo. Pero el Hijo mismo como sabéis no lo os puede revelar tal cual es; eso es imposible. Sin embargo, de modo imperfecto es el conocimiento que se puede alcanzar de Dios en este mundo. Y es como yo os hablaré de Él, ponderando sus atributos positivos y negativos.
Pero ahora debemos regresar ya de nuestro paseo que ha sido delicioso.
Mañana, quizá podremos hablar con calma de nuestro Padre Celestial.

miércoles, 24 de febrero de 2010

Una Aventura Sorprendente (XXVII)


IDENTIDAD DEL HIJO DE DIOS
En el hogar de Nazaret transcurre el tiempo muy feliz, ya que María y José tienen la suerte única en el mundo, de convivir con el Hijo de Dios humanado. Y Él, por supuesto, era con sus padres cariñoso y comprensivo en la vida ordinaria.
Pero el Niño había crecido y era ahora un joven, por cierto, de unas cualidades humano-divinas extraordinarias: Un cuerpo perfectísimo formado por el Espíritu Santo (en el seno de una madre Virgen), de una belleza y una estatura prócer "el más bello entre los hijos de los hombres", dicen los Libros Sagrados, de un supremo atractivo.
Dotado  de una inteligencia clarísima, que sin ser enseñado en muchas cosas, las conocía con una ciencia completa. Su memoria prodigiosa retenía todo, sin trabajo y sin olvido. Una voluntad libre e independiente, pero sumisa al Padre Celestial e identificada con Él, con un corazón abrasado por el fuego del amor a Dios y a los hombres. El Espíritu Santo estaba sobre Él.
El joven Jesús tenía, pues, una personalidad que, sin saber quien era, se notaba ciertamente un "algo indefinible", único, eminente y distinguido en todo su porte.
En sus conversaciones con sus padres María y José en el hogar, surgían preguntas, que Jesús con bondad infinita trataba de aclarar. Y era con ellos con los que únicamente podía comunicarse tal cual era.
- Dinos, hijo amadísimo, -decía María-. Siempre me llama la atención el salmo que dice: "Tú eres mi Hijo, yo te engendrado hoy. Pidémelo, te daré en herencia las naciones; en posesión los confines de la tierra". ¿Cómo se va a realizar esa promesa de nuestro Dios?
- Bueno, Madre, en parte ya se ha realizado. Recuerda lo que te dijo el ángel antes de mi nacimiento.
- ¡Ah sí! ¡Qué anuncio me hizo tan grande, cargado de misterio! Lo recuerdo perfectamente, hijo mío. Y algo parecido se le dijo a José.
- Sí, -intervinó José- ¡aquello es inolvidable!
- Dime, padre, -dijo Jesús, sonriendo- ¿Qué te dijo a ti el ángel cuando me contabas que tuviste un sueño?
- Te diré, hijo mío. que aquello fue para mí como devolverme la vida. Las palabras fueron así: "José, hijo de David, no temas; que de tu esposa nacerá un hijo, al que tú llamarás Jesús, y él salvará a su pueblo de sus pecados". Y me dijo el ángel otra palabra me dejó sobrecogido de admiración: Es "Emmanuel, que significa: Dios-con-nosotros"; ¡demasiado grande para mí!
Jesús se había emocionado. Pero dijo:
- Es muy pronto  para aclararos todo eso, pero sabed, que ciertamente se ha de cumplir todo lo que está prometido. Lo que dice el salmo se refiere al Reino de Dios, que ha de venir a todo el mundo.
- Pero -dijo María- temo muchas veces que para realizarse te alejarás de nosotros...
- Nada de eso, Madre. El Reino de Dios que yo implantaré en el mundo, es un reino espiritual, un reino de amor y de paz. Este reino espiritual oculto está allí donde el amor de Dios llena los corazones.  Es un reino de misericordia y de perdón. Está ya dentro de vosotros. Sois la primicia de este reino.
- ¡Qué hermoso me parece todo eso, hijo mío! -dijo María-; mas, no puedo comprender bien tus divinas palabras...
Jesús dijo:
- Ahora no lo comprendéis, pero ya lo iréis comprendiendo. Todavía no ha llegado la hora que el Padre me tiene señalada. Entre tanto, tenéis que vivir sin temores, pues Él quiere para nosotros todo bien.

martes, 23 de febrero de 2010

Domingo 1º de Cuaresma: JESÚS ES TENTADO POR EL DIABLO (San Lucas 4, 1-13)


"Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán, y durante cuarenta días, el Espíritu lo fue llevando por el desierto, mientras era tentado por el diablo. Todo aquel tiempo estuvo sin comer, y al final sintió hambre. Entonces el diablo le dijo: "Si eres Hijo de Dios, dile a esta piedra que se convierta en pan". Jesús le contestó: "Está escrito: 'No sólo de pan vive el hombre'". Después, llevándole a lo alto, el diablo le mostró en un instante todos los reinos del mundo, y le dijo: "Te daré el poder y la gloria de todo eso, porque a mí me lo han dado y yo lo doy a quien quiero. Si tú te arrodillas delante de mí, todo será tuyo". Jesús le contestó: "Está escrito: 'Al Señor tu Dios adorarás y a él solo darás culto'". Entonces lo llevó a Jerusalén y lo puso en el alero del templo y le dijo: "Si eres Hijo de Dios, tírate de aquí abajo, porque está escrito: 'Encargará a los ángeles que cuiden de ti' y también: 'Te sostendrán en sus manos, para que tu pie no tropiece con las piedras'". Jesús le contestó: "Está mandado: "No tentarás al Señor tu Dios". Completadas las tentaciones, el demonio se marchó hasta otra ocasión."

