domingo, 15 de octubre de 2017

¡FELIZ DOMINGO! 28º del TIEMPO ORDINARIO

  ¡FELIZ BANQUETE!
 
 SAN MATEO 22, 1-14           
    "En aquel tiempo volvió Jesús a hablar en parábolas a los sumos sacerdotes y a los senadores del pueblo, diciendo:
    El Reino de los Cielos se parece a un rey que celebraba la boda de su hijo. Mandó criados para que avisara a los convidados, pero no quisieron ir. Volvió a mandar criados encargándoles que les dijeran: tengo preparado el banquete, he matado terneros y reses cebadas y todo está a punto. Venid a la boda. Los convidados no hicieron caso; uno se marchó a sus tierras, otro a sus negocios, los demás les echaron mano a los criados y los maltrataron hasta matarlos. El rey montó en cólera, envió sus tropas, que acabaron con aquellos asesinos y prendió fuego a la ciudad.
    Luego dijo a sus criados: La boda está preparada, pero los convidados no se la merecían. Id ahora a los cruces de los caminos y a todos los que encontréis, convidadlos a la boda. Los criados salieron a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos. La sala del banquete se llenó de comensales.
    Cuando el rey entró a saludar a los comensales reparó en uno que no llevaba traje de fiesta y le dijo: Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin vestirte de fiesta? El otro no abrió la boca.
   Entonces el rey dijo a los camareros: Atadlo de pies y manos y arrojadlo fuera, a las tinieblas. Allí será el llanto y el rechinar de dientes. Porque muchos son los llamados y pocos los escogidos."
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   Parece que Mateo ha fusionado dos parábolas originalmente distintas: la del banquete, análoga a la de Lc 14,16-24, y otra, la de la expulsión del banquete, que contempla la idea del juicio final. En todo caso, Jesús continúa hablando a los sumos sacerdotes y senadores del pueblo. La parábola, claramente alegorizada, les descubre la voluntad salvadora de Dios. El banquete, evoca el de Is 25,6-10a (1ª lectura); los criados enviados son los profetas y apóstoles; los que rechazan la invitación son los judíos (más directamente sus líderes); los invitados de los caminos: los pecadores y paganos; el incendio de la ciudad, la ruina de Jerusalén… La segunda parte, a partir del v.11, destaca la idea de la responsabilidad en la respuesta: el vestido evoca la necesidad de las obras de la fe.
REFLEXIÓN PASTORAL
    Dios ama al hombre, le busca y le invita a participar de su misma vida, de su misma mesa, de Él mismo. Pero esta invitación, gratuita, no es irresponsable. En la invitación de Dios no hay excluidos, pero sí auto-excluidos.  En la línea del profeta Isaías (1ª lectura), la parábola propuesta por Jesús ilustra perfectamente la situación. Dios ha soñado lo mejor: un banquete de bodas  - ¿quién no se apunta a un banquete? -, e invita generosamente a él. Pero, sorprendentemente, esa invitación es rechazada de una manera insultante. 
    Con este ejemplo Jesús denuncia el comportamiento del judaísmo oficial de su tiempo, que se automargina; y anuncia una nueva edición de la invitación salvadora (Mt 22,9). 
    Pero no termina ahí la parábola. También en la comunidad cristiana puede continuar esa dinámica de rechazo de la oferta. También nosotros podemos despreciar la invitación anteponiendo nuestros "intereses".
    Y no basta con “apuntarse”. Es lo que se quiere subrayar con la alusión al hombre que no llevaba vestido de fiesta. El asunto no termina con la invitación. Hay que acogerla. Pertenecer al Reino, sentarse a su mesa,  requiere un estilo, un vestido adecuado. Un vestido que ofrece el mismo Señor, pero que hay que aceptar y adoptar.
    El Señor no pide falsos oropeles, sino un corazón convertido. Porque de quien tenemos que revestirnos es de Cristo (Rom 13,14).  No es, pues, cuestión de telas o de colores, sino de actitudes. Y para ello necesitamos desvestirnos de muchas cosas. De la vieja condición, del hombre viejo... (Col 3,9).
   Es necesario revisar nuestro ropero espiritual -también quizá el material- y ver si nuestra “cobertura” es cristiana; si se aproxima un poco a lo que san Pablo sugería a los cristianos de Éfeso: el cinturón de la verdad, la coraza de la honradez, los zapatos de la paz, el escudo de la fe (cf. Ef 6,10-17).
    La respuesta no es fácil, pero con Cristo es posible: “Todo lo puedo en Aquel que me conforta” (2ª lectura).
    Es necesaria la vinculación a Cristo para transformar la vida, pues "separados de mí no podéis hacer nada" (Jn 15,5).
REFLEXIÓN PERSONAL
.- ¿Es Jesucristo mi punto de apoyo?
.- ¿Cómo acojo la invitación de Dios a participar en su banquete?
.- ¿Qué vestido llevo en la vida?

DOMINGO J. MONTERO CARRIÓN, OFMCap.

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