1.- LEE / ESCUCHA: ¿QUÉ DICE EL TEXTO?
En el desierto, Jesús es tentado por el diablo, que le ofrece una manera de llevar a cabo su misión distinta de la voluntad de Dios, según las expectativas de la gente de cómo tenía que ser el mesías, mediante el poder, la riqueza y el éxito
Jesús utiliza la Sagrada Escritura para rechazar las tentaciones, pero ¡ojo! también el diablo lo hace para tentarle.
Al final, Jesús vence.

2.- MEDITA / ASIMILA: ¿QUÉ TE DICE HOY LA PALABRA?
En el comienzo de esta Cuaresma (cuarenta días), el Espíritu me invita a acompañar a Jesús en el desierto, para prepararme a la gran fiesta de la Pascua.
Allí voy a ser tentada en las necesidades y debilidades de mi naturaleza humana (el diablo no va a ofrecerme todos los reinos de este mundo), pero Jesús me indica el camino para vencer la tentación: la Palabra de Dios.
Debo tener presente las respuestas de Jesús ante las tentaciones: "No sólo de pan vive el hombre"; "Al Señor tu Dios adorarás y a él solo darás culto"; "No tentarás al Señor"

3.- ORA / CONTEMPLA: ¿QUÉ LE DICES AL SEÑOR CON LA PALABRA?
¡Gracias Jesús! porque quisiste pasar por la prueba de la tentación, para que cuando nosotros pasemos por ella nos acordemos de ti.
Gracias, porque en cada tentación estás a nuestro lado diciéndonos: "Confiad: Yo he vencido al mundo".
Gracias porque nos indicas el camino para vencer la tentación: retener la Palabra de Dios en nuestro corazón , convirtiéndola en norma para nuestra vida.
Enséñanos a apoyarnos en Ti, porque solos no conseguiremos nada: "Todo lo puedo en Aquel que me conforta"; "El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré?"

4.- PON EN PRÁCTICA / ANUNCIA: ¿QUÉ HACER CON LA PALABRA?
En esta Cuaresma alimentarme más de la Palabra de Dios, acogerla en mi corazón para que sea luz en mi camino, y cuando llegue el momento de la tentación, acudir a ella para superarla y vencerla.


martes, 16 de febrero de 2010

Una Aventura Sorprendente (XXVI)

VIDA SILENCIOSA DEL ENVIADO DE DIOS
Pasaron los años. En la vida del Enviado del Señor se habían cumplido las antiguas profecías, según hemos visto en la Historia precedente.
Pero la vida de este Niño sigue estando llena de vicisitudes. La Sagrada Familia, que se había establecido en Belén, tuvo que huir inmediatamente ante la amenaza de muerte que decretó sobre el Niño el cruel y tirano rey Herodes.
De noche, sin perder tiempo, tuvieron que emprender un viaje larguísimo, emigrando a otro país: Egipto. En este país tuvieron que permanecer varios años, hasta que fueron avisados por el cielo, que ya podían volver a su patria, pero no a Belén, de donde habían emigrado, sino a Nazaret, ciudad más tranquila y lejana del centro del país, que como sabemos, era Jerusalén.
Así viviendo en Nazaret, se había perdido la pista del Niño prodigioso, nacido entre cánticos angélicos, y visitado por reyes guiados por una estrella, que fueron testigos eficaces de la Revelación divina de este Niño en todo el mundo, además de lo profetizado por el anciano llamado Simeón.
Ahora el Niño que vivía en Nazaret, era simplemente el "hijo del carpintero y de María", conocidos de todos los vecinos.
De este modo su vida anterior quedó oculta a los ojos de sus conciudadanos, pasando desapercibido su verdadero mesianismo.
Unos treinta años había de pasar en esta vida de familia, la cual fue muy importante. De sus padres, María y José, aprendió Jesús a ser hombre perfecto, pues "crecía en sabiduría delante de Dios y de los hombres".
En el hogar de Nazaret aprendió a leer, a rezar, a trabajar, a obedecer y a practicar todas las virtudes, como hombre, pues, como Dios, toda la vida espiritual la tenía infusa, como toda ciencia ya que el Espíritu Santo estaba sobre él.
Sin embargo, Él se encarnó no sólo para darnos a conocer a Dios, su Padre, y salvar a los hombres con su sacrificio reconciliándonos con Él, sino también para darnos su testimonio de vida, semejante a la de todos los hombres. Y así nos amó tanto, que quiso ser (excepto en el pecado, pues siendo Dios era impecable), quiso ser y llamarse "Hijo del hombre", como cualquier hombre nacido en la tierra.
Solamente María y José estaban en el secreto de este Hijo divino, que era para ellos un continuo misterio...
Cuando llegó la edad de 12 años se presentó en el Templo con sus padres, y sin darse ellos cuenta, se quedó en el Templo. Sus padres, como había costumbre de ir en caravanas distintas, al llegar a la primera estación de descanso en que se encontraron María y José, vieron que el Niño no iba ni con uno ni con otro, y que tampoco iba con los parientes con los otros niños de su edad; y asustados y muy alarmados, con las lágrimas en los ojos lo buscaron con la mayor diligencia.
Tardaron en encontrarle tres días, que fueron para los padres un martirio. Nadie les daba razón de él. Por fin lo encontraron en un salón del Templo donde estaban los sabios y doctores enseñando. Allí estaba el Niño "sentado entre los doctores, oyéndoles y haciéndoles preguntas... Y cuantos le oían quedaban estupecfactos de la inteligencia de las respuestas" de este Niño. A Marïa y José al verle se les abrió el horizonte, quedando a la vez muy sorprendidos; tanto, que su madre no pudo menos de decirle: "Hijo, ¿por qué has obrado así con nosotros? Mira, que tu padre y yo te buscábamos angustiados". "Él les dijo: ¿por qué me buscábais? ¿no sabíaís que es preciso que me ocupe en las cosas de mi Padre? Ellos no entendieron la respuesta".
Sin embargo, volvió con ellos a Nazaret y nota el Libro Sagrado, que "les estaba sujeto y que su madre conservaba todo esto en su corazón" (San Lucas, 2)

sábado, 13 de febrero de 2010

LAS BIENAVENTURANZAS (Lucas 6, 17. 20-26)


Este domingo nos trae un mensaje nuevo e importantísimo sobre la felicidad. Ya el Profeta Jeremías apunta hacia donde está la felicidad verdadera que todos los humanos deseamos conseguir: no está en apartarse de Dios sino en buscar al Señor y poner en Él toda la confianza. Y el Profeta lo dice con imágenes bien expresivas: "cardo en la estepa" el que se aparta de Dios; "árbol plantado junto al agua" el que confía en el Señor.
San Pablo asegura que la felicidad la podemos tener todos los creyentes. La fe en Cristo resucitado es nuestra esperanza y nuestra felicidad.

Evangelio:
"Bajó Jesús del monte con los Doce y se paró en un llano con un grupo grande de discípulos y de pueblo, procedente de toda Judea, de Jerusalén y de la costa de Tiro y de Sidón. Él, levantando los ojos hacia sus discípulos, les dijo: Dichosos los pobres, porque vuestro es el Reino de Dios. Dichosos los que ahora tenéis hambre, porque quedaréis saciados. Dichosos los que ahora lloráis, porque reiréis. Dichosos vosotros cuando os odien los hombres, y os excluyan, y os insulten y proscriban vuestro nombre como infame, por causa del Hijo del hombre. Alegraos ese día y saltad de gozo: porque vuestra recompensa será grande en el cielo. Eso es lo que hacían vuestros padres con los profetas.
Pero, ¡ay de vosotros, los ricos, porque ya tenéis vuestro consuelo! ¡Ay de vosotros, los que estáis saciados, porque tendréis hambre! ¡Ayu de los que ahora reís, porque haréis duelo y lloraréis! ¡Ay si todo el mundo habla bien de vosotros! Eso es lo que hacían vuestros padres con los falsos profetas".


1.- LEE / ESCUCHA: ¿QUÉ DICE EL TEXTO?
Como vemos, recoge el discurso de Jesús llamado de las Bienaventuranzas. Es un discurso programático, de un mensaje novísimo: en San Mateo es más extenso. Aquí se recoge cuatro bienaventuranzas y cuatro lamentos.
Eran los primeros tiempos de su predicación. Jesús acababa de elegir a sus discípulos, y se agolpaban las muchedumbres para escucharle. Porque este predicador excepcional y único encarna la Palabra que expresa. Este sermón es la expresión del pensamiento de Dios, y Cristo es la personificación viviente de este pensamiento: Él es la Palabra encarnada. Él vive y representa el ideal que traza en toda su hermosura.
Así comienza el tema de la felicidad: "Dichosos vosotros los pobres, porque vuestro es el reino de los cielos..."

2.- MEDITA / ASIMILA: ¿QUÉ TE DICE HOY LA PALABRA?
Me dice en primer lugar que el criterio de Jesús es completamente contrario al criterio del mundo. Me dice  que estoy ante un ideal de incomparable belleza, representado en el mismo Cristo-Jesús que es el Hijo de Dios que ha venido hasta nosotros para comunicarnos el secreto de la verdadera felicidad que está en la salvación que nos ofrece; Él es la luz del mundo y la sal de la tierra. Es mi Camino, mi Verdad y mi Vida. Me dice, sobre la dicha, algo asombroso, diametralmente opuesto a lo que me dice el mundo. Esto me llena de admiración y al mismo tiempo de gozo, al ver que la pobreza de los que no poseen bienes terrenos y sienten su dependencia de Dios; que las lágrimas que se derraman por amor a Dios y a los pecadores; y todo sufrimiento  y cualquier amargura en la tierra, no es una desgracia, sino que estoy unida a Cristo por su amor; sino que me conduce a la verdadera felicidad.
He meditado también que si yo consiguiera llevar a cabo este programa que Él me propone hoy, de altísima perfección, sería DICHOSA; sería luz del mundo y sal de la tierra; sería como una ciudad edificada sobre un monte a la cual todos pueden mirar; habría entrado en la ciudadanía del Reino de Dios...

3.- ORA / CONTEMPLA: ¿QUÉ LE DICESA AL SEÑOR CON LA PALABRA?
¡Oh Maestro adorado! Tú sabes el anhelo nostálgico que despierta en mi alma la contemplación de este ideal de vida que me propones hoy: ¡con qué perfección quisiera abrazarlo! Pero me encuentro tan limitada y tan débil...
Sí, Señor; quiero hacer un vacío en mi corazón de todo lo que no eres Tú. ¡Oh Jesús amadísimo! Tú, en efecto, eres toda mi Riqueza; entonces no hay vacío, ¡hay plenitud de amor! Así seré colmada por tu generosidad infinita, y seré y podrás llamarme verdaderamente ¡dichosa! Gracias, Señor.

4.- PON EN PRÁCTICA / ANUNCIA: ¿QUÉ HACER CON L A PALABRA?
Tendré muy en cuenta los criterios de Jesús:
Jesús ensalza y canoniza la pobreza y el sufrimiento.
Lamenta y compadece las riquezas acumuladas y las vanas alegrías de los placeres y de los honores...
Debo cultivar y alimentarme de las enseñanzas de Jesús y cimentar mi vida espiritual en su Palabra sapientísima.

viernes, 12 de febrero de 2010

SEÑOR, ¿QUÉ QUIERES QUE HAGA?


Hemos celebrado el 8º centenario de la fundación de la Orden de los Menores, desde el año 2006 (aniversario de la conversión de Francisco) hasta el 2009 (aniversario de la aprobación de la “Protorregla” por el Papa Inocencio III). ¡800 años! Pero ¿cómo fueron aquellos comienzos? Como ocurre siempre, la iniciativa fue del Señor; la persona elegida, Francisco, un joven de Asís, hijo de su época, el siglo XIII, época de grandes cambios.
Francisco era alegre y jovial, le gustaba vestir bien y salir de fiesta con sus amigos; le consideraban el rey de la juventud. Pertenecía a la nueva sociedad de artesanos y comerciantes por su familia, pero su carácter caballeresco le hacía entonar con el ambiente feudal de los cantares de gesta y con las virtudes humanas de los caballeros andantes: cortesía, lealtad, liberalidad, valentía, compasión por los seres débiles e indefensos.
Con 20 años tomó parte en la guerra civil entre Asís y Perusa y acabó prisionero. El Señor empezaba a trabajar en él. Durante su cautividad hubo tiempo para la reflexión, y aunque lo lógico era sentir tristeza por la derrota, la falta de libertad y lejos de su familia y amigos, Francisco se mantenía no sólo alegre, sino eufórico.
Al cabo de un año regresó a casa y apagada, de momento, su sed de gloria volvió a zambullirse en las fiestas juveniles, trasnochando hasta altas horas. Entonces le visitó la enfermedad dejándole postrado, al cuidado de su madre, por una larga temporada. De nuevo el Señor le regalaba tiempo para la reflexión. Cuando empezó a recuperarse daba largos paseos por los campos que rodean la ciudad, pensando quizás en lo efímera que es la vida. Pero la posibilidad de ser armado caballero volvió a despertar en él la sed de gloria y se alistó en una nueva campaña militar. La primera noche de la expedición, en Espoleto, Francisco escuchó en sueños una voz que le preguntaba: -“Francisco, ¿Quién piensas podrá beneficiarte más: el señor o el siervo? – El señor. -¿Por qué entonces abandonas al señor por el siervo? – Señor, ¿qué quieres que haga? –Vuelve a tu casa y lo entenderás todo”.
Francisco regresó a Asís y reanudó su vida normal, pero ya nada era igual que antes. Buscaba estar a solas con el Señor para averiguar cuál era su voluntad. Un día que pasaba al lado de una pequeña iglesia casi derruida, la iglesia de S. Damián, entró a hacer oración. Se encontró con un crucifijo bizantino. Un Cristo resucitado de ojos grandes que le miraba, y oró así: “Oh alto y glorioso Dios, ilumina las tinieblas de mi corazón, dame una fe recta, una esperanza cierta y una caridad perfecta; sentido y conocimiento Señor para guardar tu santo y veraz mandamiento. Amén.” Y escuchó una voz que le decía: “Francisco, ve y repara mi casa, que amenaza ruina”. Por fin, el Señor le había revelado su voluntad, pero al contrario de lo que se puede pensar y como suele ocurrir en todo proceso vocacional, para Francisco comenzaba una nueva etapa en la que debía descubrir el significado de “reparar la casa de Dios” y la manera de llevarlo a cabo.

miércoles, 10 de febrero de 2010

RECORDANDO

 
Nací en una familia pobre y piadosa. Después de varios años y tratando de recordar y recoger ideas y acontecimientos, no sabría decir cuando sentí mi vocación. Resumiría mi historia en la bondad de Dios, y su gran amor que me iba llamando y atrayendo hacia él
Fui una niña tímida y con tendencia a la vida familiar, poco amiga de salir y alternar; siempre me atrajo la interioridad, me sentía feliz en la familia en medio de la pobreza. Cuando tuve que dejar el domicilio familiar para venir a trabajar a León fue como si me arrancaran algo muy querido. No me gustaba salir y echaba de menos la casa de mis padres para poder estar en ella el tiempo libre, que por cierto no era mucho.
La vida de fe que me inculcaron mis padres la procuraba mantener con regularidad y tampoco descuidaba mis compromisos cristianos, pero no más que el resto de las chicas de mi edad.
En la familia existían religiosas, una de vida activa y otra clarisa. Cuando de pequeña me preguntaban si quería ser monja siempre respondía que no, pero a los 15 años quise irme con mi prima y así se lo dije a mis padres que se opusieron rotundamente. Por no contrariarles aquello quedó aparcado en el fondo del corazón. Pero Dios me quería para Él y a los 17 años alguien me dijo: “¿No te gustaría ser monja?” Contesté: “No me importaría pero, si necesito el permiso de mi madre tendré que esperar”. Yo vivía cerca del convento y asistí a la entrada de una de las hermanas de la Comunidad, y cuando pasaba el umbral de la clausura y vi a las hermanas, sin saber por qué lo decía ni quien me lo había inspirado dije a las monjas: “La siguiente, yo”.
A los tres meses, en una fiesta de la Virgen, esto se convirtió en una realidad a pesar de la oposición de mi madre que poco a poco fue cambiando de idea y también ella se sentía feliz con su hija monja.
Desde entonces aquí estoy contenta de pertenecer a la gran familia Franciscana-Clariana procurando hacer realidad esa vida de entrega a Dios y a los hermanos a través de la oración y el sacrificio. Desde mi vida escondida quiero hacer llegar a todo el mundo la Paz y el Bien que nos distinguen como franciscanos. En resumen las características particulares serían las siguientes: Predilección y llamada por parte de Dios y Maduración, crecimiento y respuesta por mi parte. LEMA: Vida escondida con Cristo en Dios
Si alguna joven se siente llamada que no tenga miedo, Dios no defrauda.
Sor Mª Azucena de Cristo Rey

sábado, 6 de febrero de 2010

"REMA MAR ADENTRO" Lucas 5, 1-11


Es tan riquísima y abundante la Palabra de Dios en este domingo que como es imposible abarcarlo todo, nosotras, "Hermanas pobres", nos hemos fijado en un único aspecto que abarca tres dimensiones: Dios-hombre, Santidad-pecado, y Llamada-respuesta.
En ellas vemos también el itinerario espiritual del discípulo.

1ª Lectura: Isaías 6, 1-2; 3-8
Es la primera experiencia fuerte de Dios, la "adolescencia espiritual" del discípulo. 
El llamado en una celebración litúrgica queda sobrecogido por la manifestación de la Gloria de Dios y su Santidad. Ante esta Luz deslumbrante, queda al descubierto la desnudez del orante y su pecado, por eso grita: "¡Ay de mí, estoy perdido! Yo, hombre de labios impuros". En mi sed ardiente de amar y ser amad@, creyendo que bebía en fuentes de aguas que podrían calmar mi sed, descubro que sorbía en charcos enfangados... Ante esta experiencia de lo Sagrado y mi profunda indignidad, un serafín se acercó a mí y me tocó los labios con un carbón encendido, y me dijo: "Ha desaparecido tu culpa, está perdonado tu pecado". Día de Navidad en que el coro de los ángeles y hombres  cantábamos a una sola voz: "Hoy ha sido borrada la iniquidad de la tierra". Esta brasa encendida fue la Eucaristía, su fuego quemó mi pecado, su blancura hizo luminoso todo mi cuerpo, su beso me hizo entrar en un éxtasis divino, y oí su voz que decía: "Te amo entrañablamente, ¿quieres llevar mi mensaje?". Respondí: "Señor, aquí estoy, envíame".

Evangelio
"En aquel tiempo, la gente se agolpaba alrededor de Jesús para oir la Palabra de Dios, estando él a orillas del lago de Genesaret; y vio dos barcas que estaban junto a la orilla: los pescadores habían desembarcado y estaban lavando las redes.
Subió a una de las barcas, la de Simón, y le pidió que la apartara un poco de tierra. Desde la barca, sentado, enseñaba a la gente.
Cuando acabó de hablar, dijo a Simón:
-Rema mar adentro y echad las redes para pescar.
Simón contestó:
- Maestro, nos hemos pasado la noche bregando y no hemos cogido nada; pero en tu palabra echaré las redes.
Y, puestos a la obra, hicieron una redada de peces tan grande que reventaba la red. Hicieron señas a los socios de la otra barca para que vinieran a echarles una mano. Se acercaron ellos y llenaron las dos barcas, que casi se hundían. Al ver esto, Simón Pedro se arrojó a los pies de Jesús, diciendo:
- Apártate de mí, Señor, que soy un pecador.
Y es que el asombro se había apoderado de él y de los que estaban con él, al ver la redada de peces que habían cogido; y lo mismo les pasaba a Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón. 
Jesús dijo a Simón:
- No temas, desde ahora serás pescador de hombres. 
Ellos sacando las barcas a tierra y, dejándolo todo, lo siguieron."

Comentario:
En este pasaje vemos reflejada la "juventud espiritual". Hay una conciencia más viva de que seguimos a Jesús como discípulos. Jesús pasa de ser amigo a ser Maestro y Señor. Él ya ha entrado en nuestra vida, por eso sube a nuestra barca, que le sirve para el anuncio del Reino. Pero a Pedro le pide algo más, la entrega total y el trabajo exclusivo para su Reino, por eso le dice: "Rema mar adentro y echad las redes para pescar". El discípulo ha estado trabajando toda la noche y no ha conseguido nada, pero ya, cree en el Maestro y por eso le dice: "Fiándome de tu palabra echaré las redes". Y no sólo consigue pescar  lo suficiente, sino que es tal la cantidad de peces, que necesita la ayuda de los otros. En la primera lectura, veíamos al discípulo en el tú a tú con el Señor, en este segundo momento, el discípulo trabaja en compañia de otros, pues necesita de su colaboración para llevar a buen término su trabajo: nace la comunidad. Ante este milagro, nuevamente viene al discípulo su conciencia de pecador: "Apártate de mí, Señor". Y esto mismo le sucede a sus compañeros. Jesús vuelve a recordarnos: "No temas, desde ahora serás pescador de hombres". Y ellos dejándolo todo le siguieron.
Esta etapa se caracteriza porque se pasa de la autosuficiencia a la humildad, de la confianza en sí a la confianza en Dios. 

2ª Lectura: 1ª Corintios 15, 1-11
Podemos situar en este fragmento de la carta de San Pablo la etapa de la "madurez espiritual".
En ella sigue presente la conciencia de pecado: "no soy digno de llamarme apóstol porque he perseguido a la Iglesia de Dios". Se ilumina el sentido de la vida: "os recuerdo el Evangelio que os proclamé y que vosotros aceptastéis y en el que estáis fundados". Se valora más el ser que el hacer: "por la Gracia de Dios, soy lo soy y la Gracia de Dios no se ha frustrado en mí". De la entrega en cansancio y saturación ha pasado a la serenidad que da el abandono total en Dios.


viernes, 5 de febrero de 2010

"NO SOIS VOSOTROS LOS QUE ME HABÉIS ELEGIDO...


…SOY YO QUIEN OS HE ELEGIDO…” (Jn 15, 16). Y esto ha sido así durante toda la historia y seguirá siendo hasta el fin del mundo. No somos nosotros los que elegimos la vocación como se elige carrera universitaria o escogemos un producto cuando vamos de compras.
No; es el Señor el que toma la iniciativa y llama a los que quiere. Y además no es una decisión repentina; Él lo tiene pensado desde toda la eternidad, desde que pensó con gran Amor en nosotros para crearnos y hacernos hijos suyos. Pero eso sí, Dios nunca se impone por la fuerza, Él quiere que con la libertad que nos ha regalado y el Amor que ha derramado en nuestros corazones, seamos nosotros los que aceptemos gustosamente su invitación, respondiendo como la Virgen María; “Aquí está la esclava del Señor. Hágase en mí según tu Palabra”. Sí, acepto. Me fío de ti porque me amas y sé que es lo mejor para mí.
Por eso es tan importante una disposición de escucha, atenta a lo que el Señor tiene pensado para cada uno de nosotros. Escucha que requiere un trato asiduo y cercano con Él. Porque si no le conocemos y tratamos, ¿cómo vamos a saber lo que Él quiere? Por supuesto, Él puede tirarnos al suelo y revelarse a nosotros como hizo con San Pablo, pero yo creo que le gusta más meterse en nuestra vida de cada día, casi sin que nos demos cuenta de que está junto a nosotros.
Y “la búsqueda de la intimidad con Dios lleva consigo la necesidad vital de un silencio de todo el ser” (E.T. 46). Silencio exterior, pero también y sobre todo silencio interior, “apartando del interior del alma todo estrépito”, como nos aconseja Santa Clara a sus hijas.
Es necesario buscar momentos en nuestras agendas, tan apretadas, para estar a solas con el Señor, acercándonos a Él con una actitud humilde y sincera, preguntándole abiertamente y sin miedo: “Señor ¿qué quieres que haga?”, como hizo S. Francisco de Asís, y esperar en silencio su respuesta. Estar atentos, porque nos la dará en los pequeños detalles de cada día.
“Mis planes no son vuestros planes, vuestros caminos no son mis caminos”, dice la Palabra de Dios. Es posible que ocurra eso (y lo digo por experiencia propia). El joven rico del Evangelio preguntó a Jesús: ¿Qué tengo que hacer?, y la respuesta de Jesús no coincidió con los planes del joven. No se decidió a cambiarlos y se marchó triste. Y sigue diciendo la Escritura: “Como el cielo es más alto que la tierra, mis caminos son más altos que los vuestros, mis planes que vuestros planes” (Is 55, 8-9). Y eso sólo lo descubriremos si seguimos sus inspiraciones y aceptamos el Regalo que Él nos hace, (de lo que también, gracias a Dios, tengo experiencia). Y sólo así podremos encontrar la felicidad verdadera, os lo aseguro.
Sor Mª Cristina de la Eucaristía

miércoles, 3 de febrero de 2010

¡SEÑOR, GUÍAME!


Este ha sido siempre el clamor de mi alma y la aspiración de mi corazón.
Llegué a esta vida mortal el día 4 de diciembre de un año ya muy lejano… en una villa noble, castellana y de importante historia, de la provincia de Valladolid. El Señor me concedió unos buenísimos padres, cristianos ejemplares, que formaron una familia con sus siete hijos (de los que yo era la segunda), familia donde siempre imperó la alegría y el amor. Las marcas que deja la familia son imposibles de borrar en la piel de la conciencia y de la memoria, el reposo y descanso de una familia proviene de ese indefinido manantial de sabiduría que produce el amor de las personas a las que se quiere. Dios ha querido que mi fe en Él, tuviera un gran apoyo en mi familia. Esta fue y lo sigue siendo como memoria y ayuda permanente en el camino de mi vida…
Para ampliar y completar mi formación cristiana, social y cultural, mis buenos padres, me internaron en un colegio “Santa Juana de Arco”, en el que permanecí siete cursos muy feliz y contenta, en este colegio pasé mi adolescencia, exceptuando los tiempos de vacaciones. Lo regentaban religiosas francesas, también las había españolas. Nuestra formación siempre fundamentada en el cristianismo era sólida y eficaz, yo era una niña muy piadosa y mantuve siempre buena nota, tanto en los estudios como en el comportamiento, mi tutora de curso llegó a pensar que me quedaría con ellas, pero no fue así, pasaba ya a nuevos estudios y a vivir en otro ambiente más complejo en el que no tardé en encontrarme contenta y feliz. Conservé bastante tiempo la piedad y el fervor de mi querido Colegio, pero entraba de lleno en la época de la juventud que se deslizó en Valladolid y León. Y, en la que también a través de mis padres recibía orientación y guía muy correcta y cristiana, pero mis fervores se enfriaron bastante y me dediqué más al bienestar y bien parecer, así como al triunfo en la sociedad; mi temperamento abierto y muy sociable me rodeó de muchas y buenas amistades pero de poca Iglesia. Mis pasiones dominantes fueron los libros, los viajes, la música y el deporte, no obstante y casi por indicación de mi madre acepté la compañía de un joven muy completo y con destino muy digno y elevado, hijo de amigos de mis padres, quienes también veían muy bien que pudiésemos llegar a querernos; eso para mí era “harina de otro costal”; pues, ya desde que tuve uso de razón sentía repulsión grande hacia el matrimonio, en mi vida nunca me aburrí, solamente cuando me acompañó este joven; él se desvivía por agradarme y obsequiarme, pero en mí caía en vacío. Yo tuve toda mi vida por confidente a mi querida madre, a ella le contaba todos mis sentimientos, todos mis secretos, todos mis anhelos, y me iba muy bien, cuando la dije que ya no podía seguir con el muchacho, trató de convencerme mirando para mí un futuro feliz, pero no lo consiguió, lo rechacé rotundamente y con mucha cortesía y educación le dije al buen joven ¡ADIOS!; desde ese día respiré hondo... Como mis deberes religiosos como cristiana los conservé, aunque fríamente, empecé a frecuentar la Iglesia de los Capuchinos y conversaba con Jesús en el Sagrario, mi vida era demasiado fácil y un poco egoísta.., me sentía muy bien y feliz con mis estudios, aficiones y al amparo de mis queridos padres, me parecía que no necesitaba ya más en la vida. Pero en el fondo de mi espíritu notaba un algo que no entendía, de lo que nunca me olvidé fue el clamar a Dios su ayuda diciéndole en toda ocasión ¡Señor, guíame!
El Espíritu Santo salió a mi encuentro, me iluminó y pronto empezó a guiarme, yo le volvía a llamar: ¡Señor, guíame! Dejé a mis queridas amigas y amigos, mis tertulias y todo lo que me rodeaba en la sociedad en que se desenvolvía mi juventud, que me costó bastante, y empecé a rezar una oración que me había dado un Padre Jesuita, para acertar con la elección de estado, elegí otras compañeras para dedicarme al apostolado y a los pobres, estos me atraían mucho, me hice de los Jueves Eucarísticos y me eligieron catequista de la Iglesia de San Francisco, y ahí me espera Dios; decidí tomarme un Director espiritual y mi interior se fue colocando donde Dios quería, yo no dejada de decirle ¡Señor, guíame!
Así pasé varios años hasta que al fin en una Santa Cuaresma, que prometí vivirla en todo su rigor y lo conseguí uniéndome a todos los cultos de los Padres Capuchinos donde me encontré con grandes sorpresas que admiraba y envidiaba, por otra parte mi Director me dio a conocer la vida de San Francisco, que me cautivó, leí mucho de él y me enamoré del espíritu seráfico de este santo, y en uno de los días que hice el Vía crucis en aquella bendita Iglesia de los Padres Capuchinos en León, me quedé prendida de la Santa Cruz. Seguí mis conversaciones con el P. Director y me dio a conocer lo grande y bello que era seguir al Señor, y que estaba seguro que Él me llamaba y que su llamada era a la porción más querida de su Corazón, que es la vida contemplativa. Ví y sentí esta llamada tan clara que me dispuse a buscar un Convento de los más pobres y austeros de la ciudad y me encontré con el de estas mis Hermanas las Clarisas Descalzas, y, aquí me vine a pesar de las muchas contrariedades de la familia. Mi vida humana y espiritual se ha realizado felicísima en esta santa Morada del Convento de la Santa Cruz, por lo que no dejo de dar gracias a Dios que tanto me ha querido, e invito a las jóvenes del siglo XXI A QUE VENGAN Y VEAN.


Sor Mª Margarita del Amor Eucarístico

martes, 2 de febrero de 2010

Una Aventura Sorprendente (XXV)


TESTIMONIO DE UN ANCIANO

María y José con su Niño se encontraban felices viviendo en Belén, para cumplir con todo lo establecido por sus leyes. Así llegó el día en que hubieron de presentar al Niño en el Templo de Jerusalén, donde un anciano llamado Simeón dio un precioso testimonio de la identidad de este Niño. El Señor Dios le había revelado que no le llegaría la muerte hasta que no viera al Cristo-Mesías recién nacido. Avisado por un oráculo del Señor, el día que iban a presentar al Niño sus padres, el venerable anciano fue al Templo. Cuando los vio entrar en el atrio su corazón latió con fuerza, se sintió rejuvenecer en su espíritu y se acercó a los esposos, mirando al Niño que María llevaba en sus brazos.
Y ¡qué emoción tan grande le embargó! Tomó al Niño en sus brazos y exclamó lleno de alegría:
-"Ahora, Señor ya puedes dejar ir a tu siervo en paz según tu Palabra"
Fijó sus ojos llenos de luz en el Niño que sostenía entre sus brazos e hizo la gran revelación que había recibido de Dios, a quien se dirigía: 
-"porque mis ojos han visto tu Salvación, la que preparaste para todos los pueblos; Luz para iluminar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel".
"María y José estaban admirados de las cosas que se decían de él".
Iban conociendo su grandeza, su hermosura, el misterio divino de su amor infinito.
Dice el Libro Sagrado que Simeón bendijo a los padres, y a María la profetizó que tenía que ser asociada a la obra de su Hijo, el cual iba a ser signo de contradicción, y como una bandera discutida para muchos, por cuyos motivos: "una espada atravesará tu alma".
Estas palabras del anciano, pusieron un sello de sobresalto en los corazones de María y de José, que se suavizaron, sin embargo, cuando dentro del Templo, con la luz de Dios, meditaron y comprendieron mejor, que siendo este Niño Hijo del Dios Altísimo también se cumplía en Él lo dicho por el mismo Simeón: "es el Salvador del género humano, la Luz de todas las naciones, la Gloria más grande de su pueblo, Israel.
Así entraba hoy en la Casa de su Padre. Él era su Palabra, la Palabra substancial del Padre, reflejo de su gloria e impronta de su Ser; era la vida y la luz de los hombres, y la gloria de todos los pueblos.
Así entra en el Templo, para cumplir su misión de glorificador del Padre, ofreciéndole un culto perfecto de Redentor de la humanidad caída a la que reconciliaba con su Dios y Señor.